Aleteia logoAleteia logoAleteia
viernes 19 abril |
San Expedito
Aleteia logo
A Fondo
separateurCreated with Sketch.

Menos europeo y más global, el catolicismo continuará creciendo (y mucho)

multitud

© Ronaldo Correa/JMJ Rio 2013

Aleteia Team - publicado el 10/10/16

…a pesar de los rumores que hablan del fin de las religiones en 2100

Cuando su biógrafo Peter Seewald le preguntó sobre la descristianización de Europa, el papa emérito Benedicto XVI respondió:

“Todo es una cuestión de repensar la presencia, encontrar nuevas formas, trabajar con talento”.

Es decir: en vez de repetir la letanía de las iglesias vacías, cerradas y abandonadas, es más útil entender que el problema es precisamente la fe, que está sedada y distraída. Es de esta cuestión fundamental que se debe recomenzar, dando testimonio de Cristo de formas nuevas.

Philip Jenkins, uno de los mayores especialistas en historia y ciencia de las religiones, reforzó recientemente en el diario The Catholic Herald: nada de fin, nada de extinción.

El problema, según Jenkins, está en pensar en el catolicismo como algo europeo, relacionado a la teoría de las antiguas catedrales, a los ritos de un tiempo que se fue, a la catequesis en dosis masivas para niños de 5, 6, 7 años, toda la mañana, después de la misa y antes de la escuela.

Al final, la mayoría de las veces, esos niños son hoy los adultos que, desvinculados de deberes impuestos, no ponen nunca más los pies en la iglesia ni llevan a sus hijos.

De hecho, en gran parte de las actuales democracias laicas, la tendencia es la de no identificación con ninguna religión. En la República Checa, nada menos que el 60% de la población se declara sin religión.

El escenario llevó a la American Physical Society a publicar, en 2011, un detallado dossier en el que sentenciaba inapelablemente que el mundo se libraría de todas las religiones en el 2100; encabezaban la lista de los países ya listos a abandonar todo aquello en que han creído durante siglos, Austria e Irlanda.

Hay, sin embargo, una gran distancia entre esas tablas de Excel y la realidad de la fe individual.

El hecho de que haya cada vez menos católicos en Praga puede preocupar a quien aún se emociona con el sonido de las campana de las iglesias, pero no sella el destino de una religión.

El propio Jenkins ya había escrito un libro, La historia perdida del cristianismo, en que observaba que muchas religiones mueren: “A lo largo de la historia, algunas religiones desaparecen totalmente, otras se reducen de grandes religiones mundiales a un puñado de seguidores”.

En el caso de la Iglesia católica, sin embargo, el catastrófico pronóstico no parece aplicable, prosigue.

La Iglesia, que “es la mayor institución religiosa del planeta”, viene disfrutando de un crecimiento global: en 1950, la población católica sumaba 347 millones de individuos. En 1970, eran 640 millones. En 2050, conforme estimaciones conservadoras, serán 1,6 billones.

“He hablado de crecimiento global, y el elemento ‘global’ requiere énfasis”, subraya Jenkins. “A lo largo de la historia, ha habido muchos imperios llamados ‘mundiales’ que, en realidad, estaban confinados principalmente a la Eurasia. Fue sólo en el siglo XVI cuando los imperios español y portugués realmente abrazaron el mundo. Para mí, la verdadera globalización comenzó en 1578, cuando la Iglesia católica estableció una diócesis en Manila, en Filipinas, al otro lado del inmenso Océano Pacífico”.

Y continúa:

“Estamos habituados a pensar en el cristianismo como una fe tradicionalmente ambientada en Europa (…), pero esta religión se propaga a escala global. El número de cristianos está aumentando rápidamente en África, Asia y en América Latina. El cristianismo está tan enraizado en el patrimonio cultural de Occidente que hace que parezca casi revolucionaria esa globalización, con todas las influencias que puede ejercer en la teología, en el arte y en la liturgia. Una fe asociada principalmente a Europa debe adaptarse a este mundo cada vez más vasto, redimensionando muchas de sus premisas”.

Es natural preguntar: ¿ese “nuevo” cristianismo global permanecerá auténtico?

Es una interrogante legítima, sólo que un tanto sin sentido cuando nos damos cuenta de que las grandes reservas del catolicismo están hoy en países como Brasil, México y Filipinas; por otra parte, en este último país ha habido más bautismos el año pasado que en Francia, España, Italia y Polonia juntas.

