La persona que encuentro en mi barrio, en mi trabajo, en la calle es ser para amar como ama Dios, recordó el Papa en su última audiencia Jubilar de los sábados
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“¡Cómo son ciertas las palabras de Jesús, que invita a los que están cansados y agotados a ir a él para encontrar el descanso! Sus brazos extendidos en la cruz demuestran que nadie está excluido de su amor y de su misericordia”, dijo el papa Francisco este sábado 12 de noviembre de 2016 en la plaza de San Pedro.
Se trató de la última Audiencia Jubilar, una cita mensual con los peregrinos venidos de todo el mundo en ocasión del Año Santo, en esta oportunidad 30.000 peregrinos y fieles estuvieron presentes en el evento.
“Nadie está excluido del amor” de Dios y “de su misericordia, ni siquiera el más grande pecador. ¡Nadie! Todos estamos incluidos en su amor y en su misericordia“, abundó.
El Obispo de Roma ha predicado sobre “la inclusión”, mientras apenas ayer, viernes 11 de noviembre, pidió perdón a los pobres por los cristianos que cuando los ven les dan la espalda. Y ante seis mil personas excluidas venidas de varios países europeos, reunidas en el aula Pablo VI, ha recordado que tienen una dignidad a pesar de que puedan pasar por momentos difíciles y ser mirados con desprecio.
“Aquel que encuentro en mi barrio en mi trabajo es una persona para amar como ama Dios. ‘¡Pero, aquel es de éste u otro pueblo, de esta otra religión¡’ Es una persona que ama Dios y yo tengo que amarla: esto es incluir, esta es la inclusión”, sostuvo.
En la catequesis en italiano, Francisco rememoró que para Jesús nadie está excluido de la llamada de Dios (Mateo 11:28). “Depende de nosotros abrir el corazón, confiar en Jesús y aceptar este mensaje de amor, que nos hace entrar en el misterio de la salvación”, constató.
La inclusión de la misericordia fue presentada por el Papa a través de la imagen de Cristo que abre los brazos en la Cruz “para acoger sin excluir”.
Jesús acoge “sin clasificar a los demás de acuerdo a la condición social, lengua, raza, cultura, religión: en frente de nosotros sólo hay una persona para amar como Dios ama”.
¡Cuántas personas cansadas y oprimidas nos encontramos de nuevo hoy! En la calle, en las oficinas públicas, en los ambulatorios médicos… La mirada de Jesús descansa sobre cada uno de esos rostros, incluso a través de nuestros ojos.
¿Y cómo es nuestro corazón? ¿Es misericordioso? ¿Es nuestra manera de pensar y de actuar inclusivo?, preguntó Francisco.
De ahí, la llama del Evangelio “a todos a formar una familia de hermanos y hermanas, en la justicia, la solidaridad y la paz, y para ser parte de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo”.
“¡Nadie está excluido de su amor y de su misericordia, ni siquiera el más grande pecador. ¡Nadie! Todos estamos incluidos en su amor y en su misericordia”, reiteró.
Francisco instó a todos a no ser ‘obstáculos los unos de los otros’ de la misericordia del Padre “¡No excluyamos a nadie! De hecho, con humildad y sencillez seamos instrumentos de la misericordia inclusiva del Padre”, concluyó.
Texto completo de la catequesis del Papa
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En esta última audiencia del Jubileo en el día, sábado, me gustaría presentar un aspecto importante de Misericordia: la inclusión.
De hecho, Dios en su designio de amor, no quiere excluir a nadie, sino que quiere incluir a todos. Por ejemplo, a través del Bautismo, que nos hace sus hijos en Cristo, miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. Y nosotros los cristianos estamos animados a utilizar el mismos criterio: la misericordia es la forma de actuar, el estilo con el que tratamos de incorporar en nuestra vida los otros, evitando de cerrarnos en nosotros mismos y en nuestros valores egoístas.
En el pasaje del Evangelio de Mateo que acabamos de escuchar, Jesús dirige una invitación verdaderamente universal: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo os haré descansar” (11:28). Nadie está excluido de esta llamada, porque la misión de Jesús es revelar a todo el mundo el amor del Padre. Depende de nosotros abrir el corazón, confiar en Jesús y aceptar este mensaje de amor, que nos hace entrar en el misterio de la salvación.
Este aspecto de la misericordia, la inclusión, se manifiesta en abrir los brazos para acoger sin excluir; sin clasificar a los demás de acuerdo a la condición social, lengua, raza, cultura, religión: en frente de nosotros sólo hay una persona para amar como Dios ama.
Aquel que encuentro en mi barrio en mi trabajo es una persona para amar como ama Dios. ‘¡Pero, aquel es de éste u otro pueblo, de esta otra religión¡’ Es una persona que ama Dios y yo tengo que amarla: esto es incluir, esta es la inclusión.
¡Cuántas personas cansadas y oprimidas nos encontramos de nuevo hoy! En la calle, en las oficinas públicas, en los ambulatorios médicos… La mirada de Jesús descansa sobre cada uno de esos rostros, incluso a través de nuestros ojos. ¿Y cómo es nuestro corazón? ¿Es misericordioso? ¿Es nuestra manera de pensar y de actuar inclusivo?
El Evangelio nos llama a reconocer en la historia de la humanidad el diseño de un gran trabajo de inclusión, que respetando plenamente la libertad de cada persona, cada comunidad, cada pueblo, llama a todos a formar una familia de hermanos y hermanas, en la justicia, la solidaridad y la paz, y para ser parte de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo.
¡Cómo son ciertas las palabras de Jesús, que invita a los que están cansados y agotados a ir a él para encontrar el descanso! Sus brazos extendidos en la cruz demuestran que nadie está excluido de su amor y de su misericordia. ¡Nadie está excluido de su amor y de su misericordia, ni siquiera el más grande pecador. ¡Nadie! Todos estamos incluidos en su amor y en su misericordia.
La expresión más inmediata con la que nos sentimos bienvenidos e incluidos en él es la del perdón. Todos necesitamos ser perdonados por Dios. Y todos tenemos la necesidad de encontrar hermanos y hermanas que nos ayuden a ir a Jesús, a abrirnos al don que nos ha dado en la cruz.
¡No seamos obstáculos los unos de los otros! ¡No excluyamos a nadie! De hecho, con humildad y sencillez seamos instrumentos de la misericordia inclusiva del Padre. ¡La misericordia inclusiva del Padre, es así! La Santa Madre Iglesia prolonga en el mundo el gran abrazo de Cristo muerto y resucitado. También esta plaza (san Pedro), con su columnata, expresa este abrazo.
Comprometámonos en este movimiento de la inclusión de los demás, para ser testigos de la misericordia con la cual Dios ha acogido y acoge a cada uno de nosotros.
[Texto original: italiano]