Drama histórico contextualizado en la Guerra Civil que acierta en el juicio para las actuales eleccionesLlegan las elecciones en USA. Usted lo sabe; las pantallas de cine y de televisión también. Es difícil no saberlo. ¿Pensaron que Gary Ross, director de Los hombres libres de Jones, no lo sabría? Pues claro que lo sabía. Ross ha vuelto a hablar, ha acertado en el juicio y parece que el público no lo ha querido ver o entender. Taquillas injustas.
Ross es, quizá con Spike Lee o Michael Moore, uno de los directores con más política en su metraje. No hablo de política en un sentido restringido, partidista o antagónico, sino amplio, con un recorrido que acoge a todos, quizá un poco idealista si se quiere.
Como guionista, le tuvimos en Big (1988). ¿Se acuerdan de esa cinta que catapultó a un joven Tom Hanks? ¿Se acuerdan de ese juguete de feria que convertía al niño en adulto y la decepción que se llevaba? En Dave, presidente por un día (1993) un simple ciudadano conseguía depurar la Casa Blanca de todo mal. Eran alegatos de eso que el director llamó «poder redentor de la inocencia».
Como director, nos presentó en Pleasantville (1998) a un idealista en un mundo de cínicos; en Seabiscuit (2003), los humildes vencían a los poderosos; y en el futuro distópico de Los juegos del hambre, el héroe se negaba a aceptar las normas que adormecen la conciencia de la sociedad norteamericana. ¿Todo esto para qué? Para decir que Los hombres libres de Jones sigue en esta línea, que es una buena película, seria y sensitiva, y que calza a la perfección en nuestro momento.
Empieza en 1862. Guerra de Secesión. O Guerra Civil. Un campo de batalla y una lucha como las de antaño. Horror, guerra, muerte. Los deseos de emancipación del sur canalizan toda la violencia de los estados del norte. En el fondo, la constitución americana dejó inacabada la Unión y el conflicto entre las colonias encuentra salida de modo violento tomando como excusa el esclavismo.
Las razones de fondo son otras: la discusión sobre si el poder recae en la unión o en los Estados, y la divergencia sobre el modelo económico ideal: si el sureño con esclavos o el industrial del norte, sin esclavos pero con racismo.
He ahí el dilema: ¿pelean por el algodón o por el honor?, ¿por una visión política o económica? Ross es claro: la batalla esclavista no tiene que ver tanto con la justicia social como con un modelo económico. Y esto no vale. En este sentido, esta no es una cinta sobre la Guerra Civil (ha habido tantas desde El nacimiento de una nación, en 1915…) sino sobre la postguerra y los problemas que perduraron.
Todas las culturas tienen a su Robin Hood. Y todos los momentos claves también. Ross tomará para ello la vida real de New Knight (magnífico Matthew McConaughey). Al percatarse de la verdadera lucha en la que está metido decide desertar y organiza un levantamiento de pequeños granjeros y esclavos contra las injusticias del gobierno confederado.
¿Héroe o villano? La revuelta concluye con un sistema político utópico: la independencia del condado de Jones (Mississipi), tierra interracial que será de hombres libres. La Constitución de Jones es clara: un hombre es siempre un hombre. Por el camino se casa con Rachel, una antigua esclava (GuguMbatha-Raw), lo que nos llevará a continuos flash-forwards: años después, sus descendientes blancos son juzgados por llevar posible sangre negra.
¿Qué aporta la cinta al momento actual de elecciones? Todo. Un hombre es siempre un hombre. Estamos en un momento anti-sistema y con conflictos raciales. Usted lo sabe. Las pantallas de cine y de televisión también. Mr. Robot, House of Cards, etc. Las reglas viejas no sirven. Es 2016, y las elecciones van locas, sea en España o América. Derechas e izquierdas amenazan con rechazar a su candidato o cambiar el voto. Fíjense que en Estados Unidos muchos republicanos están pensando incluso votar por Hillary.
Los hombres libres de Jones va a la cuestión en juego. Repetimos: un hombre es siempre un hombre. Nada de purismos, nada de luchas falsas. Justicia social, libertad, solidaridad. Ideales que deben acoger a todos los partidos.
¿Por qué no ha tenido éxito la cinta en Estados Unidos? Quizá por ello. La gente está cegada por la división y desorientada. Y esta es una cinta larga, alejada de esos metrajes épicos o de acción en los que se concadenan tráilers uno detrás de otro. Ross no quiere adocenar. Quiere narrar con elipsis y sin ningún clímax concreto.
Sin embargo, esta es una gran película. Sí, lo es. No solo por la excepcional actuación de un McConaughey dispuesto a darlo todo y a sacarse el sambenito de galán (no le haría falta ya…), sino porque Ross nos brinda un cine sensitivo y naturalista en el que pasea un hombre libre que se sabe hombre.