Una película interesante pero lúgubre, y que presenta un agónico maridaje entre la creación artística y el sufrimientoLoie Fuller fue una bailarina autodidacta y productora norteamericana, que adquirió mucha fama en el París del cambio de siglo, en plena Belle Epoque. Su prestigio se debió a su habilidad con los efectos visuales, que combinados con el uso de tejidos flotantes y focos de colores, conseguía unos espectáculos únicos. Murió en 1928 en París a causa de una neumonía.
El estudioso y crítico de arte Giovanni Lista, publicó en 1995 una monografía sobre esta artista, Loïe Fuller. Bailarina de la Belle Epoque, en la que se ha basado el guión de Stéphanie Di Giusto, Sarah Thibau y Thomas Bidegain para este film dirigido por la primera.
La película es un biopic singular, muy psicológico, que nos ofrece un retrato inquietante de la protagonista, interpretada por la actriz y cantante francesa Stéphanie Sokolinski, conocida por Soko. El personaje es una mujer llena de pasión y fuerza de voluntad, pero aquejada de enfermedades y altibajos emocionales. A ello se añade una trama que nos recuerda mucho a Eva al desnudo, ya que la Fuller contrata a una joven bailarina, Gabrielle (Mélanie Thierry), que consigue llamar la atención de todos y hacer sombra a su mentora.
La película está rodada con una fotografía oscura, casi tenebrosa, a excepción de las escenas de bailes, llenas de contrates y cromatismo. Argumento y puesta en escena nos ofrecen un retrato del lado oscuro de aquella época, en las antípodas de la imagen que nos dio Baz Luhrmann en Moulin Rouge. Stephanie Di Gusto ha conseguido una película interesante pero lúgubre, y que presenta un agónico maridaje entre la creación artística y el sufrimiento. El resultado es una película para un público muy restringido.