El destino no está determinado más que por una mirada de amor que nos puede hacer descubrir quiénes somos realmenteLa vida es más. Sencillamente es más. Es más de lo que nos atrevemos a querer, porque nos han enseñado a conformarnos con la persecución de algunas y pequeñas aburridas cosas de las que nos cansamos casi en el mismo instante en el que son nuestras. La vida es más. Estamos ante la vida como el anciano que le pidió un poco de estiércol a un rey, haciéndole enojar justamente. ¿Qué esperamos de la vida? ¿Acaso vagar entre el gris y la melancolía y condenar a nuestros hijos a ser también mecanismos dentro de un sistema gris y melancólico?
Nos han enseñado a añorar el estiércol y ya no apreciamos el oro ni aunque nos lo pongan ante los ojos: tanto nos ha ahogado la rutina y la propaganda. Insisten en domesticar nuestro deseo, en manejarlo a su antojo. Nos señalan una y otra vez esas cosas que se supone pueden llevarnos a la felicidad y las acompañan de mensajes animosos que nos incitan a luchar cada día, a seguir adelante y a afrontar cada mañana con ilusión… pero luchamos, seguimos y afrontamos siempre el mismo camino: el que lleva a esas cosas. Esas cosas que son nada, que están hechas de nada y que nos dejarán insatisfechos y vacíos. Empeñamos las horas en perseguir el estiércol, ese estiércol que huele a trabajo honrado pero que no nos hará jamás felices.
Es más, lo que buscan quienes teledirigen nuestro deseo no es que lo consigamos satisfacer, porque entonces experimentaríamos la banalidad de lo que habíamos deseado. Lo que buscan es que luchemos, sigamos y afrontemos lo que nos salga por delante por seguir en la loca carrera para conseguir eso. Eso que siempre está un poco más allá o eso de lo que nunca tenemos suficiente, pero que seguiremos buscando cuando el amanecer nos retorne a la vida.
Cuando era niño le decía a mi padre: “Yo no quiero ganar más dinero que aquél que me permita no tener que preocuparme del dinero”. Mi padre me respondía: “Nadie puede ganar tanto. Mejor te vas despreocupando ya.” Cuánta razón tenía. Nunca tenemos suficiente nada, porque la nada -ni nada- es suficiente para llenar nuestro corazón ardiente.
Perdónenme, quería hablar hoy de Alike, el Cortometraje que ganó los premios Goya de este año y que ya podemos ver a través de internet, como pueden comprobar en esta misma página. Se trata de una fábula sencilla y preciosa, que nos enseña cómo parece que estamos condenados a la vida gris del deseo encajonado y atrapado, pero también cómo es posible mirar más y mejor y, sin necesidad de huir ni escapar, ver que el mundo es más de lo que se nos ofrece y quererlo más allá de los límites que a veces quieren imponernos o nos imponemos nosotros mismos. Me refiero a amarlo como es, pero completamente como es, sin reducirlo a interés, economía, resultados o ideologías. Sin reducirlo ni ampliarlo, ni ponerle ni quitarle. Dejarlo tranquilo por un momento y contemplarlo como es.
Porque cada mañana, esté de mejor o de peor humor, aunque los niños me hayan puesto al borde de la histeria intentando que se preparen con tiempo para no llegar tarde al colegio y al trabajo, pase lo que pase por mi cabeza, cuando salgo de mi casa en la montaña veo el cielo desperezarse en mil cálidos colores sobre la ciudad, sobre los hombres ocupados y nerviosos que no tienen tiempo de mirar hacia lo alto. Cada mañana, pase lo que pase, desciendo hacia las calles asfaltadas y rebosantes viendo cómo el sol revela con sus rayos la verdad de la existencia: que la realidad es más, que la vida es más, y que podemos -estamos llamados- a desear siempre más.
Alike: el destino no está determinado por el camino colegio-fábrica o colegio-oficina. El destino no está, de hecho, determinado más que por el horizonte de una mirada de amor que nos puede hacer descubrir quiénes somos realmente. “Sólo el amor descubre lo individual”, decía un filósofo. Sólo el amor descubre la esencia de la realidad y de nosotros mismos. El amor, y la persona a la que el amor se dirige, son realidades verdaderamente absolutas, a las que deben plegarse y servir todas las demás creaciones y realizaciones humanas.