Consejos para que esto no se convierta en una tragedia, sino en una oportunidad para crecer como padres Vuestro hijo tiene más de seis meses, no está enfermo, ha recibido la misma educación y el mismo cariño que sus hermanos mayores, si los tuviera, pero en estas estamos que un buen día, o mejor dicho, una buena noche –aunque eso de buena está por ver…–, tal vez entre los 8 ó 9 meses (edad en la que el empieza a tomar verdadera consciencia de su entorno y cuando surge el sentimiento del miedo), empieza a despertarse todas las noches y llora desesperado si no lo cogéis en brazos o lo lleváis a vuestra cama…
Si este es vuestro caso, os envío toda mi compasión, porque he pasado por ahí, sé que es un periodo extenuante, física y mentalmente, además de ser también desconcertante, porque ningún método de los que nos ofrecen los médicos, los familiares, los libros… ninguno funciona.
Causa tanto conmoción como culpabilidad (“¡¿Qué hemos hecho o dejado de hacer para llegar hasta aquí?!”), ya que después de haber estado meciendo al bebé desde las 2 a las 4 de la madrugada sin interrupción, vuestra mente fatigada puede concebir ideas en total contradicción con vuestro corazón de madre o padre: en estos momentos, es posible que ya no soportéis a vuestro hijo porque, involuntariamente, os hace vivir un auténtico calvario e, indirectamente, arruina toda la jornada, encapotada por vuestra falta de sueño.
¡Os confieso que en ocasiones me pregunté por qué no existían guarderías nocturnas! Pero bueno, aunque una guardería nocturna aliviara a los padres, en realidad no solucionaría el “problema”. Porque, en efecto, si la situación se prolonga, se convierte en un problema.
¿Por qué llora vuestro hijo?
¡Sería todo tan sencillo si los padres lo supieran! Pero no lo sabemos. Por eso, Véronique Lemoine Cordier, psicóloga y psicoterapeuta, tras constatar por experiencia que los problemas de sueño suelen estar relacionados con una separación pasada mal digerida por el niño, propone en su guía de supervivencia para padres, Guide de survie à l’usage des parents, el método siguiente: relatar al niño o a la niña (aunque tenga 8 meses, ¡lo entienden todo!) las ausencias, pequeñas o grandes, que hayan marcado el comienzo de su vida, y explicárselas (por qué os ausentasteis en ese momento, por qué os sustituyó una niñera o una guardería…) insistiendo bien en el amor que sentís hacia vuestro hijo (por ejemplo, “El que tenga que volver al trabajo no significa que ya no te quiera”) y en su seguridad (“Ese fin de semana te dejamos con los abuelos y estás totalmente a salvo con ellos”).
Una vez hayáis dedicado tiempo a intentar identificar el origen de su angustia por separación, ya sea por vosotros mismos o con la ayuda de un psicólogo partidario de la teoría de trastorno de angustia por separación, elaborada por Bernadette Lemoine, podéis utilizar algunas frases a modo de ritual para dormir.
Todas las noches, repetid a vuestro hijo: “Estás a salvo. Puedes dormir tranquilo porque, aunque no esté contigo, sigo queriéndote y cuidando de ti. Puedes estar seguro de que mañana por la mañana nos veremos otra vez y que todo va a ir bien. Dormir te ayuda a crecer” (Guide de survie à l’usage des parents, V. Lemoine Cordier). ¡Y confiad sinceramente en que vuestro hijo encuentre o recupere la paz!
Disfrutad de cada minuto
Y por último, para ayudaros a tener paciencia y serenidad, os invito a leer (o releer) un extracto de un artículo conmovedor de una madre de familia estadounidense, publicado en su blog www.yourbestnestindy.com en febrero de 2014.
“Sé que llegará un día en que nadie me necesite. Mis bebés ya se habrán ido y estarán ocupados con sus propias vidas. Quizás esté sentada sola en un asilo para ancianos viendo ajarse mi cuerpo. Nadie tendrá necesidad de mí entonces. Puede que incluso me haya convertido en una carga. Por supuesto, vendrán a visitarme, pero mis brazos ya no serán su hogar. Mis besos ya no podrán curarles. Ya no habrá más botitas de las que quitar manchas ni más cinturones que abrochar. Ya hará mucho desde que leyera mi último cuento para dormir 7 veces seguidas. Ya no tendré que hacer cumplir los ratos de descanso. No habrá más mochilas que llenar ni vaciar ni más almuerzos que preparar. Estoy segura de que mi corazón añorará escuchar aquellas diminutas vocecillas llamándome: ‘¡Mamá, alguien te necesita!’.
Así que, por ahora, encuentro belleza en estos momentos a las 4 de la madrugada en los que doy el pecho en nuestro pequeño cuarto para bebés. (…) En el exterior, la nieve cae sin hacer ruido y un conejo corretea sobre su perfecto lienzo blanco. Solas mi bebé y yo, el barrio está oscuro y silencioso. Somos las únicas que están despiertas para ser testigos del amanecer de la luna, pálida, y de las sombras que bailan dentro de la habitación. Mi pequeña y yo somos las únicas que escuchamos a la lechuza del granero ulular a lo lejos. Nos acurrucamos bajo una manta y la mezo para que se vuelva a dormir. Son las 4 de la mañana y estoy agotada y frustrada, pero no pasa nada, todo va bien, ella me necesita. Me necesita solo a mí”.
Megan Minnerman Morton, Mommy, Somebody Needs You, artículo original en inglés. Aquí podéis encontrar también una traducción al francés.