El Pontífice habla del poder de la ternura de las madres que teniendo a sus hijos presos, enfermos, esclavos “siguen peleando para darles a ellos lo mejor”.Mientras muchos aún dormían el sueño fiestero del despedir el Año viejo, el papa Francisco celebró la misa de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios en la octava de la Navidad, este domingo 1 de enero 2017 en la mañana, 10 am, en la Basílica de San Pedro.
“Celebrar a la Santa Madre de Dios nos recuerda que tenemos Madre; no somos huérfanos, tenemos una Madre. Confesemos juntos esta verdad”, expresó Francisco.
El Sucesor de Pedro dijo haber aprendido mucho de esas “madres que teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital, o sometidos por la esclavitud de la droga, con frio o calor, lluvia o sequía, no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor”.
El Pontífice hizo una alegoría de la maternidad y del tesón de las mujeres por sus hijos aún en las peores circunstancias: “O esas madres que en los campos de refugiados, o incluso en medio de la guerra, logran abrazar y sostener sin desfallecer el sufrimiento de sus hijos. Madres que dejan literalmente la vida para que ninguno de sus hijos se pierda. Donde está la madre hay unidad, hay pertenencia, pertenencia de hijos”.
La Iglesia y su maternidad en el rostro de “nuestras madres, nos protege de la corrosiva enfermedad de «la orfandad espiritual», esa orfandad que vive el alma cuando se siente sin madre y le falta la ternura de Dios”.
También habló de una “orfandad” origen del corazón narcisista. El Pontífice instó a encontrar la mirada materna de María para recordarnos de tener la alegría de pertenecer a una “familia, un pueblo, una tierra, a Dios”.
En la fiesta de la maternidad de María, esa pertenencia nos ayuda a no degradarnos como personas y tener cuidado de los demás, de la tierra, de Dios. Asimismo lamentó la cultura fragmentada que “hace que crezca ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad”.
Contacto físico y no virtual. En María la mirada de la ternura que también es capacidad de “ternura, asombro y piedad” en el contacto y el encuentro porque “La orfandad espiritual nos hace perder la memoria” de lo que significa ser hijos, ser nietos, ser padres, ser abuelos, ser amigos, ser creyentes”, destacó.
“Nos hace perder la memoria del valor del juego, del canto, de la risa, del descanso, de la gratuidad”. El Obispo de Roma una vez más recordó que somos seres de amor y no de objetos de consumo o para ser consumidos.
La celebración también ha sido con motivo de la 50ª Jornada Mundial de la Paz: “La no violencia: estilo de una política para la paz”.
“Jesucristo en el momento de mayor entrega de su vida, en la cruz, no quiso guardarse nada para sí y entregando su vida nos entregó también a su Madre”, dijo
El Obispo de Roma invitó a todos a recibir a María en las familias y en las comunidades. En esta ocasión, la Basílica Vaticana lució engalanada entre flores, el blanco litúrgico de los celebrantes (cardenales, obispos y diáconos) y los cantos del coro de la Capilla Sixtina que entonaban el Kyrie y el Gloria.
La mirad de María
“Esa mirada que nos libra de la orfandad; esa mirada que nos recuerda que somos hermanos: que yo te pertenezco, que tú me perteneces, que somos de la misma carne”.
“Esa mirada que nos enseña que tenemos que aprender a cuidar la vida de la misma manera y con la misma ternura con la que ella la ha cuidado: sembrando esperanza, sembrando pertenencia, sembrando fraternidad”.
La imagen de la Virgen María del Milagro estaba puesta al lado del Altar.
Donde hay madre hay ternura
“María es la mujer que sabe conservar, es decir proteger, custodiar en su corazón el paso de Dios en la vida de su Pueblo”. El Papa describió a María como una mujer de pocas palabras, pero concreta, iniciadora de la revolución de la ternura.
“María, nos dio el calor materno, ese que nos cobija en medio de la dificultad; el calor materno que permite que nada ni nadie apague en el seno de la
Iglesia la revolución de la ternura inaugurada por su Hijo. Donde hay madre, hay ternura”.
Francisco aseguró que celebrar hoy la maternidad de María como Madre de Dios, “significa recordar una certeza que acompañará nuestros días: somos un pueblo con Madre, no somos huérfanos”.
Las Madres ellas como modelo de vida. El Papa dijo de haber aprendido de ellas. “Las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías”.
¿Qué sería la sociedad sin las madres? “Sería una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación”.
“Las madres – continuó – incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza.
La orfandad del corazón narcisista
“Esa orfandad que vivimos cuando se nos va apagando el sentido de pertenencia a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios.
Esa orfandad que gana espacio en el corazón narcisista que sólo sabe mirarse a sí mismo y a los propios intereses y que crece cuando nos olvidamos que la vida ha sido un regalo —que se la debemos a otros— y que estamos invitados a compartirla en esta casa común”.
Nadie nos pertenece
El Pontífice lamentó la falta de pertenencia porque “no pertenecemos a nadie” y caemos en el degrado: “degrado la tierra” , “degrado a los otros”, “degrado a Dios”, y finalmente termina “degradándonos a nosotros mismos porque nos olvidamos quiénes somos, qué «apellido» divino tenemos”.
Entretanto denunció la cultura fragmentada que “hace que crezca ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad”.
El contacto físico, no virtual
“La falta de contacto físico (y no virtual) va cauterizando nuestros corazones (cf. Carta enc. Laudato si’, 49) haciéndolos perder la capacidad de la ternura y del asombro, de la piedad y de la compasión”.
La memoria que somos nietos…
“La orfandad espiritual nos hace perder la memoria de lo que significa ser hijos, ser nietos, ser padres, ser abuelos, ser amigos, ser creyentes. Nos hace perder la memoria del valor del juego, del canto, de la risa, del descanso, de la gratuidad”.
No somos objetos de consumo
Francisco insistió recordar la maternidad de María “nos vuelve a dibujar en el rostro la sonrisa de sentirnos pueblo, de sentir que nos pertenecemos; de saber que solamente dentro de una comunidad, de una familia, las personas podemos encontrar «el clima», «el calor» que nos permita aprender a crecer humanamente y no como meros objetos invitados a «consumir y ser consumidos»”.
“Celebrar la fiesta de la Santa Madre de Dios nos recuerda que no somos mercancía intercambiable o terminales receptoras de información. Somos hijos, somos familia, somos Pueblo de Dios”.
Cuidar de nuestros lugares
“Celebrar a la Santa Madre de Dios nos impulsa a generar y cuidar lugares comunes que nos den sentido de pertenencia, de arraigo, de hacernos sentir en casa dentro de nuestras ciudades, en comunidades que nos unan y nos ayudan (cf. Carta enc. Laudato si’, 151)”, agregó.
El Papa concluyó la ceremonia exhortando a los presentes a no sentirse huérfanos y encontrarse “con su mirada maternal”. Al final se escuchó el coro que entonaba la “alma Redemptoris Mater”.