El abrazo de Dios te sana
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
¿Qué es lo que me hace impuro? Pienso en mis críticas, en mis juicios, en mis condenas, en mis miedos. En todo lo que nace del corazón y me vuelve impuro. Me aísla. Me encadena.
Pienso en mi mirada que no es pura. Mi impureza me vuelve esquivo, egoísta, centrado en mí mismo, esclavo.
¿De dónde viene mi crítica? Muchas veces critico cuando no me gusta cómo actúan los demás y quiero que se comporten como a mí me gusta. Condeno sus formas, los juzgo, los critico.
Otras veces porque mi corazón no está en paz. Está enfermo, herido, y no está contento con su vida. Todo le parece mal y lo condena. El alma está herida de amor. Y esa herida me hace enfermo. En mi enfermedad no soporto la salud de los otros. No soporto sus logros y sus éxitos.
En mi enfermedad me rebelo contra la injusticia de este mundo, contra Dios que permanece inmóvil ante mi dolor. En el fondo de mi alma quiero quedar limpio.
¿De qué estoy enfermo?
Quiero mirar con los ojos de los niños. Quiero confiar en el poder de Dios. Necesito más fe para creer en sus palabras.
Quiero fiarme. Fiarme de las personas que en mi camino me piden que confíe en Dios y me acerque. Que no me quede lejos.
La desconfianza me mantiene lejos de Dios cuando me siento impuro. Jesús me invita a acercarme. Con mi impureza, sin miedo. Su misericordia me aguarda. Su abrazo. Su sanación. Quiero confiar más en su poder.
De repente sana, cura, salva. Confiar en su abrazo y en su mirada comprensiva. Acercarme hoy con mi enfermedad. Con esa impureza del alma que no me atrevo ni siquiera a reconocer.
Se la entrego. Jesús me vuelve puro. Hace posible lo imposible.