La película de Brad Furman está basada en la historia real de Robert Mazur, un agente infiltrado en el cartel de Medellín que desmontó su estructura de blanqueo de dineroLas películas de policías infiltrados en organizaciones criminales son un subgénero en sí mismas. Siempre funcionan, son intrigantes, emocionantes y generalmente contienen moraleja. Cuando el cine, sobre todo el de Hollywood, se ha acercado al mundo de los gangster lo ha hecho para moralizar y generalmente para decirnos también que quien la hace la paga ya sea con la justicia o a golpe de violencia.
Infiltrado no se aleja un ápice de lo que uno podría esperar de un título así. Basada en un hecho real, el film de Brad Furman nos cuenta la historia de Robert Mazur, un agente de aduanas que se infiltró en el cartel de Medellín para desmontar la red de blanqueo de dinero que había diseñado Pablo Escobar. La película retrata con precisión como Mazur (interpretado por Bryan Cranston) se fue introduciendo poco a poco en la telaraña de influencias que suponía el entorno del cartel de Medellín y lo peligroso que podía llegar a ser dar un paso en falso.
Si en algo parece querer diferenciarse Infiltrado es en la relación que Mazur tiene con su familia, sobre todo con su mujer cuando la tiene que abandonar apresuradamente, cuando tenía que fingir que está prometido con otra persona o cuando su cena de aniversario se convierte en un incómodo festín de malas formas y maneras.
No obstante, Mazur, al menos en la película, consigue distanciarse de ese tópico que suele decirnos que para atrapar al demonio a veces hay que convertirse en él. Aquí no, aquí Mazur mantiene la entereza y no solo no traicionará a su mujer sino que tampoco se traicionará así mismo. Al menos cuando todo termina, tiene la cabeza bien alta.
Infiltrado parece también querer poner el acento en la relación que Mazur mantuvo con los gangster, en las supuestas amistades que se fraguaron y en la consecuente traición posterior y es aquí donde el film de Furman más se tambalea. Los personajes no están lo suficientemente bien tratados, sobre todo los secundarios y muy especialmente los villanos de la función. A la película le falta empatía porque uno nunca termina de sentir especialmente que la policía termine metiendo en la cárcel a un grupo de delincuentes.
En realidad, a la película de Furman le pasa lo que a un buen puñado de productos salidos de Hollywood, que no tiene riesgo ni tampoco demasiadas agallas. Es muy larga para explicar una historia que se podía haber contado (y muy bien) con media hora menos. Las relaciones y las situaciones que vemos en Infiltrado son también las esperadas y las formas de exponerlas también de modo que no hay grandes sorpresas sobre el horizonte.
Aunque el largometraje de Brad Furman ha recibido muy buenas críticas sobre todo en lo que se refiere a la interpretación de Bryan Cranston (que es verdad que está muy bien), la mayoría de ellas también coincidían en que en el fondo Infiltrado no es nada del otro jueves. Previsible y moderadamente entretenida cuyas puntuales novedades tampoco terminan de sostener su más de dos horas de metraje.