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3 estrategias a seguir para superar el mal humor

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Caryn Rivadeneira - publicado el 07/01/17

Actitudes positivas que te ayudarán a alcanzar la felicidad

En lo referente a la felicidad, siempre pensé que Charles Schulz, creador del universo de Snoopy, era quien la entendía mejor. “La felicidad es un cachorro cariñoso”, dicen sus famosas palabras. A mí esta imagen me parece perfecta, porque evoca dos conceptos sencillos de felicidad: el cachorro entusiasta y exaltado con el que juegas, por un lado, y el cansancio satisfecho o la feliz comodidad de esa cálida compañía acurrucada en tu regazo. Pero también es una imagen perfecta porque habla de momentos. La etapa de cachorro pasa volando, mucho más que la infancia humana, ya que únicamente dura meses, y no años.

A pesar de sus inspiradoras palabras, Schulz no se consideraba un hombre feliz. “No creo que nunca pueda ser feliz”, se dice que confesó a su mujer. Aunque no es inusual que un artista sufra por sus musas, sí desconcierta que alguien como Schulz pudiera entender la felicidad tan bien y llevar felicidad a millones de personas pero que, al mismo tiempo, tuviera problemas para obtenerla para sí.

Intrigada, empecé a indagar en algunas investigaciones recientes sobre la felicidad y, en el proceso, me topé con un pensamiento más curioso todavía: dejando a un lado la depresión clínica, ¿y si algunos de nosotros no somos tan felices en un día normal porque, simplemente, no está en nuestra genética? ¿Es posible que haya personas que sean más alegres de forma innata que otras? ¿Y si, por ejemplo, Schulz no pensaba que pudiera ser feliz porque no estaba genéticamente predispuesto?

Un estudio en particular descubrió que este podría ser el caso de muchos de nosotros. Después de observar y analizar a casi 300.000 personas, los investigadores aislaron un gen que afecta a la forma en que las personas experimentan la felicidad y el bienestar (también la depresión). “Ahora estamos seguros de que existe una dimensión genética de la felicidad”, decía la autora del estudio, Meike Bartels, profesora de Genética. Este hecho abre la puerta de muchas investigaciones importantes en torno a la gestión y la superación de la depresión, pero también en relación a los que simplemente tratamos de vivir más felices el día a día.

Sin embargo, antes de que empieces a justificar tus días gruñones por una carencia de genes felices, ten en mente que la genética no lo es todo. Bartels sugiere la actuación de una interacción delicada entre naturaleza y educación, “ya que el entorno es ciertamente responsable —hasta cierto punto— de las diferencias en que las personas experimentan la felicidad”. Así que, incluso si algunos de nosotros pudiéramos no considerarnos especialmente entusiastas o alegres por naturaleza, no tenemos excusa para pasarnos toda la vida quejumbrosos. De hecho, hay un experto que cree que la felicidad es algo que tenemos que escoger y perseguir todos los días, incluso aunque nos resulte un poco escurridiza.

Así que, ya tenga o no genes de felicidad (y probablemente nunca lo sabré), me parece que todo me irá bien, siempre y cuando pueda reconocer los puntos brillantes dispersos por mi semana, y recuerde que debo disfrutarlos bien. Porque la felicidad es importante, emocionalmente y físicamente: está demostrado que la felicidad y el optimismo mejoran la salud cardiaca, refuerza el sistema inmune, combate el estrés y la enfermedad, alivia el dolor y prolonga la vida. Solo tenemos que establecer unos pocos refuerzos para ayudarnos a encontrar ese sentimiento de “cachorro cariñoso” diariamente:

Fomenta las amistades felices

Al igual que nuestras madres nos aconsejaban que escogiéramos con cuidado a nuestros amigos en la infancia, también tenemos que escoger a los amigos con cuidado siendo adultos. Es algo que nos recuerda la escritora y editora de libros infantiles Carla Barnhill, que aparece de forma regular en la web Twin Cities Live ofreciendo “consejos de todo tipo, desde etiqueta en bodas a problemas de amistad pasando por dramas laborales”.

“Las personas que son positivas atraen a otras personas y experiencias positivas”, expresa Barnhill. “Así que se produce una especie de profecía autorrealizada. La gente feliz tiende a encontrarse y eso supone una gran diferencia en cómo experimentan la vida. Así que si alguien quiere encontrar más felicidad, que observe a las personas y las experiencias de las que se rodea. ¿Te aportan alegría y bondad a tu vida? ¿Te cargan las pilas o te dejan seco? No tienes por qué cortar tus relaciones con todos tus amigos pesimistas, pero es útil darse cuenta de que es posible que te hagan un poco más difícil el ser feliz o incluso estar satisfecho con tu vida”.

Ilumínate

“Tienes que tomar la elección de encontrar la felicidad”, dice Barnhill. “Incluso si estás predispuesto a la felicidad, todavía tienes que cuidar la intención de orientarte hacia lo bueno y lo alegre. Incluso si eres de los que ven el vaso medio lleno, la vida puede sacarte de esa perspectiva bastante rápido”.

Y hay muchas formas sencillas de tomar esa “elección” y tener una actitud deliberada a la hora de encontrar la felicidad en un día. Incluso en los momentos más tristes, podemos entrever destellos de alegría si prestamos atención.

Una de las mejores formas es tomar nota literalmente de la belleza, haciendo fotos o anotando las cosas buenas, hermosas y amables que experimentas o presencias en el transcurso de un día. Pueden ser cosas tan sencillas como ver a una niña correr hacia los brazos de su abuela, o una frase elaborada con maestría en una novela que estés leyendo. O quizás la forma en que se disponen las nubes, o el sonido de la música en una noche de verano. Sea lo que sea lo que encienda esa chispa, regístralo. Luego, revisa la lista o las imágenes cuando sientas necesidad de un empujoncito.

Pero tampoco tenemos por qué esperar a que ocurra algo alegre, también podemos crearlo. El movimiento, algo que te acelere el corazón y despierte tus pies, nos alegra el alma. Escucha merengue. Levántate y baila, por ridículo que te sientas, o

de verdad. Las posibilidades son infinitas.

Busca la risa

Un consejo parecido a la recomendación de Barnhill de encontrar amigos positivos: encontrar amigos divertidos también ayuda. (Incluso si esos amigos vienen con la forma de vídeos desternillantes de YouTube o de memes que te suelten la carcajada. La risa es la mejor medicina para el alma necesitada de ánimo. Por eso, aunque la vida se ponga seria o difícil o triste, buscar la diversión en el mundo que nos rodea y permitir que alguien o algo haga cosquillas en esa parte alegre de ti, puede darle la vuelta a la tortilla de tu humor y alegrarte el día, la semana, el mes o incluso el año. Los estudios siguen demostrando que la risa, al incrementar nuestro consumo de oxígeno y al liberar endorfinas, alivia el estrés, calma la tensión y estimula el sistema inmunológico. Y esto es algo que debería hacernos a todos muy felices.

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