Una turbadora aproximación a la locura a través de un asfixiante thriller de angustiosa atmósfera, en donde la esperanza, real o imaginaria, tiene su espacioLacan dijo que la locura era inherente al ser humano. Es como si todos estuviéramos locos y todos los días lucháramos por controlarlo. Hegel dijo que el loco solo quiere organizar el desorden de la realidad que percibe a su alrededor, sin percatarse del desorden que él mismo provoca a su paso.
Quizá por esto en The Incident (un film ahogado por los grandes estrenos que no ha llegado a las salas comerciales de medio planeta) cuando los internados son conducidos de sus habitaciones de alta seguridad al comedor, lo hacen en línea, siguiendo una rutina que bajo ningún concepto debe romperse.
En la trastienda de la locura, en la cocina, trabaja un grupo de jóvenes que tratan de hacerse un hueco en el mundo de la música a costa de acordes equivocados. Mientras el éxito no termina de llegar, deben de ganarse la vida cocinando para dementes. Puede que no sea el trabajo de sus vidas pero de momento les da para vivir.
Aunque en The Incident no se hace mención explícita en ningún momento, el psiquiátrico en el que trabajan estos músicos frustrados debe ser de los de aúpa. La seguridad es casi paranoica y los empleados del centro se mueven por pasillos que parecen ajenos al día a día de los peligrosos psicópatas a los que se les han impuesto un eterno y agónico instante que nunca termina de pasar.
Un día, por esas cosas que solo pasan en las películas de terror, la luz se va y con ella todos los dispositivos electrónicos de seguridad. De un momento a otro lo que parecía estar bajo control se escapa de las manos hacia la más oscura paranoia.
The Incident es la ópera prima del director francés Alexandre Courtés, aunque lo que a mí me llevó a esta película fue uno de su guionista, S. Craig Zhaler, el principal responsable de esa obra cercana a la maestría que es Bone Tomahawk. Puede que The Incident y Bone Tomahak no se parezcan demasiado pero también es verdad que la película de Courtès, sin estar a la altura de la cinta de Zhaler, sale holgadamente airosa de un material que en manos de cualquier otro no habría pasado de pura rutina.
En The Incident no hay moral y no hay humanismo, no porque sus personajes sean despreciables sino porque son conceptos que se han evaporado. A merced de locos psicópatas, el film de Courtés pronto se convierte en una aterradora experiencia que, aunque violenta, no es tan brutal como podría haber llegado a ser. El director consigue durante su hora y media escasa de metraje tener pegado al espectador en su butaca con cierto distanciamiento emocional y al mismo tiempo procurando penetrar con calma pero sin pausa en la atmósfera de lo horripilante que se ha apoderado del lugar.
Sin embargo, y pese al transitorio infierno en que se convierte este centro de reclusos dementes, resulta interesante comprobar cómo sus personajes ejercitan la esperanza. Uno de ellos, convencido de que no hay salida se encierra en una cámara con comida en su interior. No durará demasiado. Sin embargo otros, aunque no vean ninguna luz al final del túnel están convencidos de que algo resplandece al final. Si lo piensan un poco, es pura fe en la vida.
No obstante, no debemos olvidar que estamos ante una película de terror y lo que cuenta es hacer pasar miedo y si además, el público sale con mal sabor de boca, pues mejor. Y esto lo que hace The Incident y además, todo hay que decirlo, lo hace muy bien. Sin ser demasiado explícito, aunque sí, gráficamente elocuente, en última instancia el film de Courtés es un descenso a la locura, agónica, asfixiante y sin una explicación lógica. Una interesante película.