Querida Hillary: puede continuar postulándose para presidente, pero ¿debería?Estimada señora Clinton,
Le escribo desde mi experiencia como una mujer que “ha seguido trabajando”, contra toda prudencia, durante varios episodios de neumonía y que ahora está a la espera de un análisis de rayos X al final del día para determinar si la tos seca, la fiebre leve y los pitidos en los pulmones anticipan otro episodio más.
Por favor, descanse. El mes que viene cumpliré 58 años y usted 69. Ninguna de las dos somos “viejas”, según las convenciones actuales, sino personas mayores, ciudadanas de la tercera edad, y, como tales, si descubrimos que tenemos neumonía, deberíamos cancelar los planes para el día siguiente y reducir un poco las horas de trabajo. No importa cuánto nos guste nuestro trabajo, no podemos hacerlo bien si nosotras mismas no nos sentimos bien. No podemos dar lo mejor de nosotras, con la mente clara, si lo que sentimos es fatiga y la mente nublada; y a usted le esperan nada menos que las últimas etapas de una campaña presidencial, incluyendo esos arduos debates.
O tal vez no. Por supuesto, usted podría seguir persiguiendo el sueño de toda su vida de convertirse en “la primera mujer presidente”, pero, ¿debería continuar?
No le pido que se convierta en un estorbo de candidato presidencial, tampoco que deje vía libre a Donald Trump. No soy trumpista y, sinceramente, creo que Trump fracasaría escandalosamente contra Joe Biden si diera un paso adelante para noviembre, y contaría con el apoyo de la mayoría de los demócratas (y también sé que de algunos republicanos).
Le hago esta petición porque me parece que, después de que se le escaparan las elecciones de 2008, de las que se dijo que “el fracaso dependía únicamente de usted”, aquí está luchando de nuevo, y esta vez no sólo políticamente, sino también físicamente. “Escuche a su cuerpo”, es un gran consejo. Hace ya unos años que su cuerpo parece haberle estado diciendo “Estoy agotado; agobiado; al límite; no es el camino correcto”.
¿Sabe usted a qué es bueno prestar atención también? A la Cruz.
La semana pasada, habló usted sobre su fe cristiana; pues un aspecto importante de la fe supone depositarnos ante la Cruz de Cristo y preguntarle qué quiere que hagamos, porque sabemos que si le hacemos esa pregunta, Dios siempre nos responderá. Y entonces, otros dirán: “Pero, ¿por qué? ¿Por qué han de guiarme lejos de lo que quiero, de aquello por lo que he trabajado y planificado tanto? ¿Por qué he de sufrir así (con esta enfermedad, esta humillación, esta decepción, este dolor), cuando todo lo que quiero es lo que creo que debería ser mío?”.
Cómo no ser un cristiano indiferente
Este ejercicio no está reservado para aquellos que tienen ambiciones políticas; es una realidad constante y común para todos y cada uno de nosotros, independientemente de nuestra posición: cuando parece que todo va mal, cuando se derrumban los sueños y los planes, entonces miramos a la Cruz y nos damos cuenta de que así es la vida real: a veces nos vemos impedidos, se frustran nuestros sueños y no podemos sino lamentarnos de nuestro mal. Más tarde —a veces, mucho más tarde— nos damos cuenta de que era necesario permitir que sucediera aquello que nos pareció un desastre para que así llegara algo glorioso, bueno y perfectamente adecuado para nosotros.
Piense en ello mientras esté descansando y contemplando los meses que tiene por delante, ¿lo hará, por favor? En este momento debe de sentirse como si estuviera en el Getsemaní, con la difícil oración que Cristo realizó allí: “Aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Mientras medita sobre ello, ¿me permite que le ofrezca algunas consideraciones prácticas sobre por qué estaría mejor, llegados a este punto, si terminara su búsqueda de la Casa Blanca?
La primera es en relación al legado
Ahora mismo se encuentra usted en una posición singular: ganar la presidencia podría, de hecho, limitar su legado. Una Presidenta Hillary se convierte al instante en una entidad cuantificable —un fracaso o un éxito—, mientras que una “¿Qué sucedería si Hillary…?” se convierte en material de leyenda y mito eterno. Mientras el mundo continúa escorándose durante los próximos ocho años, los expertos se preguntarán, “¿Qué habría hecho una Presidenta Hillary?”.
Imaginar lo que Hillary podría haber hecho como presidenta, “de no haber quedado al margen por cuestiones de salud”, será el impulso definitivo a su legado, porque la respuesta siempre será la mejor y más noble.
No obstante, la construcción del mito no será completamente efímera: se erguirá sobre unos cimientos auténticos y muy sólidos, unos cimientos que proclaman que quienquiera que finalmente se convierta en “la primera mujer presidente” estará enormemente en deuda con usted, con la mujer que agrietó el techo y pudo haber sido presidenta, “de no ser por…”.
No es necesario ser su adepto para reconocer que tiene uno de los currículos más impresionantes de la era moderna: jurista formada en Yale, autoproclamada “defensora de mujeres y niños”, primera dama de Arkansas, primera dama de Estados Unidos, senadora de Estados Unidos, secretaria de Estado. Sí, “primera mujer presidente” parece el paso lógico, pero quizás, sea lo que sea a lo que se enfrente físicamente, le iría mejor si pudiera dejar de lado los viajes y el yugo diario de la política en favor de un trabajo que le permita sentarse y tener mucho tiempo libre, al mismo tiempo que le otorgue un lugar en el poder: algo como “primera mujer jueza del Tribunal Supremo al servicio de los más altos niveles de todas las ramas del Gobierno: legislativa, ejecutiva y judicial”. No es poca cosa.
La segunda es simplemente humana
Tiene usted dos nietos preciosos. Imagine disponer de tiempo en los años que le quedan, para cuidar de un jardín con ellos, para aprender del mundo y de la vida normal (de los muchos aspectos que han pasado a ser irrelevantes para alguien en su posición) a un ritmo tranquilo. Imagine que dispone del tiempo para reflexionar de verdad, para rezar de verdad, para permitirse de verdad el ocio sagrado que permite una meditación profunda y una perspicacia espiritual. Tal vez descubra que su búsqueda ininterrumpida de 68 años hacia la realización propia, de la que habló siendo joven, no termina con el poder terrenal, sino con algo totalmente diferente e incluso más valioso.
Por último, la duda constante
Si continúa con su campaña y gana, su presidencia siempre fomentará dudas. Después de décadas viendo cómo abraza deliberadamente lo opaco por encima de lo transparente, no importa qué suceda durante su presidencia, siempre surgirán preguntas; desde las absurdas sobre si usa usted dobles, hasta las más serias, como “¿Está enferma Hillary esta semana?”, “¿Es Bill el que dirige las cosas a fin de cuentas?”. Sobre todo si hay episodios de salud continuados durante su administración, su mandato se verá acosado día tras días por la duda que recaerá sobre usted. La prensa hará lo posible por ayudar, pero esta duda siempre existirá y siempre se filtrará en su legado. ¿Es algo con lo que usted puede vivir?
Descanse. Sopese sus opciones. Considere qué es importante. Rece por orientación, por sabiduría en su discernimiento. Sinceramente, ese vídeo donde se le ve perdiendo el conocimiento me conmovió para rezar por usted. Espero que se encuentre mejor.