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Confesión: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué contarselo a un cura?

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Alvaro Real - publicado el 28/10/16

Así actúa la gracia, la alegría y el perdón en la vida del que se confiesa

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Se ha celebrado en Madrid el I Congreso sobre la Misericordia. Una de las ponencias ha sido sobre la confesión, sacramento de misericordia que fue impartida por Manuel González López Corps, doctor en Sagrada Liturgia y profesor de la Universidad de San Dámaso en Madrid.

En el programa radiofónico El Espejo han aprovechado la ocasión para preguntarle algunas cosas básicas del sacramento de la penitencia. ¿Qué es? ¿Por qué confesarse? ¿Cómo debe ser un buen confesor? ¿Cómo se hace una buena confesión? ¿Por qué hay que contarle los pecados a un cura?

Para Manuel González López Corps, la clave está en las últimas frases de la confesión. El sacerdote dice: “Dar gracias al Señor porque es bueno” y el penitente contesta: “Porque es eterna su misericordia”.

¿Qué es la confesión y porqué hay que confesarse?

Hay que confesarse porque hay que manifestar las maravillas de Dios. La confesión, antes de ser de nuestros pecados, es una confesión de lo que Dios hace en nosotros a pesar del pecado.

La confesión es siempre una confesión de fe, una confesión de alabanza, de gratuidad, por eso es que el sacramento de la misericordia, el sacramento de la reconciliación o de la confesión acaba siempre con esta frase: “Dar gracias al Señor porque es bueno” y el penitente dice: “Porque es eterna su misericordia”.

Por eso tenemos que confesarnos, porque necesitamos expresar ante Dios, ante la Iglesia y ante el mundo que somos pecadores pero que el Espíritu Santo nos santifica.

¿Y porqué no puedo confesarme directamente con Dios? ¿Si Dios es el que perdona, por qué tengo que contarle mis pecados a un cura? ¿Qué pasa si no se los cuento?

Es muy sencillo. En primer lugar: Todos los días hay que hacer examen de conciencia. Todos los días hay que pedir perdón. El pedir perdón o las obras de penitencia son actos personales, pero la confesión es un sacramento. El perdón de Dios se llama Jesucristo y Jesucristo históricamente se continúa en un cuerpo que es la Iglesia.

Por eso cuando un cristiano peca, no solamente está pecando en un aspecto personal o individual sino que también está dañando la santidad de la Iglesia, está haciendo que el mundo sea peor de lo que es. La confesión es la manifestación pública, concreta y tiene también que autoescucharse que ha hecho mal para no volver a hacerlo.

Hay una dimensión dialogal en la Iglesia que es la que concede el perdón y la gracia, para que esa Iglesia le reinserte en la comunidad de la que se ha marchado por el pecado.

Todos los días hay que hacer examen de conciencia, todos los días hay que hacer obras de penitencia y misericordia, pero también hay que celebrar sacramentalmente el perdón porque es lo que Cristo nos ha enseñado. Es la seguridad y la certeza de que el perdón se ha conseguido como gracia.

En este año jubilar de la Misericordia hay muchísimas fotos bonitas del papa Francisco. Hay una que a mí me llama especialmente la atención. El Papa confesando a un joven en San Pedro. La alegría captada por la cámara, la sonrisa del Papa. Normalmente pensamos en el confesor como alguien muy serio, casi que nos está regañando…

Hay un gesto precioso, que a veces no se hace con especial sensibilidad o expresividad que es el imponer las manos. No hay mayor alegría que imponer las manos. Al imponer las manos sobre el penitente, o al menos la derecha, se está comunicando la sombra del espíritu. El espíritu siempre tiene un don que es la alegría.

El hecho de imponer las manos siempre, lo vemos en la Eucaristía al ponernos de rodillas, es porque el cura esta comunicando la sombra el espíritu. Esa sombra que nos reconcilia, que nos comunica su fuerza. Por eso el confesor no existe sino para comunicar la gracia, la alegría, el perdón. El confesor es un juez, es un médico, pero sobre todo es un cura.

Ya que estás hablando del confesor. ¿Algunos consejos para ser un buen confesor?

Primero: Estar presente. Lo primero es estar disponible. Segundo: ser un hombre de escucha. La mayoría de los curas lo son. Hombres que sean maestros de espíritu. En definitiva lo nuestro es enseñar sobre Dios.

Por último: Comunicación de gracia. El sacramento es un acontecimiento. Ya de por sí difícil y duro confesar los pecados: uno peca contra el quinto, contra el sexto… Ahí no están para regañarles sino para decirles: Dios te perdona pero tú no peques más. Es la palabra de Cristo. El cura, el presbítero es un icono del Espíritu Santo.

Ahora le toca el turno a los que van a confesarse, a los penitentes. ¿Qué consejos les darías para hacer una buena confesión?

Primero leer la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es fundamental. Sin la Palabra de Dios no vamos a descubrir nunca que somos pecadores. En segundo lugar: Tener propósito de la enmienda. Es decir, querer cambiar. En la vida hay que plantearse: quiero cambiar, quiero dar un volantazo a mi vida. Después celebrar ese perdón y realizar obras de misericordia. Una vida nueva.

Lo que se llama la confesión de la vida, que la vida sea elocuente, que la gente note que me he encontrado con Cristo en el sacramento de la reconciliación. Sacramento significa signo sagrado. Que seamos signos ante el mundo de que queremos ser diferentes.

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