Francisco rinde cuentas sobre un cambio en el Vaticano para “hombres renovados” y en “conversión permanente”“La reforma no tiene una finalidad estética, casi como si se quiera hacer la Curia más bella; ni puede ser entendida como una especie de lifting (estiramiento facial), o de maquillaje”, dijo el papa Francisco al recibir a la Curia Romana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano con motivo de los tradicionales saludos de Navidad este jueves 22 de diciembre de 2016.
Francisco rindió cuentas sobre los pasos hechos hasta ahora en su pontificado para reformar la Curia Romana que, aseguró, no es una labor de “embellecer el cuerpo viejo de la Curia”, ni tampoco consiste en “una operación de cirugía plástica para eliminar las arrugas”.
La reforma no tiene una finalidad estética. Por eso, sostuvo: “¡Queridos hermanos, no son las arrugas en la Iglesia las que se deben temer, sino las manchas!”.
Iglesia siempre reformada…
“Siendo la Curia no un aparato inmóvil, la reforma es especialmente signo de la vivacidad de la Iglesia en camino, en peregrinaje y de la Iglesia viviente y para esto siempre reformanda porque es siempre viva”.
“Es necesario confirmar con fuerza que la reforma no es el fin en sí mismo, sino un proceso de crecimiento y especialmente de conversión”.
En el esperado discurso reiteró conceptos como “servicio” a la Iglesia y a los pobres. En el año 2014, el Papa se refirió a las enfermedades curiales y en 2015 fue el turno del catalogo de las virtudes.
Mientras en este 2016 presentó 12 criterios de la guía de la reforma: individualidad, pastoralidad, misionariedad, racionalidad, funcionalidad, modernidad, sobriedad, subsidiaridad, sinodalidad, catolicidad, profesionalidad y gradualidad.
Al inicio, señaló la navidad como la “fiesta de la humildad amante de Dios”. “En Navidad nosotros estamos llamados a decir sí, con nuestra fe, no al Dominador del universo y ni siguiera a las más nobles de las ideas, sino a este Dios que es el humilde-amante”.
“Dios habría podido venir vestido de gloria, de esplendor, de luz, de poder, a darnos miedo, a hacernos saltar los ojos de las maravillas. ¡No, no! Vino como el más pequeño de los seres, el más frágil, el más débil”, dijo recordando a Pablo VI y sus palabras en la Navidad de 1971.
La reforma
El Papa prosiguió su pedagogía de explicar la reforma a los directos interesados en su doble significado hacerla más “con-forme” a la buena noticia que debe ser “proclamada alegre y valientemente a todos, especialmente a los pobres, a los últimos, a los descartados” y adaptada a los “signos de nuestro tiempo” para llegar a los “hombres y mujeres a los que estamos llamados a servir”.
El Sucesor de Pedro insistió en que la Curia (cum Ipso consociatam operam prosequuntur), está para apoyar el Romano Pontífice “en el ejercicio de su potestad singular, ordinaria, plena y suprema, inmediata y universal”.
Es decir, es una reforma para mejorar el servicio y una reforma que será eficaz “sólo y únicamente si se pone en práctica con hombres renovados y no simplemente con hombres “nuevos”. No basta contentarse con cambiar al personal, sino que se requiere llevar a los miembros de la Curia a renovarse espiritual, humana y profesionalmente”.
Igualmente, explicó que la reforma de la Curia necesita de una “purificación permanente”, además de un “un cambio de mentalidad”.
El Pontífice manifestó que es “saludable” que existan “resistencias abiertas”, declaradas durante el procedimiento de reforma. Sin embargo, advirtió de algunas “resistencias escondidas” que nacen de los corazones impuros y endurecidos que se alimentan de las palabras vacías “gatopardianas”. Una analogía utilizada por el Papa para indicar a los que dicen sí a la reforma, pero en realidad no quieren hacerla.
“Resistencias malas” que germinan en mentes malignas que se “presentan cuando el demonio inspira intenciones malas (frecuentemente presentados como ángeles)”. Esta resistencia se justifica de muchas maneras: acusaciones, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo desconocido, o también poner todo en lo personal, sin distinguir entre “el acto, el actor y la acción”.
“La ausencia de reacción es signo de muerte”. Por lo tanto, admitió que las buenas resistencias son admisibles: “necesarias y merecen de ser escuchadas”.
