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Hay una limpieza étnica y no te estás enterando

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FAMSI/Javier Arcenillas CC

John Burger - publicado el 14/12/16

Informes sobre el uso excesivo de la fuerza y otras serias violaciones a los derechos humanos contra las minorías religiosas en Birmania

¿Está teniendo lugar una limpieza étnica justo delante de nuestras narices? El anterior secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan viajó la semana pasada a Birmania para confirmarlo.

Aung San Suu Kyi, dirigente de Birmania y ganadora del Premio Nobel de la Paz, escogió a Annan para encabezar la comisión consultiva que habría de encontrar soluciones duraderas para el conflicto en el estado birmano sudoccidental de Rakáin. En este lugar se producen enfrentamientos entre las autoridades birmanas y la minoría musulmana de los rohinyá. Algunos llegan a calificar este conflicto de limpieza étnica.

Associated Press informó de que Adama Dieng, asesor especial sobre la prevención del genocidio para la ONU, había manifestado a finales de noviembre su preocupación en relación a informaciones sobre un excesivo uso de la fuerza y otras graves violaciones de los derechos humanos contra civiles, en particular rohinyás, incluyendo ejecuciones extrajudiciales, torturas, violaciones y la destrucción de propiedad religiosa.

Hay aproximadamente un millón de rohinyás en una Birmania predominantemente budista, con 52 millones de personas, y aunque llevan varias generaciones de convivencia, la mayoría considera a la comunidad rohinyá unos intrusos del país vecino Bangladés, según explica AP.

Bangladés, que cobija a muchos refugiados rohinyás, también se niega a reconocerlos como ciudadanos. “El rohinyá es probablemente el pueblo con menos amigos en el mundo. Simplemente no tienen a nadie que les defienda en absoluto”, decía en 2009 Kitty McKinsey, portavoz del Alto Comisionado para Refugiados de la ONU.

La comunidad musulmana rohinyá saltó a las noticias a principios de 2015, cuando decenas de miles de ellos empezaron a migrar por mar. Más tarde ese mismo año, el papa Francisco declaró que el tratamiento de las autoridades birmanas hacia los rohinyá constituye un acto de guerra.

Así, el papa invitaba a pensar en “nuestros hermanos rohinyá […].Los han echado de un país y de otro y de otro, y van por mar. Cuando llegan a un puerto o a una playa, les dan un poco de agua y un poco de comida y los vuelven a echar al mar”.

Sin embargo, hasta hace poco habían salido del radar de los medios. En octubre, unos atacantes sin identificar asesinaron a nueve agentes de policía en puestos a lo largo de la frontera con Bangladés. Aldeanos rohinyás, provistos de armas caseras, se enfrentaron a las tropas birmanas. Un número indeterminado de aldeanos, junto con un puñado de soldados y agentes, murieron en los consiguientes enfrentamientos entre los aldeanos y los militares birmanos. Informa AP:

Grupos de solidaridad hacia los rohinyá afirman que varios cientos de civiles han sido asesinados desde octubre. El grupo Human Rights Watch, con sede en Nueva York, manifiesta que las imágenes por satélite muestran 1.250 casas y otras estructuras arrasadas por el fuego. En 2012, la violencia entre las comunidades rohinyá y budista terminó con la muerte de cientos de personas y forzó a otras 140.000 —predominantemente rohinyás— a abandonar sus hogares hacia campamentos para desplazados internos. Cerca de 100.000 permanecen aún en estos campamentos precarios, dependientes de la caridad.

“Existen alegatos contra graves abusos por parte de las fuerzas de seguridad birmanas, incluyendo arrestos arbitrarios, ejecuciones extrajudiciales y violaciones”, revela Human Rights Watch. “Gran parte de las áreas afectadas siguen siendo inaccesibles para las organizaciones internacionales de ayuda”.

En una declaración de mediados de noviembre, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Rangún, dijo que la paz es el “bien supremo de todos los ciudadanos y de las comunidades de Birmania”.

“La democracia está todavía en su etapa inicial”, expresó el cardenal, “[pero] la pesadilla de la guerra continúa”. Hay más de 200.000 desplazados internos. A los viejos conflictos se suman otros nuevos. La presencia de refugiados multiplica la trata de personas y el tráfico de las drogas, y la violencia amenaza con explotar en las comunidades”.

El cardenal apeló a los líderes políticos, jefes militares, líderes de grupos armados, partidos políticos étnicos y grupos sociales civiles para que “exploraran una política común para la resolución de conflictos. Hacemos un llamamiento a todos los líderes religiosos para que sean un instrumento de paz”.

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derechos humanosdiscriminacionpueblos originariosviolencia
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