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Rogue One. Problemas en la Galaxia

Ramón Monedero - publicado el 14/11/16

Aunque nadie duda que la nueva aventura de Star Wars será un éxito flota en el aíre la sensación de que no va a ser una película rodada por un director de cine sino la imposición de un ejecutivo de un estudioA un mes del estreno de Rogue One. Una historia de Star Wars el silencio es absoluto en torno a su producción. La publicidad comienza a machacarnos desde la distancia para recordarnos que a partir de ahora, y hasta nuevo aviso, las navidades son suyas.

Mientras tanto, imagino que a Rogue One le estarán dando forma sus productores y no su director. Esta es una fórmula de trabajo bastante frecuente en Hollywood y sobre todo en superproducciones como esta. El director no es más un asalariado, un empleado al que se le contrata para que se cumplan los tiempos en el set de rodaje pero poco más. Cuando haya que darle forma a la película serán los ejecutivos de los estudios, los que no tienen ni idea de cine, los que se encargaran de fabricar un éxito de taquillas como hamburguesas se hacen en un Mc Donalds.

Para Rogue One eligieron a un director, de entrada, con un margen de riesgo significativo. Gareth Edwards no era J.J. Abrams (El despertar de la fuerza) a quien todo el mundo ama aunque muchos no terminemos de entender por qué. Edwards venía con un historial como para haberlo sopesado antes de darle las riendas de Rogue One. Se había dado a conocer con una pequeña aunque interesante cinta de ciencia ficción titulada Monster, una historia de amor con monstruos venidos del espacio de fondo. La película fue un éxito y Hollywood, siempre atento a los nuevos talentos no se complicó la existencia y le ofreció dirigir otra película de monstruos, Godzilla. La película funcionó regular y aun así llamaron a Edwards para dirigir el acontecimiento de las próximas navidades, Rogue One.

Ya desde el principio la cosa sonaba extraña. Antes de haber rodado un solo plano Edwards dijo que Rogue One no se iba a parecer en nada a las anteriores entregas de Star Wars, y mucho menos a El despertar de la fuerza, que esta iba a ser una cinta mucho más sucia, guerrillera, a ras del suelo. Debió de ser más o menos aquí cuando en Disney se dieron cuenta de que no habían llamado al tipo adecuado.

El pasado verano el equipo al completo de Rogue One volvió a rodar nuevas escenas. Dicen que esta es una práctica habitual en superproducciones de este tipo (lo que en Hollywood llaman reshoots) y es verdad, pero lo que ya no es tan habitual es que no llamen a Edwards para rodar las nuevas escenas y en su lugar llamen a otro realizador, para la ocasión Tony Gilroy (Michael Clayton, El legado de Bourne…)

De hecho, la premura fue tal que se volvió a llamar al compositor de la banda sonora, Alexandre Desplat para que compusiera nueva música para las nuevas escenas pero el músico ya estaba comprometido con otro rodaje y tuvieron que buscar a un sustito, Michael Giacchino, para que compusiera toda la partitura en tan solo tres meses. Mala señal.

Obviamente, desde Disney se han apresurado a asegurar que todo va según lo planeado y que no hay nada por qué preocuparse pero los fans de medio mundo empiezan a oler a chamusquina y a verse venir otra película hecha por un ejecutivo de un estudio en vez de por un cineasta. Esperamos equivocarnos.

 

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