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¿Por qué pagamos cada vez más por la luz?

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Shutterstock / chiccododifc

César Nebot - publicado el 26/09/16

Reducir tu consumo energético no abarata la factura demasiado...

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Cuando se habla de la factura de la luz, existen dos temas recurrentes. En primer lugar, el esfuerzo mensual que tienen que hacer frente las familias. Por otra parte, la necesidad de ser más eficientes energéticamente para el respeto al medio ambiente. El consenso general es que se necesita ser más eficiente energéticamente y que el coste para las familias es excesivo.

Pero no sólo queda ahí. Haciendo un salto acrobático, desde diferentes instituciones, no han sido pocos los mensajes que señalan como clave que el consumo energético individual es el responsable para alcanzar eficiencia energética y, por lo tanto, de conseguir las metas que nos propongamos en lo medioambiental.

Dejando de lado la lógica de que sea una condición necesaria, resulta una temeridad elevar esta afirmación a condición suficiente. De hecho, se muestra totalmente insuficiente hasta el punto de que ni siquiera es el factor más importante dado nuestro mercado eléctrico.

Si esta responsabilidad de eficiencia energética individual para alcanzar el respeto al medio ambiente fuera condición suficiente, la estrategia sería bien sencilla: la conciencia ecológica alcanza con el ahorro de la economía familiar. Las propias familias dispondrían de incentivos para economizar su presupuesto y, por ende, incentivos a la eficiencia energética.

Hay pocas herramientas más efectivas que un incentivo para cambiar conductas. Pero, de facto, no se dan estos incentivos de forma contundente.

Para entenderlo mejor, analicemos una factura de la luz de una familia española media. Imaginemos que su montante asciende a 100 euros. De estos, sólo 38 euros serían para abonar el coste variable energético. El resto se corresponde con el coste fijo de potencia, los peajes y los impuestos.

Si realmente los reguladores del mercado eléctrico estuvieran preocupados por el medio ambiente y estuvieran convencidos de que la virtud ahorradora de las familias se traduce en el cuidado del medio ambiente, se velaría por conseguir que ese ahorro se tradujera en el montante total de la factura de la luz.

Pero para ello, la parte variable que es la sensible al ahorro de las familias no debería ser apenas un 38% del total.

Incluso en el hipotético caso de que una familia viviera sin consumir electricidad, tendría que hacer frente a una factura importante. Una rebaja del precio de la energía apenas se notará en el total de la factura de la luz.

De hecho, si bien en España el precio de la energía desde el 2013 ha caído un 5%, lo que suena a alivio para el presupuesto familiar, el problema reside en que en contrapartida el coste fijo ha aumentado en un 93%. Es decir, sube aquella parte que no puede ser minorada por un esfuerzo de ahorro energético.

La factura de la luz desde el 2010 ha aumentado un 40% mientras que la renta media de los hogares españoles ha retrocedido un 8%. Algunos estudios estiman que en 10 años ha crecido casi un 80%.

Todo esto sin que las familias puedan eludir estas subidas con un cambio de conducta en su consumo energético.

Además, en un periodo de recesión no parece plausible que estos incrementos se deriven de una expansión de la demanda de electricidad.

Lo que se hace patente es que año tras año, la cantidad de recursos que una familia debe emplear al mes para afrontar este pago ha ido creciendo.

De acuerdo con los datos de Eurostat, este esfuerzo familiar en España para el 2010 era un 11% superior a la media europea y ha ido creciendo hasta rondar el 35%. En resumen, la factura de la luz ha ido subiendo sin que las familias puedan hacer nada, casi de una forma confiscatoria.

En consecuencia, si el patrón de conducta energética de las familias debe descartarse como condición suficiente, está claro que son los incentivos del regulador y el comportamiento oligopolístico de las eléctricas los que deberían centrar la atención de los que reclaman mayor eficiencia energética.

Si a las eléctricas y a las diferentes instituciones les preocupase realmente el medio ambiente, en lugar de difundir tantas campañas de música celestial, de panorámicas de naturaleza y de familias felices paseando a su perro, abordarían el diseño de los incentivos para ayudar al ahorro de las familias y así al ahorro energético.

Mientras tanto, todos esos anuncios son cartón piedra para disimular sus crecientes cuentas de resultados con prácticas anticompetitivas conniventes con el regulador.

De igual manera que el pantallazo de advertencias cierra cada anuncio de medicamento, deberían incluir uno que rezara “Consejos vendo y para mí no tengo”. Al menos así dejarían de culpar a las castigadas y esforzadas familias de un pecado del que no son las principales culpables.

Tags:
ahorroenergíaluzmedio ambiente
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