La objeción es fácil:las tendencias demográficas explicarían las razones de ese crecimiento. Donde nacen más niños, crecen más católicos, si el sustrato estuviera presente. Donde eso no pasa, el catolicismo se seca.

Jenkins discrepa: basta ir a África y ver que no es exactamente así. En 1900, había en el inmenso continente africano tal vez 10 millones de cristianos (no sólo católicos), constituyendo el 10% de toda la población.

Hoy, hay en África medio billón de cristianos (200 millones son católicos). Y ellos se duplicarán en los próximos 25 años. Sucede que no hay “sustrato cristiano” en África, brutalmente marcada por invasiones, ocupaciones e islamización más o menos forzada.

Incluso así, África tendrá más católicos en 2040 de los que había en el mundo entero en 1950. Más aún, en 2030, los católicos africanos ya habrán superado a los europeos. Enseguida, África se disputará con América Latina el título de la región más católica del mundo.

En solamente una generación, Nigeria, Uganda, Tanzania y el Congo estarán entre los diez países más católicos del planeta, y el catolicismo ha comenzado a enraizarse en esos lugares hace apenas un siglo.

Incluso frente a este escenario, hay dudas legítimas, especialmente en lo relativo a las conversiones y bautismos en masa.

Benedicto XVI, en 2009, reconoció que existen riesgos incluso en una Iglesia joven y entusiasta como la de África: es verdad que esta es “un inmenso pulmón espiritual para la humanidad en crisis de fe y de esperanza”, pero también es verdad que un pulmón siempre puede enfermarse.

Y, al final, ¿cuáles son los riesgos de “contaminación” del cristianismo euroamericano, considerado por muchos como el “único auténtico”?

La respuesta está no sólo en las masas de fieles africanos y asiáticos que llenan las iglesias italianas en la misa dominical, sino también en la forma del rito, muchas veces mucho más respetuosa de lo que se ve en algunas catedrales centenarias, de rosácea brillante y altares majestuosos.

Basta ver cómo el Papa fue acogido en la paupérrima República Centroafricana: mientras él entraba a la catedral después de abrir la Puerta Santa, el pueblo estaba arrodillado, recogido en adoración, sin empujones ni intentos superficiales y groserías de hacerse selfies con el smartphone.

Se trata de respetar profundamente lo esencial, lo sagrado, y no sólo de supervalorar, apegadamente, las formas y rituales que, sin lo esencial, no hacen sentido.

En este mismo contexto, Jenkins menciona la ciudad de Aarhus, en Dinamarca. Aunque ese país tenga muy poco de católico, tanto en las costumbres como en la práctica religiosa, las pocas iglesias católicas que existen en la ciudad han visto grupos numerosos de fieles, procedentes de tierras lejanas, entrar con frecuencia cada vez mayor para rezar, en muestra evidente del carácter global (es decir, católico) de la fe cristiana.

Frente a estas realidades, la pregunta que no calla es: ¿existe voluntad y capacidad de experimentar nuevas formas de testimonio y de presencia?

Eso implica enfocarse en lo esencial y dejar de lado los discursos menos cristianos y partidistas sobre “la verdadera raíz del cristianismo”, así como los debates sectarios que divagan indagando si su “imagen más correcta” es la de la vieja Europa (que ya no se reconoce) o la de la joven África (que abraza cada vez más el cristianismo).

En el mensaje enviado a los participantes al 14º Simposio Ecuménico, realizado el pasado agosto en Salónica para tratar justamente la reevangelización de las comunidades cristianas en Europa, el papa Francisco escribió que el continente ya está lidiando con “la realidad generalizada de los bautizados que viven como si Dios no existiera, de las personas que no son conscientes del don de la fe recibida, de las personas que no experimentan su consuelo y no son plenamente partícipes de la vida de la comunidad cristiana”.

La Iglesia del Viejo Mundo está, claramente, frente al desafío de renovar sus raíces cristianas cada vez menos entendidas.

¿Cómo?

El papa Francisco propone: “Identificando caminos nuevos, métodos creativos con un lenguaje capaz de hacer que el anuncio de Jesucristo, en toda su belleza, llegue al hombre europeo contemporáneo”.


A partir del texto de Matto Matuzzi en el diario Il Foglio

Tags:
áfricaamerica latinaasiacatolicismocristianismoeuropaevangelizacionfeiglesia catolicareligión
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.