¿Es para ti algo más que ganar dinero para vivir? ¡Responde a nuestra encuesta!El trabajo del hombre tiene varios fines. Uno de ellos es, por ejemplo, transformar y organizar el hábitat en el que vivimos. Otro objetivo, el más conocido tal vez, es obtener los recursos económicos que necesitamos para vivir. Sin embargo, existe un tercer fin que debería quizá ser el principal, el que idealmente debería motivar toda tarea, más allá de la sobrevivencia o la adquisición de bienes: realizarse y desarrollarse como persona.
El trabajo es una de las maneras más importantes como el hombre adquiere y fortalece virtudes, descubre novedades, se cultiva, desarrolla múltiples competencias profesionales, obtiene conocimientos técnicos, entre otros. Por tanto, si bien hay muchos contextos sociales y económicos en los que la remuneración por el trabajo sólo permite subsistir, o en los que uno debe dedicarse a tareas que no entusiasman, esa es solo la cara poco amable del trabajo.
Existe un lado positivo que lo da el placer del deber cumplido y la capacidad de sacrificio que siempre, pero siempre, ennoblece y dignifica a la persona. Así, es obligación de cada uno descubrir cómo integrar de manera positiva el trabajo en nuestras vidas para encontrar en él un espacio privilegiado para nuestro crecimiento personal y el desarrollo de nuestras capacidades.
Pero, ¿cómo lograr esa realización a través del trabajo? Una manera muy simple es ponerle empeño, fijarse en los detalles, esmerarnos en el resultado y, sobre todo, concretizar en él nuestro deseo de servir a los demás.
Cuando buscamos trascender y no sólo sobrevivir, cualquier trabajo se vuelve una actividad digna que nos engrandece como personas. Siempre que uno se esfuerza por hacer algo lo mejor posible, madura, desarrolla sus competencias y capacidades como, por ejemplo, la concentración, el autodominio o la capacidad organizativa.
El trabajo implica retos y triunfos pero también derrotas que son una rica fuente de conocimiento, experiencia y crecimiento personal. Además, al estar en contacto con otras personas, el ambiente de trabajo se convierte en un ámbito natural para crear y desarrollar lazos de camaradería y de amistad. Todas estas satisfacciones son un estímulo que compensa la fatiga que produce el cumplir con las obligaciones diarias.
Finalmente, la posibilidad de contar con condiciones laborales que faciliten el realizar un trabajo de la manera más humanizadora posible recae en gran medida en los líderes o cabezas de las empresas. De ellos depende retribuir con justicia a cada uno de sus colaboradores y, lo más importante, permitir que en las compañías exista una cultura que promueva la iniciativa, el anhelo de perfeccionamiento y, por lo tanto, la posibilidad de experimentar la satisfacción por la labor bien realizada. No hacerlo de esta manera es no respetar la dignidad del trabajador ni del trabajo y sólo interesarse por su lado mercantil.
Así, el valor del trabajo bien hecho va más allá de sus beneficios económicos. Esto pone en cuestión, muchas veces, la mentalidad de un mundo monetarizado.
Una enfermera, por ejemplo, que cuida con cariño y respeto a una persona con la salud deteriorada, recibiendo a cambio un sueldo mínimo, seguramente no significará gran cosa bajo esa mentalidad. Sin embargo, la labor que realiza esta persona minuto a minuto, ¿no es acaso digna de admiración?
Esta enfermera, sin duda, puede llegar a su hogar sabiendo que, aunque no reciba la paga más cuantiosa del mercado, está siendo testimonio del verdadero valor por el que el hombre debe y quiere trabajar: transcenderse a sí mismo, servir a su prójimo y contribuir a la sociedad de manera positiva con valores elevados.
Artículo originalmente publicado por La Mamá Oca
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