Entrevista a Silvano María Tomasi, Secretario de “Justicia y paz”El papa Francisco, sin entrar en la mentalidad marxista de confrontación, de lucha, propone que el sentido de la fraternidad cristiana alcance a nivel operativo a esas categorías de personas que están al margen de la sociedad, según Silvano María Tomasi, Secretario de “Justicia y paz”, arzobispo, ex observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Ginebra.
Lo hemos entrevistado al margen de la presentación del III Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, (EMMP), en el que participan un centenar de organizaciones, en programa del 2 al 5 de noviembre en el Colegio Pontificio Internacional Maria Mater Ecclesiae de Roma y que terminará con un documento que será entregado al papa Francisco en una audiencia el próximo sábado.
En la segunda jornada de trabajo del III EMMP, Populares en Roma, se ha comenzado con un reconocimiento y homenaje a todas las personas que han perdido la vida por motivo de sus luchas y justas causas. En este sentido, ha estado muy presente la activista Berta Cáceres, asesinada por su defensa medioambiental en Honduras, y que participó en la primera edición de este encuentro. Acto seguido, comenzó el panel de “Territorio y Naturaleza”.
¿Qué significado tiene que en el corazón de la catolicidad, el Vaticano, se apoye y acoja el III Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, en el cual los pobres y los necesitados se organizan para construir un mundo sin exclusiones?
El papa Francisco es muy sensible sobre la formulación de una sociedad más inclusiva. Por ende, sin entrar en la mentalidad marxista de confrontación, de lucha, propone que el sentido de la fraternidad cristiana alcance a nivel operativo a esas categorías de personas que están al margen de la sociedad.
En aquel tiempo, él tuvo experiencia cuando era arzobispo de Buenos Aires con las Villas Miseria, buscando entender la realidad de los emigrantes bolivianos o que venían de otras partes que formaban estos guetos, donde no había servicios sociales de algún tipo. Y esto sucede en varias ciudades del mundo. Yo he tenido experiencias en África y Asia.
Por ende, la preocupación es: cómo podemos ayudar a estas masas enormes de personas, si no creando una mentalidad que lleve a las autoridades políticas a actuar de manera que podamos responder a las necesidades fundamentales de estas personas.
Luego, el mensaje que viene del hecho de que esta reunión se realice aquí en Roma es sensibilizar y llamar a la atención pública sobre estas necesidades, sin entrar en guerras fratricidas (entre hermanos). Por el contrario, apuntar al bien común y a la verdadera fraternidad cristiana.
¿La bandera de los pobres ha sido robada al cristianismo por otras ideologías?
Sí, lo que está haciendo el papa Francisco no es ninguna novedad. Es una continuidad de un camino iniciado por el Concilio Vaticano II y a través de las enseñanzas de los grandes papas que hemos tenido; que continúa reafirmándose y que, al final, es el mandamiento de Jesús: que se amen unos a otros, como yo los he amado (Juan 13:34-35).
Y no hay amor más grande que dar la propia vida por los amigos. Entonces, no debemos llegar a ese punto, sino debemos llegar a decir que necesitamos un mínimo de equilibrio en la sociedad: que los derechos fundamentales de todos sean respetados con dignidad.
¿Qué lugar tiene en esto la cercanía al pueblo, nacida como convicción pastoral en Argentina y que podría haber influido al papa Francisco en su cercanía a los más necesitados?
La cuestión -así como la entiendo yo- no es estar cercanos al pueblo, encontrar un alivio, para identificar un modo de ser que sea aceptable a la opinión pública. La realidad es que es necesario mirar a las necesidades de estas personas que son pobres o están privadas de los servicios de la sociedad.
Porque cada persona -partimos de este punto– tiene la misma dignidad ante Dios como hijo del Padre y es por respeto a esta dignidad que nosotros hacemos todos estos esfuerzos a nivel político, social y cultural para crear una respuesta adecuada que respete esta dignidad.