Francisco admitió lo delicado del “proceso” de reforma y que se necesita “continuo discernimiento”, con “evangélica valentía”, “con eclesial sabiduría”, con “escucha activa”, “con tenaz acción”, con “positivos silencios”, con “decisiones firmes”.
Asimismo, exhortó a la “incondicional obediencia”, con responsable potestad, con “mucha oración” y “profunda humildad”. “Pero en primer lugar abandonarse a la segura guía del Espíritu Santo”. En este punto pidió: “oración, oración, oración”.
Criterios de la reforma del papa Francisco
1. Individualidad (Conversión personal)
“Vuelvo a reiterar la importancia de la conversión individual, sin la cual sería inútil cualquier cambio en las estructuras. El alma de la reforma son los hombres a los que va dirigida y la hacen posible. En efecto, la conversión personal sostiene y fortalece a la comunitaria”, expresó el Papa.
“Hay un fuerte vínculo de intercambio entre la actitud personal y la comunitaria. Una sola persona es capaz de hacer tanto bien a todo el cuerpo, pero también podría dañarlo y enfermarlo. Y un cuerpo sano es el que sabe recuperar, acoger, fortalecer, sanar y santificar a sus propios miembros”, abundó.
2. Pastoralidad (Conversión pastoral)
“Recordando la imagen del pastor (cf. Ez 34,16; Jn 10,1-21) y siendo la Curia una comunidad de servicio, «nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra misión”, exhortó Francisco.
“Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir, cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta ignorado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, sobre todo aquí, el cuidado atento del Buen Pastor. Detrás de los papeles hay personas”, continuó.
El compromiso de todo el personal de la Curia, reiteró sucesivamente “ha de estar animado por una pastoralidad y una espiritualidad de servicio y de comunión, ya que este es el antídoto contra el veneno de la vana ambición y de la rivalidad engañosa”.
Francisco rememoró las palabras del beato papa Pablo VI, quien alertaba: “que la Curia Romana no sea, por tanto, una burocracia, como injustificadamente algunos la juzgan; pretenciosa y apática, sólo canonista y ritualista, una palestra de escondidas ambiciones y de sordos antagonismos como otros la acusan, sino una verdadera comunidad de fe y de caridad, de oración y de acción; de hermanos y de hijos del Papa, que lo hacen todo, cada cual respetando la competencia ajena y con sentido de colaboración, para ayudarle en su servicio a los hermanos e hijos de la Iglesia universal y de toda la tierra”.
3. Misionariedad, mirar siempre hacia Cristo
“Es la finalidad principal –prosiguió- de todos los servicios eclesiásticos, es decir, llevar la buena nueva a todos los confines de la tierra, como nos recuerda el magisterio conciliar, porque ‘hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin ‘fidelidad de la Iglesia a la propia vocación’, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo”.
4. Racionalidad
“Basado en el principio de que todos los Dicasterios son jurídicamente iguales entre sí, se veía la necesidad de una racionalización de los organismos de la Curia Romana, para poner de relieve que cada Dicasterio tiene sus propias competencias”, explicó.
Los dicasterios al servicio de la unidad, es decir del Papa como garante. “Dichas competencias deben ser respetadas y, también, distribuidas de forma racional, eficaz y eficiente. Ningún dicasterio se puede atribuir la competencia de otro dicasterio, según lo establecido por el derecho, y por otro lado todos los dicasterios hacen referencia directa al Papa”.
5. Funcionalidad
La eventual fusión de dos o más dicasterios “competentes en materias análogas o estrechamente relacionadas en un único Dicasterio sirve, por un lado, para dar al mismo dicasterio mayor relevancia (incluso externa); por otro lado, la contigüidad e interacción de entidades individuales dentro de un único dicasterio ayuda a tener una mayor funcionalidad”.
En este caso, los dos nuevos dicasterios de reciente constitución: el dedicado a los Laicos, la Vida y la Familia; y el que se concentrará en el Desarrollo Humano Integral.
El Obispo de Roma indicó que se “requiere también la revisión continua de las funciones y de la relevancia de las competencias y de la responsabilidad del personal y, por lo tanto, la realización de traslados, incorporaciones, interrupciones e incluso promociones”.
