Dejarse cambiar por Jesús. Permitir que Dios nos «re-cree». Es el llamado que lanzó Papa Francisco en la homilía de esta mañana, 5 de diciembre de 2016, durante la Misa en la capilla de la Casa Santa marta, según indicó la Radio Vaticana. El Pontífice advirtió que es necesario evitar barnizar un poco los propios pecados sin avergonzarse de verdad, porque el cambio de Jesús no es maquillaje, sino transformación del corazón.
El obispo de Roma subrayó que solo dando «nombre y apellido» a los propios errores se permite que el Señor «nos haga personas nuevas».
Papa Bergoglio comenzó citando la Primera Lectura de hoy, que «nos habla de renovación»: «El desierto florecerá, los ciegos verán, los sordos oirán». Francisco dijo que todo será cambiado: «de feo a bello, de malo a bueno». «Un cambio para mejor», añadió el Pontífice y recordó que esto era lo que el Pueblo de Israel esperaba del Mesías.
Al comentar el Evangelio del día, el Santo Padre afirmó que Jesús curaba, «hacía ver un camino de cambio a la gente, razón por la cual la gente lo seguía». Y observó que no lo seguía «porque era de actualidad: sino que lo seguía porque el mensaje de Jesús llegaba al corazón». Y después, añadió, «el pueblo veía que Jesús curaba y lo seguía» también por esto. «Pero lo que hacía Jesús no era sólo un cambio de feo a bello, de malo a bueno: Jesús ha hecho una transformación. No es un problema de hacer bello, no es un problema de maquillaje —dijo Bergoglio—, de cosmético: ¡ha cambiado todo desde adentro! Ha cambiado con una re-creación: Dios había creado el mundo; el hombre ha caído en pecado; viene Jesús a re-crear el mundo. Y éste es el mensaje, el mensaje del Evangelio, que se ve claro: antes de curar a aquel hombre, Jesús perdona sus pecados. Va allí, a la re-creación, re-crea a aquel hombre de pecador a justo: lo re-crea como justo. Lo hace nuevo, totalmente nuevo. Y esto escandaliza: ¡esto escandaliza!».
Por ello, afirmó el Papa, los Doctores de la Ley «comenzaron a discutir, a murmurar», porque no podían aceptar su autoridad. Jesús, recordó, «es capaz de hacer de nosotros pecadores, personas nuevas». Es algo que «intuyó Magdalena», que era sana «pero tenía una llaga dentro: era una pecadora». Intuyó, por tanto, que «aquel hombre podía curar no el cuerpo, sino la llaga del alma. ¡Podía re-crearla!. Y para esto se necesita tanta fe».
Que el Señor, prosiguió diciendo el Pontífice, «nos ayude a prepararnos a la Navidad con gran fe», porque «para la curación del alma, para la curación existencial, la re-creación que trae Jesús, se necesita gran fe». «Ser transformados – reafirmó – ésta es la gracia de la salud que trae Jesús». Y es necesario vencer la tentación de decir «yo no puedo», sino en cambio dejarnos «transformar», «re-crear por Jesús». «Ánimo» es la palabra de Dios.
“Todos somos pecadores, pero mira la raíz de tu pecado y que el Señor vaya ahí y la re-cree; y aquella raíz amarga florecerá, florecerá con las obras de justicia; y tú serás un hombre nuevo, una mujer nueva —explicó Papa Francisco. Pero si nosotros: ‘Sí, sí, yo tengo pecados; voy, me confieso… dos palabritas, y después continúo así…’, no me dejo re-crear por el Señor. Sólo dos pinceladas de pintura ¡y creemos que con esto se ha terminado la historia! ¡No! Mis pecados, con nombre y apellido: yo he hecho esto, esto, esto ¡y me avergüenzo dentro del corazón! Y abro el corazón: ‘Señor, lo único que tengo. ¡Recréame! ¡Recréame!’. Y así tendremos el coraje de ir con verdadera fe (como hemos pedido) hacia la Navidad».
Siempre, añadió, «tratamos de esconder la gravedad de nuestros pecados». Por ejemplo cuando rebajamos la envidia. Ésta, en cambio, dijo Francisco, «¡es una cosa feísima! Es como el veneno de la serpiente», ¡que trata «de destruir al otro!».
El Papa animó a «ir al fondo de nuestros pecados», y después a dárselos al Señor, para que Él «los borre y nos ayude a ir adelante con fe». Y subrayó este pasaje, relatando la anécdota de un Santo, «estudioso de la Biblia» que tenía un carácter demasiado fuerte, con tantos movimientos de ira y que pedía perdón al Señor, haciendo tantas renuncias y penitencias: «El Santo, hablando con el Señor decía: ‘¿Estás contento, Señor?’ – ‘¡No!’ – ‘¡Pero te he dado todo!’ – ‘No, falta algo…’. Y este pobre hombre hacía otra penitencia, otra oración, otra vigilia: ‘¿Te he dado esto, Señor? ¿Está bien?’ – ‘¡No! Falta algo…’ – ‘Pero, ¿qué cosa falta, Señor?’ – ¡Faltan tus pecados! ¡Dame tus pecados!’. Esto es lo que hoy el Señor nos pide a nosotros: ‘¡Coraje! Dame tus pecados y yo te haré un hombre nuevo y una mujer nueva’. Que el Señor —concluyó— nos dé fe, para creer esto».