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Por primera vez en siglos, el Sepulcro de Cristo sale a la luz

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Daniel Esparza - publicado el 29/10/16
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El equipo de restauradores del Santuario del Santo Sepulcro retiró la losa de mármol que cubre la superficie sobre la que se apoyó el cuerpo de Cristo tras la crucifixión

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Por vez primera desde el siglo XVI, el grupo de científicos a cargo de la restauración del Santuario expusieron a la luz el que, de acuerdo a la tradición, ha sido considerado como el sepulcro de Jesús.  Ubicado dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, la tumba en la que los Evangelios narran fue colocado el cuerpo de Jesús después de la crucifixión había sido cubierta, en el año 1555, con un andamiaje de mármol.

“La cobertura de mármol de la tumba ha sido retirada”, dijo Fredrik Hiebert a NatGeo, “y estamos realmente sorprendidos con la cantidad de material de relleno que hemos encontrado debajo del mármol”. Hiebert, que es además arqueólogo residente de la National Geographic Society y uno de los miembros principales del proyecto de restauración, añadió que “será un largo proceso de análisis científico, pero al final lograremos ver la roca original sobre la que se acostó el cuerpo de Cristo, de acuerdo a la tradición”.

La tradición, precisamente, señala que el cuerpo de Cristo fue apoyado en una especie de lecho mortuorio tallado en la ladera de una cueva de piedra caliza después de su crucifixión, en el año 33 DC. La fe cristiana señala que Cristo resucitó a los tres días después de su muerte, y que quienes fueron a buscarle luego al sepulcro para preparar el cuerpo para las exequias se encontraron, más bien, con la tumba vacía.

El lecho mortuorio está cubierto ahora por la “edícula” (del Latín, “aedicule”, la “pequeña casa”), reconstruida en el temprano siglo XIX después de haber sufrido un incendio. Esta edícula y la tumba dentro de ella están ahora siendo objeto de una restauración, llevada a cabo por un grupo de arqueólogos y restauradores de la Universidad Técnica Nacional de Atenas.

La exposición del lecho mortuorio ofrece a los investigadores una oportunidad única para estudiar la superficie original del que se considera el sitio más sagrado de toda la Cristiandad –el lugar en el que Cristo habría resucitado-, en el sitio que habría indicado la emperatriz Helena, la madre de Constantino, en el año 326.

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