Buscan una esperanza de vida ante las catástrofes naturales y la pobrezaVienes del sur. Ingresan a México por la frontera de Chiapas. Por Tapachula. Después, suben como pueden. Por tierra, por aire, en autos viejos. Son 4,000 kilómetros, de punta a punta de México. Vienen de Haití.
Muchos de ellos porque se acabó el trabajo en Brasil; otros huyendo del hambre. Pronto vendrán –ya están llegando– los refugiados del huracán Matthew.
Los centros de migrantes que hay en Tijuana, la mayor parte de ellos de la Iglesia católica, han sido rebasados. Por los haitianos y por los africanos que buscan –desde hace cinco meses—ser reconocidos como refugiados y así obtener una entrada de carácter humanitario a Estados Unidos.
Ahí obtendrán legalmente una estancia temporal. Luego, familiares o amigos los podrán ayudar para obtener su residencia.
Por lo pronto, se agolpan en la frontera entre Tijuana (Baja California) y San Diego (California) para demostrar a las autoridades estadounidenses que vienen huyendo de una emergencia natural.
No obstante el 22 de septiembre pasado la administración de Barack Obama informó que se suspendía el estatus especial del que gozaban los haitianos desde enero de 2010, cuando un temblor sacudió Haití, dejando una estela de 250,000 muertos y cientos de miles de heridos, desplazados de sus hogares y huérfanos.
Y a partir de ese 22 de septiembre, se reiniciaron las deportaciones.
Sin embargo, tras el huracán Matthew, en el que se estiman 1,000 personas fallecidas y miles de desplazados, algunos activistas han urgido a la actual administración estadounidense a renovar por tiempo ilimitado el estatus de protección de los inmigrantes haitianos.
Jeh Johnson, quien encabeza el departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha respondido a estas peticiones suspendiendo temporalmente los vuelos de repatriación de haitianos, pero dejó en claro que los vuelos se reanudarían a la brevedad.
Por lo pronto –para animar las acciones de solidaridad con los damnificados de Matthew– el Papa Francisco ha enviado 100,000 dólares para ayuda de las personas golpeadas por el huracán en el área del Caribe, especialmente Haití.
Es un grano de arena en la enorme playa de necesidades que tiene el país más pobre del Occidente. Pero puede hacer presión y que las fronteras de Estados Unidos y otros países se abran para recibir inmigrantes haitianos y darles una esperanza de vida, negada en su país por las catástrofes naturales, la pobreza y la tremenda corrupción política.