Un antihéroe de la guerra de Vietnam intenta vivir una vida tranquila, pero sin éxitoOtra fiesta. En el centro del vacío hay otra fiesta, escribía Juarroz. La fiesta de la ficción. La fiesta de la imaginación. La fiesta del cine hecho serie. La fiesta de la belleza visual, de la estética tangible y plástica de la fotografía. Ahí querría uno ser alguien, desenvolverse despacio, reír y llorar, abrazar el aire y no soltarse nunca. Justo ahí, en esa atmósfera de luces y sombras tenues, de producción de texturas y diseños imposibles, me complicaría bien la vida, aprendería el uso del whisky, del bourbon, aprendería una voz, un estilo. Aprendería a soñar y a recordarte en la oscuridad con profusión aritmética.
Quarry es esa otra fiesta. Ese lugar donde sientes que vas a ser feliz para siempre. Quarry es Mac Conway, o sea, Logan Marshall-Green, que se derrama en cada plano. Es un fogonazo de luz tras otro, es una ola tras otra anegando el sótano del nuevo año, esa amalgama de días y noches subterráneas, incierta como un amor, que erosiona lo intacto, lo que nunca iba a moverse y se mueve, se escurre entre los dedos.
Quarry es un antídoto contra la espesura y la sobrecarga y se ve de un tirón, se bebe así sin parar, como una novela de James Ellroy o un libro de Pla. Quarry es el propio Quarry y un reparto de personajes que bordan su papel, que clavan cada escena.
Quarry bebe Four Rouses, como William Faulkner, que dijo aquello de que la civilización comenzó con la destilación. Quarry sabe por Humphrey Bogart que el problema del mundo es que la gente siempre lleva una copa de menos, y bebe, bebe como solo se bebía en los sesenta y en los setenta, en una Memphis de vinilo y música negra, una ciudad de bares a media luz y violencia racial.
Quarry ha vuelto de Vietnam y de allí no se vuelve de cualquier manera. “Así pues, la guerra termina, pero no termina”, escribió Grace Paley sobre este conflicto. Quarry ya está aquí pero no está del todo aquí y la guerra le va y le viene a la cabeza como un latigazo. Quarry no quiere ser Quarry sino solo Mac Conway. Regresa de allí para ser Mac, para llevar una existencia tranquila junto a su mujer Joni. Pero todo se complica y Quarry tiene que aceptar ser quien no quiere ser y desempeñar trabajos de asesino a sueldo.
Quarry recuerda más a Rust Cohle de True Detective que a Walter White de Breaking Bad, con la que le vienen comparando. Quizá lo dicen por los matices y la dualidad moral entre Walter White/Heisenberg y Mac Conway/Quarry, duro por fuera como una cantera y por dentro, ¿cómo es Quarry en verdad por dentro? Tendrán que descubrirlo, tendrán que explorar en la pirotecnia de paisajes de los ocho capítulos de la primera temporada para luego esperar, como esperamos ya la tercera de Fargo, la siguiente de House of Card o la nueva película de Oliver Laxe ‘Mimosas’.