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CINE Y VALORES Los idus de marzo: ¿Todo vale en política?

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Josep Maria Sucarrats - publicado el 09/11/16
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Thriller político actualísimo sobre la reducción de la política a hipocresía y afán de poder Los idus de marzo caen el día 15. Son famosos porque en el 44 antes de Cristo Julio César paseaba por el senado, justo al lado de la estatua de Pompeyo. Le había derrotado años antes. Y cosas de la vida, ¡zás! de golpe le atestan 23 cuchilladas rastreras. Se defiende, dice la leyenda, hasta que ve a Bruto. ¿Tu quoque? ¿También tú? Sí. No hay nada que hacer; ninguna resistencia es posible. Ni los tuyos te entienden. Traición. César deja caer la espada y se cubre el rostro para dignificar su muerte. Fin. La conjura se esfuma. El cuerpo inerte de César yace muerto y la historia ha cambiado para siempre.

Por fin llegó la hora decisiva de las elecciones norteamericanas. No es marzo, ni pintan idus, esos buenos augurios romanos. Ha habido sablazos hasta el final. Y para hablar de todo el embrollo electoral vivido, de sus estrategias y manipulaciones, Los idus de marzo se presenta como una película ideal. Y lo es porque no hace partidismos, que es la tentación fácil al hablar de política. Adaptación de la obra teatral Farragut North, de Beau Willimon, la cinta es una fábula moral sobre el valor de lo político nos puede hacer pensar sobre qué papel debemos esperar de nuestros dirigentes y candidatos.

El título es claro y nos lleva directamente a Roma y a la muerte de César. No hay que ser un lince, pues, para entender que el título de la cinta tendrá que ver con la resolución. Los idus de marzo afronta la decepción de Stephen Meyers (un increíble Ryan Gosling) ante la política. Meyers es joven, idealista, ambicioso y el jefe de prensa de Mike Morris (George Clooney), candidato demócrata a la presidencia. Son primarias y el joven admira a su candidato: es el perfecto defensor de la Constitución, el hombre que acabará con el mal e instaurará el gran sueño americano.

Pero en política a la mínima te salen enanitos… No puedes confiarte o te apuñalarán a traición. Meyers, ingenuo, se lía con las faldas de una becaria que guarda un secreto importante vinculado al candidato; y se lía en una conversación impropia con el jefe de campaña del otro candidato (Paul Giamatti) por afán de protagonismo. Total, que todas las ilusiones del joven se dan de bruces contra el suelo. Idus de marzo. ¿Hay alguien bueno? Habrá que elegir: ¿victoria o principios? ¿Política humana o inhumana?

En el fondo estamos ante la antigua discusión sobre la naturaleza de la política, reducida al común dilema político: ¿el fin justifica los medios? Clooney es crítico: si la política es lucha por el poder y no servicio, perdemos todos. Para ello, retrata con frialdad el mundo de los candidatos y los partidos, y su hipocresía. Dignidad, lealtad, integridad son palabras a las que recurren en sus discursos y principios que esquivan en sus vidas. Ayudan a la solidez de la crítica el elenco de actorazos de la cinta: el mimso Clooney, Seymour Hoffman, Giamatti, Gesling, Tomei, Wood… Prefieres no encontrártelos, menos por el Senado, y menos dándoles la espalda.

Pavese escribía tras recibir el premio: «Apoteosis en Roma, ¿y qué?». Ganarán las elecciones, ¿y qué? Todos los logros terminan así. Pero, ¿qué es lo que realmente está en juego? No solo la política, ni tan solo el bien común que busca. Lo que está en juego es el sujeto a quien va dirigida. El yo es el lugar donde se vive todo. Y existe un yo y un yo común, o mejor, un yo-con-vosotros. Antes que los programas, está el hombre. Arriesgar la política al poder personal es un atentado al yo, al nosotros, a ese cuerpo que se llama sociedad.

Clooney nos propone una trama eficaz y bien llevada que deja mal sabor adrede. Hay que salir a buscar al hombre, ir a por sus necesidades. La política solo será creativa si se lanza, libre de todo éxito, a servir. Todo lo que no sea esto será apoteosis en Roma ante un cuerpo muerto en el día de los idus de marzo.

 

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