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Soy discapacitado. ¿Por qué no debería haber nacido?

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Aleteia Team - publicado el 14/10/16
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¿Alguna vez te has parado a pensar en los sentimientos de las personas con discapacidades frente a los debates sobre el aborto, como el que se está produciendo ahora en Polonia? Pues tienes que leer este conmovedor escrito de Grzegorz PolakiewiczSe hace tarde, pero ya me decidí a sentarme frente al portátil a escribir este par de frases. Hoy he leído la declaración de la señora Bakula: “Sin aborto, los inválidos nacerían en este mundo”. También leí el siguiente comentario: “En lugar de luchar por el aborto, deberíamos pensar en qué hacer para que no nacieran tantos inválidos. En parte conozco la respuesta para limitar dramáticamente este hecho”; ni siquiera voy a mencionar algunos emails privados al respecto.

Yo soy discapacitado. Soy una persona que, según opina mucha gente, ¡no debería haber nacido siquiera! Cargo con una enfermedad congénita y más o menos una docena de otros trastornos médicos; no tengo la pierna izquierda.

Hasta ahora, los treinta años de mi vida han estado repletos de desafíos y tribulaciones. Pero no es algo que importe. Desde que tenía quince años, he trabajado muy duro, ya que mi familia no era capaz de mantenerme.

He dedicado todos y cada uno de mis momentos libres a estar más cerca de otras personas: en hospitales junto a enfermos terminales, en las plantas de oncología, en hogares de menores, prisiones, centros de asistencia, estaciones de trenes, parques, oficinas de empresas, iglesias, bares, etc. No he parado de conocer a sintechos, enfermos y pobres.

He hablado cara a cara con papas, con jefes de estado, con cardenales, con algunas de las denominadas celebridades y con prostitutas. Me he reunido con políticos y empresarios de éxito, con niños, jóvenes, adultos y ancianos, con creyentes en Dios y con no creyentes. Han muerto niños y adultos en mis brazos. He amado y he odiado. Como todos los demás, yo también he tenido mis sueños.

También en mi vida he tenido mi propia ración de sufrimiento físico y espiritual. He vivido en la calle, rechazado y traicionado. De niño escuché a mi padre decir que sentía repulsión hacia mí; de hecho fueron las palabras que pronunció en su lecho de muerte. Mientras me anestesiaban en una mesa de operaciones tuve la premonición de que nunca volvería a abrir los ojos de nuevo.

He escuchado muchísimas veces decir que mi vida es una mierda. Y aun así, no cambiaría mi vida por la de ningún otro, ¡¡¡porque soy un hombre feliz!!! Si hubiera tenido elección mientras era, como afirman algunos, un “embrión”, habría anunciado hacia el corazón de mi madre: “¡Mamá! ¡Por favor, déjame vivir! Incluso si estás inquieta o no me quieres, por favor déjame vivir. Me las arreglaré por mí mismo. No seré una carga para ti. Únicamente déjame vivir, por favor”.

En comparación con la norma habitual, no teníamos mucho, pero aun así mi madre no reparó en esfuerzos para que yo alzara el vuelo como un pájaro. Me permitió venir a la vida y ese es el mayor regalo de todos. ¡Eligió la vida! ¡Mi vida!

Cuando hoy en día escucho y leo que se supone que el aborto previene el nacimiento de personas con discapacidades, me surgen algunas preguntas: ¿Por qué yo no debería haber nacido? ¿Alguien ha perdido algo por mi culpa? ¿Es que el amor y el corazón que comparto generosamente con todo el mundo en realidad no merecían existir? ¿Por qué hay personas que no quieren que viva gente como yo? ¿Es tan difícil vivir nuestras vidas una al lado de la otra? ¿Soy una carga para vosotros?

Me encanta mi vida. Quiero a mis Amigos. Todos y cada uno de los días descubro algo más de la belleza de la humanidad y del mundo. También yo tengo sentimientos. Y aunque veas mi cara sonriente, créeme: ¡también lloro! Lloro cuando veo vuestro dolor, vuestro sufrimiento y vuestras lágrimas y veo que no puedo ayudaros de ninguna forma. No dispongo de mucho, pero tengo un corazón lleno de amor y quiero ofrecéroslo. Quiero ofreceros mi tiempo. ¿Significa esto algo para vosotros?

Cuando seáis tan ruidosos sobre el derecho al aborto, ¡parad! Mirad a vuestro alrededor y pensad que quizás un ser querido, vuestro mejor amigo o amiga, alguien a quien tengáis en gran estima y que os entregaría su corazón por completo, pensad que es un niño que no se supone que debería haber vivido. Pensad en que debió haber sido “abortado”.

Y luego miradme a mí, ¡por favor! Miradme fijamente a los ojos. Mirad profundamente en mis ojos azules llenos de lágrimas y decidme: ¿preferiríais que no estuviera vivo hoy? Independientemente de vuestra respuesta, os agradezco vuestra presencia en mi vida, ya que sois parte integral de la vida, parte de su Tesoro.

Este texto fue publicado en el blog de Grzegorz Polakiewicz. Lo publicamos originalmente en la edición polaca de Aleteia por cortesía de su autor.

 

 

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