Otro sacerdote desaparece en extrañas circunstanciasLa página web de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se ha convertido en una especie de obituario y de nota roja. En vísperas de la segunda marcha por la familia –este sábado 24 de septiembre—la violencia contra la Iglesia jerárquica en México ha recrudecido.
Los hechos
El pasado lunes 19 de septiembre, el país despertó con el hallazgo de los cuerpos sin vida de dos sacerdotes que servían en la diócesis de Papantla (Veracruz), concretamente en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima de la colonia Petromex en Poza Rica.
De inmediato, la CEM expresó sus condolencias, cercanía y oración a la diócesis de Papantla, a su obispo José Trinidad Zapata Ortiz, a los familiares de los sacerdotes Alejo Nabor Jiménez Juárez y José Alfredo Suárez de la Cruz, quienes fueron privados de la vida, y externó su “dolor e indignación ante la violencia ejercida contra ellos”.
La parte central del mensaje decía que en estos momentos de dolor, impotencia y tragedia provocada por la violencia, “elevamos nuestra plegaria al cielo por el eterno descanso de estos hermanos nuestros, e imploramos al Señor la conversión de sus agresores; de la autoridad esperamos el esclarecimiento de los hechos y la aplicación de la justicia contra los responsables”.
El mismo día pero en otro Estado, el de Michoacán, un sacerdote desaparecía de su ministerio y el miércoles 21 se interponía una denuncia por un presunto secuestro en su contra y en contra de un adolescente de 16 años de edad.
Tocó el turno del cardenal de Morelia (Michoacán) Alberto Suárez Inda, quien junto con el presbiterio de la arquidiócesis expresó “su angustia” por la desaparición del párroco de la Santísima Trinidad, de Janamuato (Municipio de Puruándiro), Michoacán, el padre José Alfredo López Guillén, después de que fue saqueada la casa parroquial el pasado lunes 19 de septiembre.
“Suplicamos se respete la vida e integridad personal del sacerdote para que pueda cuanto antes reincorporarse a su labor pastoral”, decía el cardenal Suárez Inda en su comunicado al tiempo que se unía a sus feligreses y familiares “en oración confiada, pidiendo al Dios de misericordia por esta necesidad”.
Las interpretaciones
Aprovechando el embate mediático y de redes sociales en contra de la Iglesia católica mexicana, supuesta “organizadora de las marchas contra el gaymonio” en el país, y “provocadora de homofobia”, las interpretaciones tanto oficiales como de los comentaristas de prensa (profesionales y amateurs) de los hechos no han tenido punto de reposo.
Sobre el asesinato de los dos sacerdotes en el Estado de Veracruz, el fiscal general del Estado, Luis Ángel Bravo Contreras, se apresuró a declarar que tanto el padre Jiménez Juárez como el sacerdote Suárez de la Cruz conocían a sus victimarios y convivieron con ellos antes de la agresión.
“Estaban ingiriendo licor. Después de un rato se descompuso la reunión y se tornó violenta. Luego vino la sustracción de 5 mil pesos de las limosnas y de dos camionetas”.
Con ello, deslindaba de responsabilidad al crimen organizado que asola a la entidad veracruzana y, de paso, dejaba caer un rasgo de culpabilidad en los presbíteros masacrados. Uno de ellos con nueve disparos de arma corta.
Por su parte, el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, afirmó que el cura fue secuestrado junto a un menor de 16 años. Al respecto dijo, el lunes el párroco “se encontraba con un joven de 16 años, pidió comida (…) y algunas cosas de consumo, y después… ya no se supo de ellos”.
“Afortunadamente se llevaron un teléfono y ese es el que nos permite acercarnos a los resultados”, dijo en una entrevista radiofónica el gobernador de uno de los tres estados más violentos de un país que se consume en una guerra interna que en los primeros ocho meses de este año alcanzó cifras escalofriantes de crímenes: 15.200.
Un país en el que son secuestradas, cada día, seis personas…