“¿Tú qué haces?”: una pregunta (innecesaria) que es sintomática de los “valores” que preocupan a nuestra sociedadLos australianos Brad y Sarah Kearns están casados desde hace poco tiempo y decidieron organizar su vida de una manera simplemente escandalosa para el mundo “igualitario” y “liberal” de hoy en día: por preferencia de la propia Sarah, que ha trabajado durante 7 años en el servicio de atención a emergencias, ella hoy se queda en casa y cuida a los hijos de la pareja, para garantizarles la mejor atención posible. Mientras tanto, Brad se encarga de trabajar fuera para sostener a la familia, además de participar activamente en la vida familiar y doméstica.
En cierta ocasión, fueron invitados a una boda. Brad y Sarah compartieron la mesa con otros invitados, a quienes no conocían. Durante la conversación, surgió una de las más típicas preguntas que forman parte de la llamada “vida social” contemporánea:
“¿Tú qué haces?”
Se trata de una pregunta que, de tan usada, de tan común, de tan omnipresente en las conversaciones entre personas que ni siquiera se conocen, parece hasta normal y adecuada en el contexto de una primera presentación. Mientras tanto, en la mayoría de las ocasiones, es una pregunta totalmente innecesaria y, por eso mismo, altamente sintomática del tipo de “valores” que más preocupan a nuestra sociedad.
Mucho más que interesarse por “quién” eres tú, el mundo se ha acostumbrado a querer saber “qué” eres tú, como si la profesión definiera a la persona; es una forma, finalmente, de validar “cuánto tienes”, que, a fin de cuentas, es lo que se concluye de las respuestas a este tipo de pregunta limitada.
No es que preguntar lo que alguien hace sea en sí mismo malo; hay varios contextos, sobre todo profesionales y académicos, que vuelven esta pregunta oportuna y hasta obligatoria. Lo que está mal es el juicio, implícito o explícito que, casi por patrón, acostumbra acompañar a esa pregunta en contextos informales en los cuales ni siquiera necesitaría formularse.
Cuando Brad explicó lo que él y su esposa hacían, el hombre que estaba en su mesa miró inmediatamente a Sarah, comentando a modo de “pregunta retórica”:
“Ah, ¿entonces tú te quedas en casa y cuidas de los niños?”
Este comentario, en sí mismo, tampoco es ofensivo. Lo que puede ser profundamente desagradable es el tono, es la expresión del rostro, es esa mezcla de “sorpresa” con “desdén”. Es como decir sin palabras: “¡Miren, miren, vean eso! ¡Una ama de casa! ¡Qué cosa más pintoresca! ¡Qué arcaico, qué increíble! Saquen fotos de esa criatura de museo!”.
Brad decidió desahogarse en su perfil de Facebook:
“Yo estoy muy orgulloso de ella y de nuestra decisión, que nos ha traído más reconocimiento y recompensas que las que aquel bobo jamás entenderá. De cierta forma, él juzgó incluso antes de preguntar. Me encanta el deseo de Sarah de aprovechar este tiempo de la vida para cuidar de nuestros hijos preciosos. Esta es una oportunidad que ella nunca más tendrá. Si yo tuviera la oportunidad, dejaría mi trabajo mañana mismo y me dedicaría sólo a criar a mis hijos, siendo el mejor padre que pudiera ser”.
Brad, que terminó el post pidiendo a las personas no juzgar, se ha vuelto famoso en varios países por sus posts llenos de personalidad en las redes sociales sobre la vida de padre junto a su esposa en el cuidado de sus hijos.