¿El Líbano es tierra bíblica? Quien haya leído la Biblia no tendrá ninguna duda sobre la respuesta a esta pregunta. Surge por tanto otro interrogante, ¿por qué nos se incluye al Líbano entre las rutas de peregrinación a Tierra Santa?
La Biblia no utiliza el nombre del Líbano para referirse a la región, pero sus libros mencionan frecuentemente las ciudades de la antigua civilización fenicia, que se extendía por las fronteras actuales de ese país. Sus habitantes recibieron muchos nombres, pero los más comunes son fenicios o cananeos. En occidente fueron conocidos como púnicos o cartagineses.
Sus dos ciudades más citadas en la Biblia, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, son Tiro (la ciudad más importante de Fenicia) y Sidón. En el Antiguo Testamento, aparece ya en el Génesis como parte de la tierra prometida por Dios a los hijos de Abraham (Génesis 15, 20). Esta promesa explica las continuas rivalidades territoriales de los jefes de Israel con los habitantes de Fenicia (por ejemplo Josué persiguió a los reyes de Sidón, Josué 11:18).
Israel pecó al adorar a la diosa de los sidonios (Jueces 10:6; 1 Reyes 11:5,33) y todos estos motivos explican el augurio de su destrucción que recoge el capítulo 23 de Isaías.
Con Jesús, esta relación cambia: constata más fe en su palabra y milagros entre los fenicios que entre los muchos de los mismos judíos (Mateo 11, 21-23, Lucas 10,13-15).
Jesús conocía bien la región. Esto se deduce no sólo por la satisfacción que las anteriores palabras expresan. El Evangelio muestra cómo entre los seguidores de Jesús había libaneses “de los alrededores de Tiro y Sidón” (Marcos 3, 7-8).
San Mateo (15, 21-28) y san Marcos (7, 24-30) narran la visita que Jesús hizo a la región de Tiro y Sidón, donde realizó el milagro de la curación de la hija de una mujer sirofenicia, por su gran fe.
La Biblia está inexorablemente ligada al Líbano, pues su nombre, “Biblia” procede precisamente de la ciudad de Biblos (hoy en árabe Yubayl), atribuido a esta ciudad ya que las primeras biblias se escribieron en el papiro proveniente de esa localidad.
En Tiro y Sidón las primeras comunidades cristianas florecieron, con el impulso del mismo san Pablo de Tarso, que visitó ambas localidades libanesas.
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