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¿Tu jefe te grita? Mira cómo puedes solucionarlo

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Katarzyna Solka-Dabrowska - publicado el 30/01/17

Permitiendo que nos griten, corremos el riesgo de trabajar bajo mucho estrés, de perder la confianza en nosotros mismos y en los demás, de que disminuya nuestra autoestima y la resistencia de nuestro sistema inmunológico, aumentando el riesgo de sufrir enfermedades

La primera solución, y aparentemente la más sencilla, es – dejar el trabajo. Tal vez ya lo hiciste antes. A veces, parece la mejor opción: “Voy a empezarlo todo de nuevo”, “Borrón y cuenta nueva”, “En un nuevo lugar no dejaré que me griten”, “No voy a permitir que me carguen con responsabilidades adicionales”.

A veces, cambiar de trabajo es una buena idea. No vale la pena luchar con los molinos de viento, pretender cambiar a la fuerza a nuestros jefes. Sin embargo, si después del cambio se repiten los mismos problemas en el trabajo, si con el tiempo aparecen los pensamientos o comentarios similares, por ejemplo: “Siempre me toca un jefe horrible, aquí tampoco me aprecian, otra vez me toca hacer horas extra, de nuevo están enfadados conmigo y me gritan”, etc., esto puede significar que somos nosotros los que tenemos un problema.

¿Cómo comprobar si las condiciones de trabajo son excepcionalmente desfavorables o si el problema está en nosotros mismos?

La forma más sencilla es esperar a que pase lo peor… ¿No funciona? ¿El jefe grita más a menudo y aún más fuerte? Otra alternativa es una respuesta inteligente con una nota de ironía. Desafortunadamente, estos métodos funcionan a corto plazo, ninguno de ellos va a reducir el número de incidentes, sino por el contrario – los comportamientos pueden llegar a empeorar.

Otro método, más difícil y que exige de reflexión y preparación, es la capacidad de defenderse uno mismo, con la consiguiente satisfacción que provoca (después del hecho).

Hay tres pasos principales de actuación en tal situación:

1. Preparación, en el sentido literal, es decir, por ejemplo, respirando profundamente, contando hasta 10 y prepararse previamente para el ataque (basándonos en la experiencia previa), con el pensamiento realista y positivo.

2. Desafío. El segundo paso es utilizar frases o preguntas que exijan de respuestas desde el otro lado. Esto te dará tiempo para pensar en la acción, a veces es capaz de detener a un jefe impulsivo. Puedes pedirle la explicación o indicación de los errores que fueron la causa de sus gritos. La pregunta no debería tomar la forma de un ataque a la integridad de la otra persona, sino referirse a tus derechos, por ejemplo: “¿Me puede explicar por qué me grita? ¿Qué quiere de mi?”, “¿Qué me quería decir, mientras estaba gritando que no servía para nada?”, “¿He entendido bien que me gritaba porque…?” y así sucesivamente.

3. Defenderse uno mismo. Si tu jefe te grita, en primer lugar no le dejes que lo haga (por ejemplo: “No me grite, por favor”). En segundo lugar, (aunque es muy difícil y a veces, imposible), trata de separar el ataque a tu persona de la crítica de tus acciones; por supuesto, si tu jefe se refiere a la calidad de tu trabajo y no lo hace con la intención de humillarte. Un jefe que ve que estás dispuesto a aceptar sus comentarios, que consideras sus críticas, se puede calmar poco a poco. Trata de decirle al jefe que reconoces la validez de sus recriminaciones, pero éstas no pueden tomar la forma de ataques a tu persona. Puedes decir, por ejemplo:

“Lo siento, pero creo que es importante….”; “Puede ser cierto que no haya leído bien las instrucciones…”; “Es posible que no le guste mi idea, pero me parece que vale la pena seguir hablando de ella”; “Estoy convencido de que es una manera eficaz, aunque usted puede pensar de forma diferente”; “No estoy de acuerdo con usted, puedo manejar este proyecto”; “Admito que tal vez me había olvidado de este documento, pero no es razón para gritarme”

Los pasos descritos anteriormente pretenden ser una guía para ser utilizada de forma flexible, en función de la circunstancias. A veces, puede ser necesario repetir la pregunta/solicitud de explicar y expresar de inmediato el desacuerdo con la forma de decir (o decir gritando) las cosas.

Es muy importante mantener la calma. Es probable que el número de incidentes humillantes disminuya. Sin embargo, si vuestro jefe es una persona que no domina sus emociones y abusa notoriamente del poder, los incidentes pueden volver a repetirse. Si persisten, es importante darse cuenta de que no tienen nada que ver con tu comportamiento o habilidades.

El hecho de que puedes mantener la calma en tales situaciones, responder asertivamente y ser feliz contigo mismo y con tu trabajo, hará que te respetes a ti mismo (y tus colegas también). Obtendrás el valor necesario para cambiar de departamento en la empresa, o de trabajo si fuera necesario.

Importante: cuando el jefe está demasiado exaltado emocionalmente, no vale la pena hablar con él, sólo se le puede decir en voz alta y con firmeza: “No me grite, por favor” o “No me gusta cuando me grita”. Vuelve al tema más tarde, cuando las emociones se calmen. Pronuncia con fuerza tu pregunta sobre el incidente e insiste en que te den respuesta.

Si te resulta difícil encontrar palabras y reacciones a las palabras desagradables de tu superior, ¿es posible que desees buscar ayuda?, por ejemplo, en los talleres sobre la asertividad y sobre saber marcar los límites.

Dichos talleres te ayudarán aún más en definir las áreas que son especiales difíciles para ti y te darán las herramientas para hacer frente a situaciones difíciles.

Cuando formulemos nuestras propias frases de una manera diferente y nos comportemos de otra manera en este tipo de situaciones, nuestro jefe también se verá obligado a reaccionar de una manera diferente. Éste podría ser el comienzo de un cambio en la relación del jefe con su subordinado.

Si ya sabemos qué situaciones nos causan problemas, pero al mismo tiempo tenemos algo que nos inhibe (por ejemplo: el miedo, la incertidumbre), es posible que deseemos participar en otro taller, esta vez de desarrollo de la autoestima – con el fin de comprobar si nos tenemos suficiente respeto, si nos apreciamos, si nos tenemos en cuenta.

Si observamos que en esta zona nos falta algo, por ejemplo, que no nos queremos lo suficiente, no valoramos nuestras habilidades, no tenemos sobre nosotros mismos una buena opinión, no nos respetamos a nosotros mismos ni a nuestro tiempo, y las pruebas de cambiar la imagen de nosotros mismos no funcionan, podemos ir a la terapia.

Pero: teniendo en cuenta las directrices anteriores, también hay que considerar la opción de que el jefe pueda tener las características de un psicópata, nos utilice a nosotros y nuestro trabajo para lograr sus objetivos (aumentar las ventas, mejorar las estadísticas, conseguir beneficios adicionales, etc.).

En este caso, en realidad, ni nuestra manera de ser, ni de responder, nada tiene importancia. Entonces, quedándonos en dicho trabajo, corremos el riesgo de trabajar bajo gran estrés, de perder la confianza en nosotros mismos y en los demás, de que baje nuestra autoestima, disminuya la resistencia de nuestro sistema inmunológico y aumente el riesgo de contraer enfermedades. En ese caso, es aconsejable cambiar de trabajo (y de jefe), tan pronto como sea posible.

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