Tres historias de vida que te conmoverán Viven en San Pablo, Brasil, desde hace unos años. Se trata de niños que huyeron de países como Siria, Arabia Saudita y Haití y hoy viven en Sudamérica en calidad de refugiados.
Para ellos, este viaje ha significado no solo romper en parte con sus tradiciones, sino mucho más, por ejemplo, poder huir de la guerra, estudiar, jugar y vivir como auténticos niños.
“Brasil es mejor porque no tiene guerra”, cuenta uno de ellos a través de testimonios reproducidos por BBC Mundo Brasil.
Por ejemplo, el pequeño Zaeem, junto a sus hermanos vivía en Riad, capital de Arabia Saudita, donde sufrían persecución religiosa. Pues proviene de una familia es cristiana de origen paquistaní que empezó a sufrir amenazas de parte de extremistas musulmanes a raíz del vínculo de su hermano mayor con una chica musulmana, algo que es penalizado con la muerte.
La única alternativa que se presentaba para sobrevivir era la huida. Y esto fue lo que sucedió. El lugar de destino fue Brasil en calidad de refugiados. Actualmente esta familia está viviendo en una escuela primaria local y con la ayuda de la iglesia presbiteriana en un barrio de San Pablo.
Para esta familia significa un alivio estar en Brasil, cuenta Zaeem. “Comenzaron a tratarnos de modo diferente cuando descubrieron que éramos cristianos”, afirma.
Y es en Brasil, donde a pesar de tener que adaptarse a nuevas costumbres, encontraron espacios de libertad. Hoy en día el fútbol es una de las grandes pasiones de Zaeem y su familia.
“Aquí no hay guerra”
Ritag Youssef tiene ocho años y hace tres que está junto a su familia en Brasil proveniente de Siria. Y es que llegó al país huyendo de la guerra y ahora se está adaptando a las costumbres brasileñas. Youssef está estudiando en una escuela islámica en Brasil, lugar que le ofrece seguir aprendiendo cultura árabe, además de la local.
Al poco tiempo de estar en Brasil, vieron un lugar de paz donde descubrieron cosas inéditas, entre ellas una fruta típica como el maracuyá, de la cual se hicieron amantes.
“La decisión de venir a Brasil fue acertada porque se puede practicar la religión libremente”, expresa su hermana, que manifiesta satisfacción por poder seguir usando el velo islámico. “Esto sería un problema en algunos países de Europa”, aclara.
Y estos niños ya encontraron su lugar en el mundo en Brasil, aunque sin perder de vista el deseo de que llegue la paz a su país de una vez por todas.
Sueña con ser médica y volver a su país
Raquel Betty Edmond tiene 9 años y nació en República Dominicana, aunque de familia haitiana. En 2011 viajó junto a su madre a Brasil en calidad de refugiada. Su padre había llegado un tiempo antes luego que el terremoto de 2010 devastara su país. Raquel hablaba español y tuvo que empezar a aprender portugués, algo que empezó a lograr de forma rápida.
En Brasil, Raquel está vinculada a la una iglesia en el barrio de Mocca.
“Me gusta jugar y estudiar. Cuando no tengo tareas en casa juego y la materia que más me gusta es matemática”, expresa esta pequeña, también amante de la educación física y del arroz con legumbres en cuanto a comidas.
Y Raquel también se anima a soñar pues también ya empezó a pensar en su futuro. “Quiero ser médica y vivir un poco en Brasil y otro poco en Haití. Es Dios quien lo va a decidir”, señaló con confianza y demostrando que tampoco se olvida de sus orígenes y los padecimientos que vive el país del cual proviene.
Estos niños refugiados tienen diversas visiones sobre Brasil, pero todos elogian que sea un país libre de guerra, donde es posible jugar, soñar y no olvidarse de sus raíces.