El Pontífice inicia una serie de catequesis sobre la esperanza cristiana. “¡La esperanza no desilusiona, el optimismo sí!”
“Las primeras cosas que les suceden a las personas que se desprenden de Dios es que son personas sin sonrisa”, dijo el papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles 7 de diciembre en el aula Pablo VI del Vaticano.
En ocasión del Adviento, el tiempo de preparación para la Navidad, insistió en el mensaje evangélico de la esperanza y la sonrisa que viene de la presencia de Dios en el corazón (cfr Is 40, 1-2a.3-5).
El Pontífice insiste en que las personas vuelvan a sonreír llevadas por la sencillez de la fe ante lo que llamó “los tiempos oscuros” en los que vivimos, pero de los cuales se puede salir con la esperanza en Dios como de un desierto que se transforma en un jardín florido.
“Nosotros no podemos negar que el mundo de hoy vive una crisis de fe. Sí, yo creo en Dios, soy cristiano, yo estoy en esa religión, pero tu vida está lejos de ser cristiana y de Dios”, advirtió.
Asimismo, invitó a seguir el modelo de Jesús que según la tradición nació en un pesebre rodeado de gente sencilla. “El cristiano necesita hacerse pequeño para este mundo” como María y José, Zacarías e Isabel o los pastores”.
“Eran insignificantes para los grandes y poderosos de entonces, pero sus vidas estaban llenas de esperanza, abiertas a la consolación de Dios”.
Esperanza en tiempos oscuros
“Tenemos tanta necesidad” de esperanza en estos tiempos “oscuros” en los que “nos sentimos muchas veces perdidos ante el mal, la violencia que nos rodea, delante al dolor de muchos de nuestros hermanos… Necesitamos esperanza”. También cuando nos sentimos “perdidos y un poco desanimados, porque somos impotentes y creemos que esta oscuridad nunca acabará”.
En su catequesis ante 6.000 fieles, invitó a no abandonar la esperanza, porque “Dios con su amor camina con nosotros”. “¡Yo espero porque Dios camina conmigo! […]Dios no nos deja solos”, dijo.
En referencia al tiempo de Adviento, es decir las cuatro semanas que preparan a la celebración de la Navidad, Francisco instó a entrar en el misterio de la Encarnación y de la luz reconfortante de la Navidad y citó al profeta Isaías, el gran mensajero de la esperanza.
Francisco recordó el pueblo de Israel que lo había perdido todo en exilio (la patria, la libertad, la dignidad, la confianza en Dios), atravesando el desierto entre obstáculos y traspiés por un camino de salvación y de liberación.
“El desierto es un lugar donde es difícil vivir, pero precisamente allí ahora se podrá caminar para volver no sólo a la patria, sino volver a Dios y volver a esperar y a sonreír”.
“Cuando nosotros estamos en la oscuridad, no nos viene la sonrisa, es precisamente la esperanza la que nos enseña a sonreír en ese camino para encontrar a Dios”, expresó.
El desierto de la vida
“Las primeras cosas que les suceden a las personas que se desprenden de Dios es que son personas sin sonrisa… a lo mejor son capaces de una gran risotada; una ocurrencia y una carcajada, pero les falta la sonrisa, la sonrisa solamente la da la esperanza, la sonrisa de la esperanza de encontrar a Dios”, afirmó Francisco al margen de las hojas preparadas y mirando a los presentes.
El Papa usó la metáfora del desierto para hablar de la dureza de la vida y de sus pruebas. Sin embargo, invitó a confiar en Dios para que la “vida” sea “bella y larga”. Un camino que se convierte en “una autopista”.
“Eso sí, no perder nunca la esperanza, es suficiente seguir creyendo, siempre, a pesar de todo”, reiteró.
La sonrisa de los más pequeños
“Cuando nosotros nos encontramos ante un niño -a lo mejor tendremos tantos problemas y dificultades-, nos viene de dentro la sonrisa, la sencillez, porque nos encontramos ante la esperanza; un niño es una esperanza y así debemos ver en la vida, en este camino, la esperanza de encontrar a Dios, que se ha hecho niño por nosotros”.
El Papa habló de un camino de preparación a la llegada del Señor como indica Isaías, como una voz que grita en el desierto la pérdida de fe.
“Nosotros no podemos negar que el mundo de hoy vive una crisis de fe. Sí, yo creo en Dios, soy cristiano, yo estoy en esa religión, pero tu vida está lejos de ser cristiana y de Dios”, advirtió.
El Papa exhortó a volver a Dios y preparar el encuentro -como dice Juan Bautista- con este niño.
Igualmente, rememoró el contexto histórico del nacimiento de Jesús en medio de un pueblo oprimido por el Imperio Romano, hecho “extranjero en su propia patria”, “gobernado por ocupantes poderosos” que deciden sobre sus vidas.
Dios hace la historia con los más pequeños
El Obispo de Roma recordó que la “verdadera historia” que quedará para “la eternidad” no la hicieron por “los poderosos”, sino que se realizó “por Dios junto con los más pequeños”. “Dios con María, con Jesús, Dios con los más pequeñines”.
“Esos pequeños y sencillos que encontramos alrededor del nacimiento de Jesús -Zacarías e Isabel (ancianos y marcados por la esterilidad), María joven muchacha prometida de José, los pastores que eran despreciados y no contaban nada,…- son los pequeños hechos grandes por su fe, pequeños que saben continuar esperando… La esperanza es una virtud de los pequeños, los grandes, los satisfechos no saben de la esperanza, no conocen lo que es”.
“Son ellos los pequeños, con Dios, con Jesús, los que transforman el desierto del exilio de la soledad desesperada, del sufrimiento, en un camino plano para ir al encuentro de la gloria del Señor”, aseguró Francisco.
Por lo tanto, el Papa invitó a no perder la esperanza. “Dejémonos enseñar la esperanza, esperemos con confianza la llegada del Señor, y cualquiera que sea el desierto, cada uno sabe el desierto por el que camina, se convertirá en un jardín florecido”.
Por último, pidió a los presentes gritar a coro: “¡La esperanza no desilusiona!”.
Apelo contra la corrupción y los derechos humanos
Tras saludar a los fieles y peregrinos presentes en la audiencia, el Papa dirigió un apelo particular con motivo de la Jornada promovida por las Naciones Unidas Contra la Corrupción (9 de diciembre) y a favor de los derechos humanos (10 de diciembre).
“La corrupción es un aspecto negativo por combatir, a partir de la conciencia personal y de supervisar las áreas de la vida civil, especialmente aquellas con mayor riesgo”.
El Sucesor de Pedro pidió tutelar los derechos humanos y promoverlos “con decisión siempre renovada, ya que nadie está excluido del reconocimiento efectivo de los derechos fundamentales de la persona humana. Que el Señor nos sostenga en este doble compromiso”.
El Pontífice saludó a los fieles de idioma español. “Pidamos al Señor la gracia de trasformar el desierto de nuestra vida, de nuestro sufrimiento y de nuestra soledad, en un camino llano que nos lleve al encuentro con el Señor y con los hermanos. Dios les bendiga”.
La audiencia concluyó con el canto del Padrenuestro y la bendición apostólica.