Adviento, tiempo de ternuraEl Adviento es tiempo de ternura. De ella me gustaría hablar durante este Adviento. ¿Qué os parece, Jaime y todos los que nos leéis? Un hospital de campaña, que somos los que estamos en el camino y acogemos al que pasa, o los que abrimos nuestras casas para curar, siendo presencia del Salvador… ¿no es acaso un lugar de ternura?
Las madres saben lo que es la ternura; las que pierden a sus hijos, también. Como la mujer de la que hablas. La última palabra de una madre al hijo que pierde será la misma que se dan los amantes: «Tú no morirás».
Yo he vivido estas semanas el drama de Joaquín, un joven que nunca fue abrazado por padre alguno. Cuando desarrolló las fortalezas que no le había dado el afecto progenitor, estas se convirtieron inmediatamente en armaduras y armamentos. Joaquín, al no ser rodeado de amor en la infancia, se rodeó inconsciente y paulatinamente, de hostis, enemigos públicos, y de inimicus, enemigos privados. Toda persona a su alrededor era lo uno o lo otro. ¿Cómo cambiar este campo de batalla en una vida humana capaz de acoger la comunicación, la convivencia y el vínculo? A través de la ternura.
«¿Qué ternura cambiará el mundo?» La que se contempla en Adviento: la de un Dios que acepta nuestra dolorosa ternidad [ndr. fragilidad] y la de una madre, María, que abraza con ternura la increíble ternidad de Dios. Contemplando a María y al Hijo de Dios hecho hombre. Y reproduciendo la estampa con cada persona que Él pone ante nosotros.
Como Joaquín hay muchos. Unos hacen evidente la falta de amor; otros, la disfrazan. Pero necesitan la palabra, la compañía, la caricia, la mirada, el abrazo, la sonrisa que deshaga cualquier armadura. ¿Qué os parece si hablamos y acogemos con ternura al otro, si ofrecemos más sonrisas, si no desdeñamos el abrazo y la caricia como vía de contacto que puede hablar de un amor cercano, si contactamos más con las personas que con el iPhone, mail, iPad…? El Adviento y la Navidad son los iconos de la ternura. Y están aquí, al alcance de la mano. ¿Rechazará Joaquín al final el ser amado tal y como es?
Madre Prado González Heras
Priora del monasterio de la Conversión. Hermanas Agustinas
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega