No es tan sencillo ser fieles en este mundo que no valora tanto la perseveranciaMuchas veces oigo hablar de fidelidad. Ser fieles hasta la muerte. Ser fieles hasta la vida eterna. El amor es lo que posibilita que yo esté dispuesto a dar la vida por alguien. Por una persona. Por Dios.
San Pablo me dice: “Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo”. Constancia en Cristo. Constancia en el amor. La constancia de Dios en mi vida.
Quiero aprender a caminar siempre de la mano de Dios. Quiero ser constante en el amor. Constante en mi sí diario. Constante en mi fidelidad a Dios y a los hombres.
A veces me cuesta ser fiel. Me pasa lo que leía el otro día: “Nos desesperamos buscando una voz de afecto, alguien que nos aliente a seguir, que nos aplaudan, y nos feliciten. Buscamos lo temporal, porque no pensamos en la eternidad”[1]. Quiero un abrazo eterno ahora, un aplauso que no se apague. Para ser capaz de seguir luchando, de seguir dando la vida.
La constancia en la fidelidad hiere el alma. Está lleno el camino de renuncias y entrega. De ofrecimientos por amor. Es lo que me pide Dios. Que sea fiel en mi camino. Que no pierda nunca la esperanza. Que no cambie la ruta marcada. Que no deje de luchar a su lado en medio de la vida. Sea como sea. Sea donde sea. Una fidelidad probada.
No es tan sencillo ser fieles en este mundo que no valora tanto la perseverancia. Cambio de trabajo, de casa, de vida, de compañías. Las amistades eternas, los amores para siempre, la permanencia constante no se ven como un bien en sí mismos. Depende. Cambiar hace bien, llena el corazón de algo nuevo. Y entonces dejo de ver la fidelidad como un valor.
Pero Jesús es fiel. Siempre fue fiel. Siempre permanece al pie de mi vida. Y me enseña a amar de la misma manera. Amar con fidelidad y para siempre. No quiero amar sólo por un rato. No deseo ser padre sólo por un tiempo. No quiero ser responsable sólo por una temporada.
Siempre que celebro bodas de oro me conmuevo. Las de un matrimonio, las de un religioso. Sé lo difícil que es caminar cada día, cada hora por un mismo camino. Luchar y amar en cada momento como Dios me invita a hacerlo. Amar siempre, no sólo cuando resulta fácil. No sólo al comienzo cuando todo está lleno de luz.
Valoro mucho la fidelidad de mis mayores. La fidelidad en el amor probado. La fidelidad en una vida que ha pasado por duras pruebas. Yo también quiero ser fiel a los pasos que he dado. A las vidas que he abrazado. A las huellas que he dejado. Quiero ser fiel en lo pequeño y no en grandes declaraciones. Fiel en el tiempo, para siempre. Es la gracia que le pido a Dios. Es la gracia que le suplico a Jesús. Que me enseñe a ser fiel siempre.
[1] Claudio de Castro, El poder de la alegría