¿Y si datos internacionales le dieran razón? El papa Francisco se ha manifestado varias veces en contra de la corrupción, pero el domingo pasado advirtió que sus efectos son similares a los de las drogas.
“Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: cree que puede usarla y después dejarla cuando quiera. De pronto se empieza con una mancha por aquí, un soborno por allá y entre estas y aquellas lentamente pierde la propia libertad“, dijo antes del rezo mariano del Ángelus en la Plaza de San Pedro (18.09.2016).
Se trata de “una decisión constante entre dos caminos”, que son “la honestidad o la deshonestidad, la fidelidad o la infidelidad, el egoísmo o el altruismo, el bien o el mal”.
“No se puede oscilar entre uno y otro, porque se mueven con lógicas distintas y excluyentes”, dijo Francisco. Además de esto, subrayó que la corrupción tiene también otros efectos y “genera pobreza, explotación y sufrimiento”.
“¡Cuántas víctimas hay en el mundo de esta difusa corrupción!”, lamentó.
Al parecer, la posición evangélica del papa Francisco contra este mal de la “mundanalidad” también está apoyada en datos empíricos que justificarían a todos combatir la corrupción que crea drogados ávidos de poder y dinero.
Harapientos de corbata y camisa blanca que apestan. Sí, porque el Papa en una homilía en Santa Marta (06.11.2015) advierte que “la corrupción es sucia y la sociedad corrupta apesta. Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano, ¡apesta!”.
Bien, ¡quien esté libre de pecado que lance la primera piedra! Porque la corrupción es un fenómeno global que golpea varios ámbitos de nuestras vidas.
En un plano más inmediato, la corrupción roba recursos y oportunidades a los más pobres y vulnerables.
Educación (escuelas, becas de estudios para personas sin medios), salud (hospitales públicos, fármacos económicos), programas de desarrollo local (inversión en micro-crédito, creación de micro-empresas para madres solteras), etc.
Tolerar la corrupción es tolerar la injusticia. Es un círculo vicioso del cual advierten la misma ONU y diversos organismos internacionales.
A continuación, algunos datos sobre el impacto de la droga-corrupción y sus efectos nocivos para la familia humana.
- Cada año se paga un billón de dólares en sobornos, dinero por favores, según la Cámara de Comercio Internacional.
- 2,6 billones de dólares anuales son robados por gente corrupta, al equivalente al 5% del PIB a nivel mundial, según el Banco Mundial.
- Diez veces más del dinero dedicado a programas de desarrollo se pierde en los países en vías de desarrollo debido a la corrupción, según el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD).
- En los países ricos o industrializados, las cosas no van mejor, el fraude y abuso en la atención sanitaria cuestan a cada gobierno entre 12.000 y 23.000 millones de dólares cada año, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
- El 25% del gasto publico de los países desarrollados se pierde debido a la estafa, el soborno y otras formas de corrupción.
- El gasto anual en medicinas ronda los 50.000 millones de dólares y en algunos países el gasto farmacéutico representa hasta el 50% del gasto total en sanidad.
- La inversión extranjera se pierde en muchos países debido a la corrupción. El Foro Económico Mundial calcula que la corrupción aumenta el costo de hacer negocios hasta en un 10% de promedio.
- Desde la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), subrayan que la corrupción actúa como una especie de impuesto oculto, un gasto ilegal que frena a los inversores, lo que a su vez genera pérdidas de empleos y aleja el objetivo de acabar con la pobreza.
- Los acueductos y demás servicios de abastecimiento del agua se hacen más caros de un 40% debido a la corrupción. Esto hace que anualmente sean necesarios millones de dólares más para ofrecer agua potable y saneamiento, según el PNUD.
- La corrupción no respeta ni siquiera la educación. Según datos de la UNODC, el fraude académico está muy extendido en algunos países, pero también el despilfarro en la contratación tanto de profesionales como de edificios y los mantenimientos ficticios crean sobrecostos que ahorcan literalmente los recursos estatales.
- La corrupción asimismo invade la gestión de los recursos naturales, desde la extracción y gestión de petróleo, gas y sus derivados. Aquí se llega hasta el comercio ilegal de madera, carbón y otras fuentes, y el comercio ilícito de especies protegidas. Es decir, la corrupción acelera el daño al ambiente y las especies en vía de extinción.
- En fin, el sector público es el más afectado por la ‘drogadicción’ al soborno y la trampa por el ‘dios dinero’, lo que repercute en una violación sistemática de los derechos que a su vez termina por dañar la democracia y debilita a las instituciones públicas.
- Los políticos corruptos, según la UNODC, cuando desvían recursos para servicios esenciales como la salud y la educación atentan contra el equilibrio de la democracia.
En suma, la corrupción es una droga –como explica a su modo el papa Francisco– porque encierra las personas enfermas de ese mal en un mundo egoísta que causa graves daños sociales.
Lo sabemos, la corrupción aumenta y parece que es un mal incurable, o a lo mejor ¿queremos más pruebas?