Muchas fueron quemadas tras su muerte debido a la lepra que contrajo por tomar mate con enfermos
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Fuimos hasta Villa Cura Brochero, el emblemático paraje de la sierra cordobesa argentina rebautizado en honor de su gran promotor, José Gabriel Brochero.
Una estatua de bronce del cura que muchos consideran como el santo cura de Ars argentino nos da una primera pista de su personalidad, y señalando el cielo parece decirnos: “Che vos, no me mirés a mí, míralo al de arriba”, como cuando al bandido le dijo: “No me insultes a mí, es el de la Cruz el que te llama”. No importa; a él nos acercamos porque hoy la Argentina celebra la próxima canonización del Beato José Gabriel Brochero y queremos encontrarnos con él.
Pocas posesiones personales sobrevivieron del gaucho en estos 100 años desde su fallecimiento. La gran mayoría fueron quemadas tras su muerte, por la lepra que contrajo el cura gaucho por tomar mate con enfermos.
Sí se conservan en el museo del santuario Nuestra Señora del Tránsito algunas de esas reliquias que hablan por sí mismas de la personalidad del santo.
Un humilde confesionario de madera, móvil, resguarda las gastadas pero intactas rejillas por las que el Cura escuchaba y hablaba a sus confesores.
“Cuanto sean más pecadores o más rudos o más inciviles mis feligreses, los han de tratar con más dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aun en el trato familiar”, decía Brochero.
Este gran promotor del progreso depositaba gran importancia en el sacramento de la Reconciliación: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio”.
También se conservan los ornamentos para una Misa de Festividad usados por Brochero, como si hubiesen sido usados ayer nomás y no hace casi un siglo, para celebrar el milagro de amor: “Porque entonces es cuando su Amor se acrece, se vigoriza, se agiganta, se rebalsa por todas partes, y se revienta, si puedo expresarme así, y hace entonces un milagro de amor: la Eucaristía”.
También se conserva una montura de época que pudo haber sido usado por él, que por dimensiones nomás advertimos eran más para mula que para caballo, además de estribos de la montura.
¿Acaso sean las que usó sobre su emblemática mula Malacara? Escribía el Pppa Francisco con motivo de la beatificación de Brochero en 2013: “Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas”.
La última reliquia que hoy repasamos, un maletín de cuero gastado, como el de aquel que recorrió y “pateó” mucho, nos habla de un peregrino que golpeaba puertas y visitaba su gente.
Según Francisco en la misma carta, “el Cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, las cosas para celebrar la Misa diaria. Lo invitaban con mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús”.
El beato José Gabriel Brochero será canonizado en Roma el 16 de octubre de 2016.