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Designated Survivor, o por qué el hombre no puede vivir en el caos

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Josep Maria Sucarrats - publicado el 17/10/16
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Sutherland encabeza con éxito este thriller político sobre el papel del hombre en sociedadLa temporada televisiva de otoño viene fuerte. Normal. Volvemos al trabajo, nos ponemos serios, hace frío y la gente se queda en casa; la competencia es ardua y la lucha por las audiencias, terrible. Se nota que además vienen elecciones. ¿Trump o Hillary? Son varias las series que han tenido que cambiar el día de emisión por los debates o que directamente han suspendido el capítulo para dar espacio al diálogo sobre la sociedad que necesitamos, si es que Hillary y Trump discuten de ello…

En este sentido, y para dar respuesta, vemos desfilar continuamente por los sets del despacho oval a un actor u otro haciendo de dirigente del mundo libre. Ahora le ha tocado a Kiefer Sutherland; vaya, a Jack Bauer. Y así tenemos a Jack Bauer for president, o Designated Survivor, que a la postre vendría a ser lo mismo.

Kiefer Sutherland y Jack Bauer se han mimetizado tanto que cuesta ver a Kiefer sin pensar en Jack. Nos sorprende pensar en el protagonista de 24 sin pistolas y desorientándose por la Casa Blanca. Como a cualquier hombre, le queda grande… Pero es que no es Bauer, sino Tom Kirkman. ¿Sutherland haciendo de otro? ¿Cuela? Pues sí. Claro que dirigiendo McGuigan (Luke Cage, Scandal, Sherlock, etc.) todo parece fácil y robusto.

Hay que reconocer que, la buena combinación entre acción y drama, y cierto toque de humor, dan a Sutherland uno de los mejores papeles de su carrera. Kiefer está creíble, incluso increíble, como presidente. No le hacen falta esas gafas de pasta para esconder al Superman que era en 24. Al rato te olvidas de que era Bauer. Visto el resultado, se lo perdonamos. No es fácil desprenderse de uno de los personajes más icónicos de todos los tiempos.

Aclaremos un poco: Tom Kirkman (literalmente, el parroquiano) es un buenazo. Tiene familia, con hijo adolescente de bofetada; prepara las tostadas a sus vástagos antes de ir al trabajo; ama a su mujer, con quien habla; y es patoso y un poco incompetente en su trabajo. Tom es Secretario de Vivienda y Urbanismo, un cargo menor en la Casa Blanca. Harto de su poca ambición, el presidente le envía al quinto pino. Pero las cosas cambian de la noche a la mañana.

El mismo día, y durante el discurso a la Nación, el Capitolio vuela por los aires matando a toda la flor y nata política de USA; a saber: presi, vicepresidente, fiscal general, senadores, congresistas, tribunal constitucional, etc. Ataque terrorista de los heavys. Hay que buscar al sustituto inmediatamente inferior. Pero no queda nadie; ni el apuntador. Tom es el superviviente designado a quien toca ocupar el cargo de presidente del mundo mundial, es el Designated Survivor.

A Tom el cargo le queda grande. Lo sabe él y lo sabe el país, que pasa de él, incluso se rebela, como el gobernador de Michigan, al tomarse la justicia por su mano. Kirkman desea a toda costa sacar adelante el país y evitar la guerra como respuesta al terrorismo. La guerra no es la respuesta, sino un mero parche penúltimo de consecuencias terribles para todos. Los militares y la oposición no lo ven así, y hacen lo que pueden para echar a Tom del despacho.

Pero algo no cuadra: aparece un superviviente sospechoso, y una bomba demasiado bien preparada que no estalló. Suena a pista falsa, a conspiración. La cosa promete. En el fondo, y a pesar de que en su recorrido la serie nos lleva a conflictos con Algeria, parece que algo está claro: los terroristas islamistas no buscan América ni América les busca a ellos. Respiren…

La náusea planea en la serie desde ese piloto explosivo. ¿Qué le pasaría al mundo si de repente todo lo conocido volara por los aires? ¿Y a nosotros? ¿Habría guerra total o aparecería algún buen hombre dispuesto a poner paz y orden al caos? ¿Queda algo de humanidad en el mundo o hay que tomar la calle? ¿Anarquía o democracia? ¿Despotismo o política? ¿Barbarie o humanidad? La serie se plantea qué es el hombre en sociedad, en el mundo. En esta época de invasiones bárbaras, es importante no dejar de poner testimonios del bien ante nuestros ojos para ver qué humanidad queremos y qué construimos. La apuesta de la cadena ABC, pues, es fuerte. Y lo ha hecho dando órdenes de acabar la temporada completa. No está mal.

Claro, no es Madame Secretary, donde una ex espía se pone a dirigir como Secretaria de Estado. Pero es que es ABC: Anatomía de Grey, Scandal, Quantico, Modern Family… Y por tanto todo tiene un poco de nacionalismo americano y de sentimentalismo cursi, con Walt Disney de fondo, el propietario.

Casi nos sonrojamos con los discursos melodramáticos del Designated Survivor haciendo de presi que toma las riendas. Pero la audiencia de 10 millones en el piloto confirma que el público lo necesita de algún modo. Todos necesitamos a ese buen hombre familiar que nos salve desde su incapacidad. El caos no es nuestro medio.

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