Statham vuelve a lo único que hace bien en la pantalla: el hombre duro que resuelve los problemas a patadas
Empecemos por reconocer lo obvio: Jason Statham pudo ser modelo y deportista (además de practicar artes marciales representó a Inglaterra en los Juegos de la Commonwealth en la disciplina de salto de trampolín) antes que actor, pero esa versatilidad no la ha trasladado a la gran pantalla, donde casi podría decirse que a lo largo de prácticamente todas sus películas ha interpretado el mismo papel de hombre duro, resolutivo y que cuando las palabras no solventan las controversias tarda poco tiempo en sacar a dialogar los puños y los pies. Normalmente para desgracia de sus contrincantes.
Pero a pesar de todo ello Statham ha consolidado una carrera de actor de películas de acción (subgénero tipos duros + persecuciones rápidas + peleas duras y rápidas) algunas de las cuales incluso han iniciado el modelo de las denominadas “franquicias” por alcanzar diversas entregas y hasta evoluciones (ya con otros actores en el papel que un día le correspondiera) como en el caso de la serie de televisión basada en su trilogía “Transporter”.
En este caso el mecánico al que alude el título de la película alude a la continuación de la película protagonizada por el propio Statham en 2011 y que a su vez era un remake de la película con la que compartía el título en la versión original (“The Mechanic”) pero que en España se tituló “Fríamente… sin motivos personales” (Michael Winner,1972) y que estuvo protagonizada nada menos que por Charles Bronson, otro nombre clásico de las películas de tipos duros, métodos violentos y en los que la burda hacha de la venganza primaba sobre el certero bisturí de la Justicia, que diría el exmagistrado Gómez de Liaño.
En esta ocasión la originalidad del planteamiento tampoco merece demasiados elogios: el protagonista creía que su vida delictiva había quedado atrás pero su mujer resulta secuestrada y él está obligado a cometer tres asesinatos en distintos puntos del planeta (una buena excusa para viajar y mostrar localizaciones exóticas) con la precaución de hacerlo como a él mejor le sale y como inmortalizó el popular chiste: debe parecer un accidente.
El previsible resultado de toda la trama añade un paralelismo a la carrera interpretativa de Statham y que casi podría compararse también a lo que sucede con algunos grupos musicales: llevan tantos años haciendo lo mismo pero lo hacen tan bien que los fans acérrimos no se pierden una película/un disco/un concierto.
¿Resultado? Honestidad. El trailer promete lo que finalmente ofrece la película, el espectador aficionado al actor o al género recibe lo que esperaba obtener, y finalmente la taquilla no será abultada, pero sí una apuesta segura. Todos salen ganando y por el momento parece que ni los productores, ni Statham ni los espectadores se cansan de ello, por tanto todos felices. Y hasta la próxima, seguramente en unos pocos meses, donde de nuevo veremos a Statham resolver algún conflicto a base de duras miradas, duras patadas y sin despeinarse.