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“Decir la verdad simplemente no funciona”… ¿entonces?

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Salvador Aragonés - publicado el 07/11/16

La mentira en el mundo de hoy solo será ahogada por la superabundancia de la verdad

Hoy día la opinión pública –y también los periodistas— se ven bombardeados por muchísima información, verdadera y falsa, que circula sobre todo por la red. ¿Dónde está la verdad y dónde la mentira?

Saber separar el grano de la paja es muy complejo para una persona que está poco habituada a encontrar fuentes fiables. Así, se vive en un mundo en el que mentira y verdad van de la mano, van juntas, y las personas están muy confusas.

Para un periodista, hablar de la verdad y la mentira es un tema apasionante. Todo periodista sabe que debe ser veraz, aunque no todos lo consigan. Ser veraz no quiere decir que el periodista “cuenta toda la verdad”, sino que cuenta la verdad que él conoce, basada en fuentes fidedignas.

¿Miente entonces el periodista cuando no puede contar toda la verdad? El periodista es honesto cuando dice –citando fuentes—que es veraz, porque narra lo que él conoce y hasta donde lo conoce, siempre, eso sí, basado en un conocimiento de los hechos “suficiente”.

No puede decir un periodista que la próxima semana habrá un terremoto, cuando no lo tiene confirmado y contrastado por fuentes competentes.

El problema de la verdad y la mentira no está solo en el periodista, sino en toda la sociedad. ¿Por qué a la gente le da miedo contar la verdad de las cosas? Ocurre desgraciadamente no solo en política o en las relaciones internacionales, sino en las empresas y a veces también dentro de las familias.

Dice el refrán que “quien cuenta las verdades pierde las amistades”. ¿Es verdad? En la sociedad actual existe un miedo a la verdad y se prefiere en no pocos casos la mentira, o “dulcificar” la verdad o incluso decir “mentiras piadosas”.

Un principio general es que si no puedes decir la verdad sobre personas e instituciones, hay que callarse. Las medias verdades pueden ser muy dañinas. Y no solo daña a una persona o institución, sino a toda la sociedad. Una sociedad que da la espalda a la verdad, a las verdades, es una sociedad falsa, pues vive de la falsedad.

El papa Francisco hace un mes dijo al Consejo Nacional del Colegio de Periodistas de Italia que su reflexión sobre el periodismo se centra en tres elementos: “amar la verdad, algo esencial para todos, pero especialmente para los periodistas; vivir con profesionalismo, algo que va más allá de las leyes y reglamentos; y respetar la dignidad humana, que es mucho más difícil de lo que parece a primera vista”, pues los “chismes” pueden actuar como el terrorismo, destruyendo personas, familias y pueblos.

La mentira es tan vieja como el hombre. La primera mentira la dijo Satanás, quien en forma de serpiente engañó a Eva instándole a comer del fruto prohibido, porque “no moriréis en modo alguno; es que Dios sabe que el día que comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios” (Gen, 3, 4).

Luego son del diablo los que mienten sabiendo que mienten, pues el diablo es “mentiroso y padre de la mentira” (Jn, 8, 44).

Y dice de nuevo el papa Francisco (Homilía en Santa Marta, 29 de abril, 2016) que el hombre no puede vivir en una esquizofrenia, mitad verdad y mitad mentira.

“Y por esto, con mucha dulzura, con mucha mansedumbre, este “abuelo” (el Papa) dice a la Iglesia ‘adolescente’, a la Iglesia niña:‘¡No seas mentirosa!’ Tú estás en comunión con Dios, camina en la luz. Haz obras de luz, no digas una cosa y hagas otra, no a la doble vida”.

Entonces nos preguntamos, ¿qué es la verdad? O ¿dónde está la verdad? No nos adentraremos por senderos de la filosofía especulativa, sino que nos ceñimos a lo que dijo Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn, 14, 16).

Si la verdad es Jesucristo, es decir el Hijo de Dios, la verdad es Dios. Quien sigue en la senda de Jesucristo está en la verdad, y quien sigue por otras sendas no está en la verdad.

Pero hay un pasaje que me ha llamado siempre mucho la atención. Es el pasaje, también de Juan (18, 37-38) que reproduce la conversación de Jesús con el pretor Pilato: ¿Luego tú eres Rey?, le preguntó. “Jesús respondió: “Tú lo dices, yo soy Rey. Yo para eso he nacido y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pilato dijo: “¿Qué es la verdad?”. Dicho esto salió de nuevo donde estaban los judíos…”.

Poncio Pilato quería librar a Jesús, pero no se atrevió, porque no quiso saber “qué es la verdad”. No esperó ni quiso escuchar la respuesta de Jesús, pues “dicho esto se levantó”. Es posible, pensó, que la verdad le trajera complicaciones políticas con el pueblo judío o con Roma… Mejor no saber.

Un reciente artículo de Katharine Viner, directora del diario británico The Guardian, dice que los políticos buscan el discurso emocional. El artículo, Cómo la tecnología altera el valor de la verdad, afirma que decir la verdad simplemente, no funciona.

Hayque emocionar a la gente con la verdad. Antes cuando se mentía en público causaba conmoción y rechazo. Hoy se dicen mentiras como ocurrió con el “Brexit” (la salida de los británicos de la Unión Europea) y no pasa nada.

¿Cómo se gana a la mentira? La respuesta es que la mentira en el mundo de hoy solo será ahogada por la superabundancia de la verdad. Hay que decir la verdad, “porque la verdad os hará libres” (Jn, 8, 32), dijo Jesús. No hay pues libertad posible en la mentira, sino en la verdad.

La mentira lleva a la esclavitud del hombre como hemos visto incluso en regímenes políticos recientes. Y las sociedades serán libres si conocen la verdad.

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