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Si tenemos con perseverancia la mirada puesta en Jesús, descubriremos con asombro que Él nos mira con amor a cada uno de nosotros: lo dijo hoy el papa Francisco en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Jesús no buscaba la popularidad, pero estaba siempre en medio de la gente.
El autor de la Carta a los Hebreos nos exhorta a correr en la fe “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús”. En el Evangelio es Jesús quien nos mira. Es cercano –explica el papa Francisco- “está siempre en medio de la gente”.
“No estaba con los guardias para que le protegieran, para que la gente no le tocara. ¡No, no! Se quedaba con la gente que le apretujaba. Y cada vez que Jesús salía, había más gente.
Los especialistas de las estadísticas quizás habrían publicado ‘Baja la popularidad del Rabino Jesús’… Pero él buscaba otra cosa: buscaba a la gente. Y la gente le buscaba a Él: la gente tenía los ojos fijos en Él y Él tenía los ojos fijos en la gente. ‘Sí, sí, en la gente, en la multitud’ – ‘No, ¡en cada uno!’
Y esta es la peculiaridad de la mirada de Jesús. Jesús no masifica a la gente: Jesús mira a cada uno”.
Jesús mira las cosas grandes y las pequeñas
El Evangelio de Marcos narra dos milagros: Jesús cura a una mujer enferma de hemorragia desde hace 12 años que, en medio de la gente, logra tocarle el manto. Y se da cuenta de haber sido tocado. Después, resucita a la hija de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga. Se da cuenta de que la joven tiene hambre y les dice a los padres que le den de comer.
“La mirada de Jesús va a lo grande y a lo pequeño. Así mira Jesús: nos mira a todos, pero nos mira a cada uno de nosotros.
Mira nuestros problemas grandes, nuestras grandes alegrías, y mira también nuestras cosas pequeñas. Porque es cercano.
Jesús no se asusta de las cosas grandes, pero tiene también en cuenta nuestras pequeñas cosas. Así nos mira Jesús”.
El asombro del encuentro con Jesús
Si corremos “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús” –afirmó Francisco– nos sucederá lo que le pasó a la gente después de la resurrección de la hija de Jairo, que fue presa de «gran asombro”.
“Yo voy, miro a Jesús, sigo adelante, fijo la mirada en Jesús, y ¿qué encuentro? ¡Que Él tiene la mirada fija en mí! Y esto me produce gran asombro. Es el asombro del encuentro con Jesús.
¡No tengamos miedo! Como no tuvo miedo aquella viejecita que fue a tocarle la orla del manto. ¡No tengamos miedo!
Corramos en este camino, fija siempre la mirada en Jesús. Y tendremos esta hermosa sorpresa: nos llenará de asombro. El mismo Jesús tiene puesta su mirada en mí”.