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Un traidor como los nuestros: el literato, el espía y el mafioso

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Josep Maria Sucarrats - publicado el 05/11/16
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Esta película prometía más de lo que ofrece al finalCinta propia de Amazon. La plataforma va fuerte. Si junto a Netflix, Amazon ha revolucionado el mundo televisivo, ahora hay que conquistar el contenido cinematográfico. El Oscar está cerca. De momento, Bezos, el jefe de Amazon, ya tiene el Washington Post.

¿Objetivo? Vigilar los líderes del país más poderoso e incluso al orbe entero. Bezos dice preocuparle la tensión entre libertad personal y seguridad nacional. Ok, ¿pero esto que tiene que ver con la cinta que nos ocupa? Pues su argumento. Es ideal para Amazon.

En un mundo dominado por las series, la plataforma ha tirado de la televisiva Susanna White (Billions, Boardwalk Empire) para dirigir esta adaptación de la novela homónima de John le Carré (La casa Rusia, El jardinero fiel, El topo, El infiltrado…). Un traidor como los nuestros es una cinta de buena factura, con interpretaciones notables y bien llevadas. Sin embargo, White no inventa nada. Cumple y actualiza la imagen de Le Carré y lleva la trama a la épica del sacrificio. Pero todo está demasiado comedido y al final decae. Vaya, que se carga el clímax. Esta es pues una cinta de anticlímax.

Dicho claro y sin spoilers: esperarías algo descomunal, explosivo, la revelación de una verdad insospechada; sobre todo después de la interpretación bestial e imponente de Skarsgård. Pero no… La cinta no es El topo, ni El hombre más buscado, pese al buen trabajo de adaptación de Amini (Drive). La película no pasará a los anales del thriller de espías.

Si Amazon buscaba la película perfecta para plantear el papel anacrónico y turbio de los gobiernos, no lo ha conseguido. Sin Guerra Fría vigente, el ex espía y escritor le Carré sigue proponiendo en sus libros las consecuencias derivadas de los errores de la segunda mitad del siglo XX. Mafia, yihadismo, inseguridad del ciudadano, gobiernos corruptos, etc.

Nada que ver con ese Bond glamuroso que el famoso escritor aborrece. En esta ocasión tendremos a mafiosos rusos arrepentidos pidiendo asilo a un gobierno inglés corrompido incapaz de ayudar a nadie. ¿Se acabó el mundo de la seguridad que conocíamos? Sí. No hay que fiarse de los estados. Amazon se propone como garante de nuestra libertad en un clic.

Fíjense en el argumento. Dima trabaja para el Vory, la mafia que pactó con el Kremlin para blanquear dinero y repartirlo entre los poderosos. Dima es el único que sabe la verdad, se siente amenazado y teme por su familia. ¿Libertad personal o potencias asesinas?, dilema propio de Amazon. Por allí anda Perry, un profesor universitario de poesía, que pasa unos días de vacaciones reconciliadoras con su mujer, Gail, en Marrakech para recuperarse del lío de faldas que montó.

Casualidades de la vida, el amo del complejo turístico es el mafioso arrepentido. Este recurrirá a Perry para que entregue una memoria digital al M16 inglés con toda la información necesaria para pillar a los malos; a cambio, pide asilo. El problema es que el M16 descubre pronto una conexión entre la mafia rusa y el antiguo director de los servicios secretos y el gobierno. Total, que en un mundo global sin garantías, acabarán por resolver el problema un literato, un espía y un mafioso. Darle lo que pide va a ser difícil. Pero, ¿es verdad lo que cuenta Dima?

Como todo thriller, la película plantea un laberinto inteligente por la verdad y la mentira, en el que el espectador debe encontrar el hilo que le libere. A priori, la cinta lo tiene todo: rusos chungos y espías occidentales; Kremlin y M16; Marrakech, Londres, París, Berna; una banda sonora ideal para la tensión, y la fotografía inmejorable de Dod Mantle (Dogville, Slumdog Millionaire, Snowden). Sin embargo, a la tensión le falta aliento y el resultado global es insípido, con un McGregor contenido.

Skarsgård está de muerte y Lewis intenta salvar el film continuamente. Pero no basta. El intento de hablar de la necesidad de redención y la crítica a un Occidente cerrado e incapaz de defender a nadie se queda en nada, a pesar de que se quiera dejar claro que el mal es mal, con independencia de las circunstancias. Si hay que decirle algo al mundo, señores de Amazon, habrá que arriesgar en soluciones a la altura de la crítica.

 

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