El departamento atraviesa una etapa de reconstrucción; otros desafíos se presentan fundamentales para su futuro Se trata de uno de los 32 departamentos de Colombia, situado en la zona suroeste del país. En los últimos años la violencia desatada por el conflicto armado entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) la afectó de manera peculiar.
Hoy en día, este departamento denominado Caquetá atraviesa una etapa de reconstrucción motivada por el proceso de negociación de paz de los últimos años, pero al mismo tiempo empiezan a aparecer otros temores y desafíos que poco tienen que ver con aquellos iniciales llenos de muerte y destrucción.
En la década del 80 las FARC se hicieron presentes en el departamento, da cuenta el especial de El Espectador de Bogotá “Colombia 2020, construyendo el futuro” y a partir de ese momento la calma dejó de reinar en el lugar.
Según el relato, el partido pactado entre el presidente de aquel entonces en Colombia, Belisario Betancur, y las FARC, denominado Unión Patriótica (UP) se hizo fuerte en la región.
Pero el tiempo llevó a que el pacto sufriera una ruptura y esto terminó generando uno de los períodos más sangrientos en la historia de la localidad. Entre 1984 y 1999 fueron asesinados 120 miembros de la UP y la violencia continuó.
Del mismo modo, el negocio de la cocaína en la región también se empezó a fortalecer y las FARC también se involucraron. Tranquilandia, el laboratorio de cocaína más recordado de Colombia y vinculado a la figura del famoso narcotraficante Pablo Escobar, estaba ubicado en esa región y fue desmantelado.
Desde que el proceso de paz empezó a cobrar fuerza en Colombia, la paz también comenzó a ganar espacio en el lugar.
La plantación de caucho, como algo alternativo, sustentable y en armonía con el medioambiente, fue fundamental para acompañar el proceso, principalmente con el fortalecimiento del Comité de Caucheros del Municipio de El Doncello.
Esto provocó que muchas familias campesinas que se dedicaba a cultivar coca pasaran a probar con el caucho, decisión que cuenta con el respaldo del Estado. Y de alguna manera esto también colabora con la reinserción social de muchos que debido al conflicto armado han tenido que esconderse y permanecer en el anonimato.
No obstante, otros desafíos también se presentaron con fortaleza y de cómo se los afronte dependerá el futuro del departamento. En el nuevo escenario aparecen las petroleras. Varios integrantes de la comunidad ya expresaron reparos y están dispuestos a defender sus territorios.
Por ejemplo, este fue uno de los motivos adjudicados al triunfo del NO en el plebiscito del pasado 2 de octubre, dejando de manifiesto un fuerte descontento y una clara respuesta a las autoridades.
La decisión en las urnas sobre el ingreso de las petroleras en el territorio es lo que se avizora más cerca en el horizonte. Sin dudas una nueva instancia clave y fundamental para no dejar trunco un esfuerzo de tantos años para apaciguar una región que logró vencer a la violencia armada, pero que ahora enfrenta nuevos desafíos.