6. Modernidad (Actualización)
“O sea la capacidad de saber leer y escuchar los ‘signos de los tiempos’. En este sentido: ‘proveemos con prontitud a que los dicasterios de la Curia Romana se acomoden a las situaciones de nuestro tiempo y se adapten a las necesidades de la Iglesia universal’. Esto fue solicitado por el Concilio Vaticano II: ‘los Dicasterios de la Curia Romana sean reorganizados según las necesidades de los tiempos, los países y de los ritos, especialmente en cuanto al número, nombre, sus competencias, modo de proceder y la coordinación de sus actividades”.
7. Sobriedad
En esta perspectiva, “es necesaria una simplificación y agilización de la Curia: la unión o fusión de dicasterios según las materias de competencia y la simplificación interna de algunos dicasterios; la eventual supresión de departamentos que ya no responden más a las necesidades contingentes”.
“La inclusión en los dicasterios o reducción de comisiones, academias, comités, etc., todo con vistas a la indispensable sobriedad necesaria para un testimonio más correcto y auténtico”.
8. Subsidiaridad
El Papa ha señalado el criterio de la “reorganización de competencias específicas de los diversos dicasterios, trasladándolas, si es necesario, de un dicasterio a otro, para lograr autonomía, coordinación y subsidiariedad en las competencias y más interrelación en el servicio”.
“En este sentido, también es necesario respetar los principios de subsidiariedad y racionalidad en la relación con la Secretaría de Estado y dentro de la misma —entre sus diferentes competencias— para que en el ejercicio de sus funciones sea la ayuda más directa e inmediata del Papa; además, para una mejor coordinación de los distintos sectores de los dicasterios y de los departamentos de la Curia”.
Un punto clave son los criterios de la reforma que están relacionados con la Secretaría de Estado que, “llevará a cabo esta importante función, precisamente mediante la unidad, la interdependencia y la coordinación de sus secciones y diferentes sectores”.
9. Sinodalidad
“El trabajo de la Curia tiene que ser sinodal: reuniones periódicas de los jefes de dicasterio, presididas por el Romano Pontífice; audiencias de trabajo con regularidad de los jefes de dicasterio; reuniones interdicasteriales usuales”.
Así, “la reducción del número de dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y sistemáticos de cada uno de los prefectos con el Papa, y eficaces reuniones de los jefes de los dicasterios, que no pueden ser tales cuando se trata de un grupo tan grande”.
La sinodalidad, extendió, “también debe vivirse dentro de cada dicasterio, dando especial importancia al Congreso y, al menos, mayor frecuencia a la Sesión ordinaria. Dentro de cada dicasterio se debe evitar la fragmentación que puede ser causada por varios factores, como la proliferación de sectores especializados, que pueden tender a ser autorreferenciales. La coordinación entre ellos debería ser tarea del secretario, o del subsecretario”.
10. Catolicidad: más mujeres y laicos en la Curia
El Sucesor de Pedro destacó que “entre los colaboradores, además de sacerdotes y personas consagradas, la Curia debe reflejar la catolicidad de la Iglesia a través de la contratación de personal proveniente de todo el mundo, de diáconos permanentes y fieles laicos y laicas, cuya selección debe hacerse cuidadosamente sobre la base de una vida espiritual y moral ejemplar, y de su competencia profesional”.
“Es oportuno proporcionar el acceso a un mayor número de fieles laicos, sobre todo en aquellos Dicasterios en los que pueden ser más competentes que los clérigos o los consagrados. De gran importancia es también la valoración del papel de la mujer y de los laicos en la vida de la Iglesia, y su integración en puestos de responsabilidad en los dicasterios, con particular atención al multiculturalismo”.
11. Profesionalidad
Francisco manifestó que “es esencial que cada dicasterio adopte una política de formación permanente del personal, para evitar el anquilosamiento y la caída en la rutina del funcionalismo”.
“Por otra parte, es esencial archivar definitivamente la práctica del promoveatur ut amoveatur. Esto es un cáncer”, dijo en referencia a la práctica de promover a una persona a otra función de rango superior, al menos honorífico, como único medio para alejarlo del cargo ocupado en ese momento.
12.Gradualidad (discernimiento)
“La gradualidad es el resultado del indispensable discernimiento que implica un proceso histórico, plazo de tiempo y de etapas, verificación, correcciones, pruebas, aprobaciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma”.