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Snowden: la épica de internet y la defensa de la libertad

Jorge Martínez Lucena - publicado el 17/10/16

Un casi biopic dirigido por Oliver Stone, sobre el hacker informático más famoso Siempre me ha gustado el cine basado en hechos reales. En un determinado sentido te permite abandonarte a la pereza, aunque, visto desde otro punto de vista, también te da mucho más trabajo. Puedes solazarte mucho más en el celuloide porque no hace falta detectar en qué punto intersecta el mundo de ficción retratado con la propia vida y sociedad. Pero, a la vez, aboca mucho más radicalmente al barranco de la responsabilidad, y pone tu cerebro a rastrear soluciones para problemas que, en el caso de Snowden (2016), no parecen estar al alcance de una sola mente, sino que necesitarían el concurso del entero enjambre digital.

El último estreno del ya consagrado Oliver Stone, podría haberse vendido muy bien como cine de ciencia ficción a principios de nuestro siglo. Sin embargo, hoy es una biografía muy parecida a documentales como el Citizenfour (2014) de Laura Poitras o el reciente A good american (2015) de Friedrich Moser, ambos reseñados ya en este medio.

La narración oscila en torno a la entrevista que se produjo entre Edward Snowden, la directora de cine, Laura Poitras, un periodista independiente comprometido, Glenn Greenwald, y otro del The Guardian, Ewen MacAskill, en una habitación del hotel Mira de Hong-Kong. En ella, Edward Snowden, que había trabajado los últimos años como contratista informático de alto nivel en la CIA y la NSA, les cuenta su vida desde que entró al servicio de las diferentes agencias gubernamentales, incluido su entrenamiento fallido para las fuerzas especiales del ejército, su instrucción para la CIA en Virginia, su noviazgo en Washington, y sus servicios en Ginebra, Tokio, Hawai,…

El filme está hilvanado desde continuos flash-backs que nos revelan la humanidad de Snowden, un genio que sufrió el divorcio de sus padres antes de acabar el bachillerato y que por ello tuvo que dejar los estudios para buscar trabajo. Pese al parón académico, en la prueba de acceso de la CIA demuestra el conocimiento de varios idiomas que ha aprendido de modo autodidacta, y unas habilidades como hacker informático que fulmina los registros anteriores de la agencia.

La trama describe una cierta transformación de Snowden de la mano de su novia, Lindsay Mills (Shailene Woodley) y de las experiencias laborales que va atravesando, que le permiten descubrir el modus operandi de las distintas agencias de los gobiernos de Bush y de Obama. Snowden empieza siendo un patriota conservador amante del discurso de la seguridad y acaba siendo un libertario (todavía patriota) que opta por traicionar a su gobierno persiguiendo lo que él y Oliver Stone consideran el bien común de su país y del mundo.

Para los espectadores que hayan visto los documentales previamente citados o hayan seguido la actualidad concerniente a Snowden y Wikileaks, la película no les aportará demasiadas novedades técnicas, sino un jugoso biopic que muestra cómo un informático paliducho, retraído y aparentemente insignificante puede cambiar el mundo, convirtiéndose en una especie de mártir de las libertades individuales ante el Leviatán estadounidense, expandido en su poder por el mundo entero no solo a través de su poderoso aparato militar sino a través de la red tecnológica que es internet, que les permite colarse en todos y cada uno de los hogares globalizados del mundo.

Con la excusa de eliminar riesgos antes los hackers, los terroristas, los ciberterroristas, el peligro ruso, musulmán, chino o el que sea, el gobierno de los Estados Unidos despliega su liderazgo en el conocimiento con un ejército de superdotados como Snowden capaces de espiar las intimidades no solo de los criminales sino de todos aquellos que se pueden convertir en instrumento de la voluntad del Estado y, por añadidura, de todos aquellos que enviamos correos o nos comunicamos a través de móviles o de redes sociales.

Resulta especialmente sorprendente cómo las unidades de inteligencia norteamericanas tienen a su disposición buscadores como Google capaces de mostrar resultados positivos entre los ficheros que configuran lo que nosotros consideramos de un modo absolutamente inocente nuestra privacidad.

Un filme que hay que ver para darse cuenta de que en nuestros días sigue siendo posible la épica.

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