Interesante el último trabajo de Warren BeattyWarren Beatty llevaba mucho tiempo alejado del cine, tanto en su faceta de actor como de director. Durante gran parte de ese tiempo estuvo intentando poner en marcha un antiguo proyecto a partir de una historia que había escrito junto a Bo Goldman, veterano guionista de Hollywood, y que acabaría convirtiendo en guión el propio Beatty para La excepción a la regla. Una historia alrededor del famoso Howard Hughes, magnate, productor de cine, leyenda en vida, personaje al que Leonardo di Caprio interpretó en El aviador, de Martin Scorsese.
Pero La excepción a la regla no es un biopic sobre Hughes (interpretado por el propio Beatty), a pesar de que gira de principio a fin alrededor de su figura. O, más bien, sobre lo que representa para los dos jóvenes protagonistas, Frank (Alden Ehrenreich), quien trabaja como chofer para el magnate y aspira a convencerle para que invierta en unos terrenos, y Marla (Lily Collins), una joven que llega a Los Ángeles para formar parte de un grupo de actrices jóvenes que, presumiblemente, trabajarán en la productora de Hughes. Idealistas y soñadores, aspiran a conocer a Hughes, quien hasta bien avanzada la película no aparece, aunque esté, de una manera u otra, siempre presente.
Toda la primera parte de La excepción a la regla se plantea como una comedia romántica, con un tono alegre acorde con las aspiraciones de los dos jóvenes, quienes poco a poco van sintiéndose atraídos el uno por el otro. Beatty usa a lo largo de la película imágenes de archivo de Los Ángeles y, después, también de otras ciudades por las que se mueve el personaje, usando en muchos casos unas transparencias que más que recrear una época intenta poner de relieve al espectador el hecho de que está ante una reconstrucción, remarcar el carácter de ficción y de ensoñación de la película.
Hay algo en esa primera parte de La excepción de la regla de recuperación de una manera de entender, más que de hacer, un cine que quizá sería arriesgado llamar clásico, pero que sí al menos nos conduce, desde nuestro presente a esa época.
Pero mediada La excepción a la regla, la comedia romántica deriva en algo diferente. El montaje acelerado, casi fragmentario, que imprime Beatty a la película puede hacer pensar en un trabajo descuidado, caótico, y precisamente parece que esa es su idea: introducir a los personajes, y con él al espectador, en una sucesión de pasajes enloquecidos que si bien continúan con el tono alegre de la primera parte, poco a poco, va derivando la comedia en un drama amargo, casi melancólico, ahora sí, más alrededor de la figura de Hughes, un hombre encerrado en sí mismo, cercano a la enfermedad. El mito creado por los dos jóvenes se cae por completo, si bien Frank continúa a su lado.
Beatty parece no hablar tan solo de Hughes, también de sí mismo, de su figura, como decíamos al comienzo, algo desplazada en los últimos años. Al final, entre otras cosas, La excepción a la regla nos habla, desde una mirada no exenta de melancolía, sobre una época que Beatty sabe irrecuperable, de ahí la construcción de unas imágenes que remite a ese pasado tanto como evidencia su falsedad, su construcción.
De igual manera que la figura de Hughes para los jóvenes se transforma de un icono a quien casi venerar a un ídolo de barro que acaba sus días en la cama, tras una cortina, como muestra una de las últimas secuencias de la película. Mientras los dos jóvenes se encaminan a vivir su presente.