Ocho píldoras de espiritualidad de santo Tomás de Aquino para vivir más intensamente la propia espiritualidad.
Las presenta en Aleteia el profesor Alessandro Beghini. Escritor, estudioso de Teología espiritual y mística, coordina el Recorrido de Formación sobre la Vida Espiritual Cristiana Vivir según el Espíritu (Gal 5,16) a partir de la doctrina de Tomás de Aquino.
La doctrina de Tomás de Aquino –Doctor Humanitatis- enseña sobre la vida espiritual en orden a la contemplación y al conocimiento místico.
Para Beghini, santo Tomás de Aquino es "uno de los más grandes autores y estudiosos que la historia nos haya dado y al mismo tiempo un gran santo por su vivencia heroica, aunque, por desgracia, a día de hoy a menudo es relegado a los contextos de nicho". Atención a sus 8 lecciones.
1. Unión íntima
En relación a la vida espiritual, Tomás afirma que es un camino que nos lleva a un conocimiento casi experimental de Dios. La vivencia espiritual cristiana íntima, o mística, no está reservada a alguien en especial, sino a todos. Y es el recorrido de unión íntima con Dios al que cada uno está llamado a partir del Bautismo: la vida mística es, por lo tanto, la vida íntima de Dios comunicada al hombre.
2. Dios nos quiere como Él
Al emprender este camino surge el núcleo fundamental del credo cristiano y católico en particular: no un Dios que "simplemente" se revela, sino un Dios que se ha hecho hombre para hacernos como Él. O como dice santo Tomás: "El Hijo de Dios, al querer que fuéramos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que hecho hombre, hiciera a los hombres dioses" (Officium de festo corporis Christi).
3. Dar el peso justo a las cosas
El Doctor Humanitatis, además, deja ver en su obra una carga afectiva profunda de la relación Dios-Hombre, aunque con un lenguaje que hoy consideramos algo frío y áspero. Su doctrina no fue sólo especulativa, sino afectiva.
Él, de hecho, nos amonesta para dar el justo peso a las cosas, para poner en orden, una vez por todas, sobre lo que realmente cuenta para la vida presente y para la futura, es decir, estar con el Señor, no dando importancia al resto.
4. La caridad
Tomás enseña que la vida espiritual mística es lo que nos conduce, a través de la caridad, a ser elevados hasta la visión del mismo Dios. Este es el corazón de la reflexión de santo Tomás: el amor, la caridad es fin y medio. Fin en cuanto Dios-amor es hacia lo que todos tendemos; medio en cuanto el amor es lo que nos permite elevarnos y a través del amor, Dios nos eleva hasta volvernos dignos del encuentro con Él. Y esto es el fruto de la contemplación.
5. La aspiración de cada hombre
Esta contemplación, aunque imperfecta, en esta vida da, podríamos decir, como bien accesorio la delectatio (alegría, placer) y, a su vez, la delectatio nos impulsa aún más a la contemplación, explica Tomás. El hombre entonces se demuestra ser capaz de Dios, y esta es la mayor promesa del cristianismo, la cumbre más alta a alcanzar, la aspiración que todos nosotros, seamos conscientes o no, sepamos expresarlo o no, llevamos en el corazón.
6. La felicidad
Tomás nos enseña que el hombre al buscar la felicidad en realidad busca a Dios que es la felicidad última a la que cada uno aspira; de hecho, el hombre puede encontrarla sólo en Dios: la felicidad del hombre, nos dice Tomás, consiste en la satisfacción del deseo natural de ver a Dios: sólo cuando esto ocurra, el intelecto se aquietará.
7. Recorrido hacia atrás
La distancia existente entre el Ser de Dios y el ser del hombre no podrá colmarse sólo con las fuerzas humanas. Por eso, según el esquema de santo Tomás, es necesario efectuar un camino "hacia atrás" de reunión con Dios, sabiendo bien que Dios es el buen Padre misericordioso siempre listo a sostenernos y ayudarnos con su Gracia.
8. La belleza del amor
En su doctrina, Tomás no trasmite sólo contenidos, sino más bien se revela un hábil pedagogo: nos toma de la mano y nos conduce al descubrimiento de la plenitud de la dignidad de ser hombres y al descubrimiento de la belleza de ser criaturas amadas por Dios. No nos enseña, explícitamente, a contemplar, sino que nos revela la importancia de la contemplación. No nos explica concretamente cómo ser felices, sino que nos dice en qué consiste la verdadera felicidad. En ningún caso se impone a nadie pidiendo que abdique de su deseo de búsqueda y de conocimiento de la verdad, sino que incita a todos a recorrer este camino de descubrimiento de sí mismos y de Dios.