No es tanto un biopic de Pelé como un plagio de jugadas de Oliver y Benji o un anuncio de zapatillas… eso sí, con pretensiónCopa del Mundo de 1958. Brasil contra URSS. Una nación devastada, la brasileña, tiene el corazón en un puño. ¿Perderán de nuevo el título como en 1950 por culpa de su juego callejo? Hay que demostrar que también Brasil puede jugar a lo serio, como Europa; nada de juego bonito. La estrella del equipo está lesionada, y un reserva de 17 años espera entrar en la final.
Es Edson Arantes do Nascimiento, lustrador de zapatos en los suburbios, aficionado al futbol acrobático, y apodado Pelé por los niñatos de buena clase que se burlan de él. El chaval ha aprendido a jugar como se aprende en Brasil: en las calles pobres de los suburbios y con su panda de amigos haraposos. A la vez, ha tenido un maestro: un futbolista profesional retirado y frustrado, su padre.
Pelé, el nacimiento de una leyenda busca la épica de la ascensión del futbolista. Así, el guión sigue los primeros años de Pelé hasta llegar a la final del 58, triunfo que le catapultaría a rey de la esférica, a mayor jugador del mundo, incluso a mayor deportista del siglo XX.
Balón de Oro honorífico, Caballero de Honor, Ciudadano del Mundo, embajador de la UNESCO y de la ONU, ministro de Deportes en Brasil, y mito viviente, Pelé es además… amante de Xuxa, cantante y actor. Ahí quedará su aparición en Evasión o Victoria, 1981, de John Houston (El Halcón Maltés). En este estreno, se mete a productor y no se ahorra su pinito en una escena.
Ha sido año de olimpiadas en Río. Dos años antes, el Mundial de fútbol volvía a Brasil. Tras un ciclo especulador y de esperanzas económicas, los ánimos no están especialmente para tirar cohetes, y los ojos del mundo miran la tierra de los grandes futbolistas. ¿Qué será del Mundial? ¿Y de los Juegos? ¿Y de este pueblo abatido?
Como en 1958, hay que elevar el espíritu. Es 2013, y a un año de la Copa del Mundo, Pelé anuncia en Cannes que habrá película sobre él. ¿Qué mejor que recordar a su figura? Se puede salir del barro. Prevista, pues, para motivar a Brasil en 2014, la cinta nos llega pasado todo el trajín deportivo en esas tierras.
Opera prima cinematográfica de los hermanos Zimbalist, la película tiene buenas intenciones, muy buenas intenciones. Quiere animar a una nación, habla de la voluntad y del esfuerzo, incluso toca una posible redención a la tristeza y a la muerte del amigo. Por ello, se vale de un tono realista, casi documental, género propio de sus directores. Sin embargo, cinematográficamente la cinta no es mucho, y llega a ser soporífera.
Un film para fans, que no llega a tener una reflexión sobre el valor colectivo del deporte ni toca el drama de un país con valentía. Planos cortos, falta de guión, recurso a los años mozos y a los tópicos sobre Brasil y sus favelas. No es ni una película sobre deporte ni sobre los dramas de su pueblo. No es Estación Central ni Ciudad de Dios.
Poca profundidad, con aire infantil, incluso naíf. Una especie de Oliver y Benji con un Pelé pimpollo. Mucha persecución. Mucha travesura. Mucha pirueta. Mucho recurso a la cámara lenta. Mucho futbol para hablar de lo que ocurre antes del futbol.
Esta no es tanto una cinta sobre Pelé como un anuncio sobre la ginga, sobre el espíritu de un pueblo. Volkgeist para ponerse romántico y sacar pecho ante el mundo. Y ahí es donde la propuesta acierta, aunque sin mucho juego artificial. Hay que recuperar las raíces. Para ello, ni el hombre ni una nación puede querer ser otra cosa de lo que son. La ginga, ese balanceo esencial de la capoeira, que ha inspirado el juego bonito, es toda una fuerza subterránea de un pueblo, el brasileño. Dejas de creer en ella, y fracasas. Cuestión de fe. Esperanza de una nación.
La película pasará sin mucha gloria, a pesar de tener la fotografía excepcional de Libatique (Money Monster, Iron Man…), habitual en los trabajos de Aronofsky (Réquiem por un sueño, Cisne negro y Noé, por ejemplo) o de Spike Lee (con Plan oculto, y otras tantas). Pero ni la fotografía ni la ginga consiguen elevar el valor menor, residual de la propuesta. No se puede elevar al ser humano ni a un país solo con sentimiento. El corazón del hombre requiere de un ideal mayor y universal. O la ginga vale para todos, o en unos años volvemos a hablar.