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Soy anciano y he enviudado, ¿qué hago con mi vida?

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Orfa Astorga - publicado el 13/09/16

¿Cómo sobrellevar la vejez en soledad? Es la prueba de fuego para muchas personas y sus familiares

Mi tía enviudo y no quiso abandonar su casa para vivir por temporadas con cada uno de sus hijos, mismos que temían que se sintiera  sola…

¿Sola? mi tía tenía sus planes, era la sobreviviente más anciana de toda la familia  y tenía dos misiones muy importantes aún que cumplir.  Una, era hacer de solicita matriarca desde su misma casa, estableciendo en ella algo así como la central general de  comunicaciones familiares.  Si alguien quería un dato sobre el árbol genealógico,  información sobre algún festejo, recordar una fecha, consejo, consuelo  o simplemente hablar largo y tendido, solo era cuestión de llamarle o apelar al internet en el que era toda una experta. Todos la buscaban. Mi tía solo cosechaba lo que había sembrado.

Su otra misión fue ver por los ancianos de su comunidad.

Su dicho era: no es lo mismo estar sola, que sentirse sola y yo jamás me sentiré sola. Luego añadía con aires de  filosofa –mi soledad la busco y la acepto solo para hablar con Dios y conmigo misma. Los que la conocíamos sabíamos que degustaba de su soledad por ese motivo.

Era la actividad hecha persona, visitaba hospitales, asilos, enfermos y daba charlas  sobre el tema  de la tan incomprendida  soledad en los ancianos, a la vez que participaba en soluciones.

Expongo aquí algunas de sus enseñanzas,  tanto a los encargados de pastoral social en su Diócesis, como a  otras instituciones de asistencia:

  • Cada quien busca compañía personal, la necesita. Nuestro ser personal no está hecho para vivir aislado, sino para acompañar y ser acompañados.
  • En los ancianos, la soledad  impuesta por las circunstancias o por los demás,  abruma, agota, anonada; causa tanto  sufrimiento  que con su silencio llega a producir problemas emocionales o psicológicos, y, aun los que pasan   una relativa  soledad, necesitan de quienes los distraigan, entretengan, los hagan descansar  y revalorar su yo  en ocasiones  tan olvidado.
  • Pocas personas han experimentado en su vida, en forma extrema, angustiosa: el hambre, la sed, el frio o el dolor físico. Lo mismo se puede decir del sentimiento de soledad, con la diferencia de que las personas que sufren hambre, sed, frio, dolor, se encuentran en una situación más o menos evidente  para el resto de las personas, no así los que padecen soledad,  por lo  que debemos identificarlos, buscarlos, asistirlos,  para a través de nuestro trato  devolverles la fe en el prójimo, y por ello encuentren de nuevo a Dios. Nuestro Señor Jesucristo nos espera en cada una de ellos.

Luego, repasaba una lista de soledades, señalando las heridas y como curarlas.

  • Los ancianos que se encuentran físicamente solos en sus hogares y que se sienten ignorados por sus vecinos, su comunidad.  

Son aquellos que además de estarlo, se sienten solos por la indiferencia de su entorno.

  • Los que se sienten solos a pesar de vivir en compañía de su familia.

Es la más cruel  de las soledades, pues están siendo ignorados como personas por quienes deberían de amarlos.

  • Personas que viven juntas, pero que ni se conocen ni se aceptan.

Como es el caso de algunos ancianos en los asilos: han olvidado convivir y sonreír porque ya no esperan nada delos demás.

  • De los que necesitan ayuda práctica  y no tienen quien vea por ellos.

Para limpiar su casa, comprar despensa o hacer una gestión que rebaza su cultura, como lo es un trámite bancario.

  • Los marginados y excluidos, como los indigentes y limosneros.

A los que nos hemos acostumbrado con dureza de corazón, como si fueran parte del paisaje urbano.

  • Enfermos en casa u hospitales  que pasan muchas horas sin compañía.

Conversar, leerles un libro, darles un poco de nuestro tiempo, es darles amor que muchas veces lo necesitan más que la medicina.

  • Los que pasan por la crisis del desempleo en la madurez de su vida y aún pueden hacer algo productivo pero necesitan una oportunidad.

Siempre hay algo que ellos pueden hacer de mil amores, nuestra cultura descarta el valor de su experiencia.

  • Los discapacitados física  y mentalmente que han perdido toda comunicación, pues nadie les habla.

Comprender su indefensión desde el fondo de nuestro corazón, una mirada triste, un rostro inexpresivo  es un reclamo a nuestra caridad..

  • Los que se encuentran en fase terminal  por alguna enfermedad.

Porque necesitan encontrar en el amor del prójimo, el aliciente para enfrentar una buena muerte, esperando con fe y  tranquilos a que Dios los recoja.

Ese fue su apostolado, ver en  cada anciano, un espíritu  quemuchas veces, en las puertas de la eternidad, necesita un poco de ayuda para abrirla gozoso.

Mi tía llego a avanzada edad y murió en el sueño, se la llevo Dios como suele hacerlo con  las almas muy maduras, suavemente, sin previo aviso.

La persona senil se siente muy débil, vive una disminución de facultades que puede ser rápida o paulatina, debido a una enfermedad o sin ella. Vive también una disminución por los intereses de la vida, mientras  despliega una amabilidad comprensiva y tranquila, por lo que  disculpa y perdona fácilmente los errores de los demás. Cuánto agradece una mirada a sus ojos, acompañada de una sonrisa  que invariablemente devuelve.

Sabe y acepta que la muerte se acerca inexorable, algunos muy bien preparados, otros   se descubren rezando las oraciones aprendidas en la infancia.

Es la etapa de la esperanza  en que necesita de la ayuda de los seres queridos para la perseverancia final.

Por Orfa Astorga de Lira. Máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.

Escríbenos a consultorio@aleteia.org

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