Una antigua tradición que marca la transición del verano al otoño hunde sus raíces en un interés judeo-cristiano por la creaciónEl 8 de septiembre, la iglesia católica celebra la Natividad de la Santísima Virgen María. Como contexto, esta fecha es exactamente nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Junto con esta particular festividad tuvo lugar el mismo día y durante cientos de años la “bendición de las semillas”.
Los agricultores y otros feligreses llegaban a misa con sus semillas o plantas de semillero y el cura las bendecía después. Se trataba de una costumbre que toma como base bíblica el mandato de Dios a Moisés: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová”.
El texto tradicional original de la bendición se puede encontrar aquí.
“Santo Dios y Padre, Dios todopoderoso y eterno, te pedimos y rogamos que mires con buen corazón y justicia estas semillas y semilleros. Y hablaste a Moisés, tu sirviente, en la tierra de Egipto, diciendo “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Yahveh”. Con esta petición, Señor, sé misericordioso e inunda con tu bendición y tu mano derecha estas semillas, que en tu bondad nace y se sustenta la vida. Que ninguna sequía ni inundación las destruya, que queden ilesas hasta que alcancen su tamaño y produzcan una abundante cosecha para el servicio del cuerpo y el alma. Te lo pedimos a ti que vives y reinas en perfecta Trinidad por siempre”.
“Dios todopoderoso y eterno, sembrador y brote de la palabra divina, que cultiva el campo de nuestros corazones con utensilios celestiales, escucha nuestras oraciones e inunda con abundantes bendiciones los campos donde se sembrarán las semillas. Con tu protección aparta la furia de los elementos, para que los frutos se llenen de tus bendiciones y puedan almacenarse ilesos en el granero, a través de Cristo nuestro Señor”.
La bendición anual de las semillas de la Natividad de la Santísima Virgen María era la forma que tenían los agricultores de marcar el final de la cosecha de verano y empezar la siembra de otoño e invierno. Antes de comenzar con dicha tarea, buscaban la bendición del cura para mantener la protección de Dios en sus acciones. Era una forma de reconocer el poder de Dios sobre la creación y dejar en sus manos la siguiente temporada del año.
Además de ser un día en el que los agricultores reconocían la labor de Dios de proteger el sustento, los agricultores también buscaban la ayuda de Dios a través de la intervención de la Santísima Virgen. De la misma forma que Eva se conocía como la “Madre de todos los seres”, María, como la “Nueva Eva”, obtuvo el reconocimiento de “Madre y Reina de todo lo creado”.
Incluso el papa Francisco subrayaba esta labor particular de María en su carta encíclica Laudato Si’:
“María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. Ella vive con Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza. Es la Mujer « vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza » (Ap 12,1). Elevada al cielo, es Madre y Reina de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda la plenitud de su hermosura. Ella no sólo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que «conservaba» cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios”.
Esta bendición ha cobrado aún más importancia con la reciente celebración de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que el papa Francisco estableció en la iglesia católica romana el 1 de septiembre.
En resumen, la bendición de las semillas era una forma de reconocer a Dios como el que provee todas las bendiciones y al que pedir ayuda y proteccion a través del cuidado materno de la Santísima Virgen María. No se trata de un sacrifico supersticioso a un dios desconocido, sino una forma de encomendar todo (incluso las semillas y semilleros) al Señor de Toda Creación, quien nos observa y nos apoya ante cualquier necesidad como Padre bondadoso.