Producida por Terrence Malick e interpretada por Martin SheenJulio Quintana debuta en el largometraje con una película muy singular. Por un lado, se trata de una producción familiar, ya que si él es el guionista y director, su esposa Marla es la productora y su hermano Lucas el actor protagonista. Por otro lado es una película muy de autor, muy personal, con una vocación no principalmente comercial.
Por ello no es de extrañar que Terrence Malick –el Tarkovski del siglo XXI-, para el que trabajó Julio en un par de ocasiones, haya accedido a intervenir como Productor ejecutivo en el film de su amigo. Quintana recurrió a Martin Sheen por indicación de Malick. No sólo por ser católico, sino por haber vivido una experiencia cercana a la muerte en el rodaje de Apocalipsis now.
La película es eminentemente simbólica y alegórica. Y religiosa en un sentido amplio de la palabra. El argumento nos lleva a un lugar indeterminado del Caribe, una aldea de un país indefinido latinoamericano. Un tsunami ha arrasado la escuela, llevándose por delante a todos los niños del pueblo. El luto ha acabado con la alegría y ya nadie quiere tener hijos.
El sacerdote del pueblo, interpretado por Martin Sheen, ya no es escuchado porque la gente ha perdido la esperanza. Pero un día ocurre algo que la gente quiere interpretar como una señal de que Dios no les ha olvidado.
La película está hecha de silencios, de conversaciones cortas, de imágenes muy sugerentes, de símbolos visuales, de cosas explicadas a medias. En definitiva, es una película que exige una participación activa del espectador, que debe hacer su propio recorrido. Es lo que podríamos llamar una película fundamentalmente espiritual. Minoritaria, pero muy valiosa.