Recuerda demasiado en su trama principal a “Encadenados”, con aderezos de “Sospecha”, del genial directorEl argumento nos lleva a la inagotable –o agotadora- Segunda Guerra Mundial. En Marruecos, en 1942, Max (Brad Pitt) y Marianne (Marion Cotillard) son dos espías aliados que coinciden en una misión contra un embajador del III Reich. En el transcurso de esa operación se enamoran, y al terminarla deciden casarse. Llevan una vida feliz hasta que se descubre algo que puede arruinar su relación.
La película recuerda demasiado en su trama principal a Encadenados, de Alfred Hitchcock, con aderezos de Sospecha, del mismo director. En ese sentido no mejora ni añade mucho a aquellas obras maestras del suspense. Y este es un indudable reproche que merece la película. Aunque el guion lo firma Steven Knight, responsable de buenos libretos como El caso Fisher, Amazing Grace o Promesas del este.
Pero no estamos ante una película desdeñable. Por una lado la puesta en escena, muy clásica, está bien llevada y funciona, y demuestra una vez más el oficio de Zemeckis, casi siempre de tono spielbergiano. Por otra parte, la talla de los actores, especialmente de Marion Cotillard, refuerza enormemente la película, que en otras manos hubiera dado por resultado un film mucho más anodino.
El film quiere entreverar el drama humano con una trama de espionaje bélico, y nos habla de unos personajes que se debaten entre sus sentimientos humanos y el destino que les viene impuesto por el bando de la guerra que les ha tocado. Al final vence un cierto fatalismo, quizá lo menos spielbergiano del film, y lo más discutible. Por esto, y por algunas escenas, la película es apta sólo para adultos. Algo que no ocurre con la de Hitchcock.