Ibrahim Al Hussein, una de las estrellas “refugiadas” de las paralimpiadasIbrahim Al Hussein se llevó una de las grandes ovaciones de los Juegos Paralímpicos en Río de Janeiro. Participó en la prueba de los 100 metros libres. Tardó un minuto y 20 segundos y quedó el último.
Pero su historia, su vida, su testimonio de superación merecía la ovación de los 5.000 espectadores de la piscina olímpica que coreaban su nombre como si se del mismísimo Michael Phelps se tratara.
Ibrahim Al Hussein no es sólo un atleta paralímpico. En abril fue el representante de los refugiados que portó el fuego olímpico por el campo de refugiados de Eleonas en Atenas y ahora se ha convertido en el icono de los atletas refugiados que han participado en Río de Janeiro.
Vive en Grecia desde el año 2013, hasta donde llegó en una balsa neumática. Un año atrás, en 2012 ocurrió la desgracia.
Lo cuenta el diario español El Mundo: “El sol alumbraba las calles de Deir ez Zor, al noroeste de Siria, en 2012 mientras dos vecinos paseaban por la ciudad. Un ruido ensordecedor cruzaba el cielo y el Ejército de Basar al Assad entraba en acción. La primera descarga de misiles dejaba a uno de los hombres gravemente herido y su amigo acudía rápidamente en su ayuda; en ese momento otro caza fijaba el objetivo cerca de donde están los dos y lanzaba una ráfaga de bombas. Ahí cambiaba la vida de Ibrahim”.
“Después me vi forzado a salir de mi país porque no tenía medicación para curar mi pierna [la derecha, amputada] ni dinero para alimentos”, explica a este medio de comunicación.
Su vida en Grecia tampoco ha sido fácil, aunque reconoce que ha tenido mucha ayuda: “un médico privado en la ciudad me entregó de forma gratuita una prótesis”. Trabajó en una cafetería durante 10 horas nocturnas y siguió practicando la natación.
Ahora ya puede decir que ha sido olímpico y se muestra orgulloso de su partición. Ha cumplido un sueño: “Lo único que tengo claro es que el deporte me ha salvado la vida”.